La afrenta a Martí por marineros de la US Navy, en La Habana
Fue en la noche del 11 de marzo de 1949 cuando marineros de la US Navy perpetraron una bochornosa afrenta a la Nación cubana y a su pueblo, en la estatua del Apóstol de la Independencia de Cuba, José Martí, en el Parque Central, de La Habana.
Desde antes del nacimiento de la República en 1902, varias ciudades portuarias de Cuba fueron escenarios de las tropelías de los marinos estadounidenses que tocaban puerto en la Isla Grande de las Antillas: La Habana, Matanzas, Santiago de Cuba, Gibara (Holguín) y Caibarién (Villa Clara) fueron, entre otras, algunas de las que recibieran las visitas de “buena voluntad”; en realidad, para relajarse durante las maniobras o viajes de entrenamiento, haciendo uso de los “permisos” o “pases”. Estas visitas estaban vinculados con el alcohol, la rufianería y la prostitución, las drogas, los juegos de azar y otras actividades ruines que, en muchas ocasiones provocaron riñas de diversa intensidad.
La guinda del postre se la llevó la “visita” realizada en marzo de 1949 cuando, durante el gobierno del presidente Carlos Prío Socarrás, marineros de los EE.UU., desembarcados con permisos, profanaran el Monumento a José Martí, en el céntrico Parque Central, de La Habana.
EL LUGAR: PARQUE CENTRAL DE LA HABANA
El Parque Central de La Habana es un espacio abierto en la ciudad, tradicional sitio de recreo y esparcimiento, situado en el área occidental de La Habana Vieja, delimitado por el Paseo de Martí (Paseo del Prado), el eje de las calles Neptuno-San Juan de Dios y las calles Ignacio Agramonte (Zulueta) y San José.
Espacio arbolado, distribuidas en su superficie tiene veintiocho ejemplares de palmeras reales, que representan la fecha de nacimiento de José Martí (José Julián Martí y Pérez, nacido en La Habana, entonces Capitanía General de Cuba, el 28 de enero de 1853). Ocho canteros / jardineras allí fueron construidos, con mampostería en forma de ataúdes, recordando a los estudiantes del primer curso de Medicina de la Universidad de La Habana, injustamente fusilados por la administración colonial española de la Isla, en tiempo de la Guerra de los Diez Años, el 27 de noviembre de 1871. Fueron ellos Alonso Álvarez de la Campa y Gamba (de 16 años); Anacleto Bermúdez y González de Piñera (20 años); José de Marcos y Medina (20 años); Ángel Laborde y Perera (17 años); Juan Pascual Rodríguez y Pérez (21 años); Carlos Augusto de la Torre y Madrigal (20 años); Eladio González Toledo (20 años) y Carlos Verdugo y Martínez (17 años). Cayeron asesinados por las balas del piquete de fusilamiento al mando del capitán de voluntarios Ramón López de Ayala.
Al sur del Parque está la que se conoce como la “Esquina caliente” – Paseo del Prado y San José, frente al Teatro Payret-, punto de encuentro de aficionados al béisbol para conversar y discutir sobre diversos aspectos de éste deporte: partidos, actuación de los equipos, decisiones de los árbitros, resultados, técnicas, estadísticas, posibilidades de sus equipos e incluso sobre los hábitos de sus jugadores preferidos.
Situado a una cuadra del acceso central al Capitolio Nacional de Cuba, símbolo de la ciudad, éste majestuoso edificio puede verse desde cualquier lugar del Parque.
Lo rodean emblemáticas construcciones:
El Gran Teatro de la Habana Alicia Alonso, construido como Palacio Social del Centro Gallego (inaugurado en 1914), en la manzana donde estuviera el Teatro Tacón, frente al lado oeste del Parque.
El Hotel Inglaterra (de 1844, considerado Patrimonio Cultural de la Humanidad y es Monumento Nacional desde 1981), separado del Gran Teatro por el Boulevard San Rafael) que, con el Café del Louvre, ha sido centro de reunión durante más de un siglos de los intelectuales cubanos. Allí, una tarja emplazada el 27 de noviembre de 1937 por el primer historiador de la ciudad de La Habana, don Emilio Roig de Leuchsenring, recuerda a Nicolás Estévanez Murphy, decoroso militar español que asumiera una comprometedora actitud ante el fusilamiento, el 27 de noviembre de 1871, de los ocho estudiantes de Medicina; rompiendo su espada en la acera del Louvre, manifestación pública de protesta por tal asesinato, renunciando a su carrera militar, alegando que “por encima de la Patria están la unidad y la justicia”.
Unos metros más hacia el norte está el Hotel Telégrafo, en la esquina Prado y Neptuno, que se hiciera muy conocida con el cha cha chá “La engañadora”, de Enrique Jorrín Oleaga,
Cruzando Neptuno-San Juan de Dios hacia el norte está el espléndido Hotel Iberostar Parque Central.
Atravesando en diagonal Neptuno desde la esquina a Ignacio Agramonte (Zulueta), hacia el noreste, encontramos el Hotel Plaza.
Enfrente, al otro lado de Agramonte (Zulueta), está la Manzana de Gómez, con el Gran Hotel Manzana Kempinski. Siguiendo hacia el sur, el Museo Nacional de Bellas Artes.
Cruzando San José desde el Parque, está el Teatro Payret (inaugurado en 1877), uno de los más grandes de la ciudad, escenario de diversas expresiones artísticas y espectáculos nacionales e internacionales de importancia; conciertos, conferencias, discursos, festivales, obras dramáticas, obras líricas, óperas, operetas, obras vernáculas, presentaciones de ballet, revistas, sainetes, zarzuelas, circos e incluso combates de boxeo y lucha libre. Sobre todo, importante sala de exhibición cinematográfica, fue conocida en los años ‘30 como “Catedral del Cine Español”.
En el último tercio del siglo XIX, tras derribarse las viejas Murallas de La Habana, el Parque se llegó a terminar en 1877.
Con antelación, desde 1850 estuvo emplazada allí una estatua de Isabel II. Primero, fue la de Isabel II niña, realizada en bronce, que fuera colocada el 19 de noviembre de 1850 en el pedestal del entonces Paseo de Isabel II (Po. del Prado / Po. de Martí), frente al famoso Hotel Inglaterra. La Revolución peninsular de 1868 llevó al destronamiento, seguido del exilio de la reina Isabel II. En La Habana la estatua fue removida, acompañando la suerte de los Borbones y en 1869 la reemplazó la de Cristóbal Colón. Con el tiempo y sus mañas características, los Borbones lograron reacomodarse y, al cabo del Sexenio Democrático, en La Habana volvía Isabel II al pedestal. Ya no era una niña y la nueva figura fue la de Isabel II mujer, que allí estuvo hasta el fin de la dominación española sobre Cuba, el 1ro de enero de 1899. Siendo desplazada del pedestal el 12 de marzo de 1899, conservándose ahora en el Museo Oscar María de Rojas (antigua Casa Consistorial), en Cárdenas (Matanzas).
Tras la administración estadounidense y ya instaurada la República (20 de mayo de 1902), el alcalde Pedro Perfecto Pascual Lacoste y Grave de Peralta hizo instalar sobre el pedestal una estatua representativa de la Libertad, que duró poco, ya que la derribó un ciclón.
LA ESTATUA DE MARTÍ EN EL PARQUE CENTRAL
Dos años después, se encargaba al escultor cubano residente en Italia, José Villalta Saavedra (La Habana, 27 de enero de 1862 - Roma, 16 de marzo de 1912), la ejecución del monumento a Martí, obra que realizó en mármol blanco de Carrara.
Distintas personalidades contribuyeron con los materiales necesarios para el emplazamiento del monumento, el arreglo del Parque y construcción de la glorieta para la inauguración. La primera piedra fue colocada el 6 de noviembre de 1904 por el general Máximo Gómez, en presencia de Fernando Figueredo, Fermín Valdés Domínguez, Diego Tamayo, José Francisco Martí y Zayas Bazán (hijo del Apóstol de la Independencia de Cuba) y Benito Lagueruela, entre otros.
A las 09:00 de la mañana del viernes 24 de febrero de 1905, fue inaugurada la estatua a José Martí en el Parque Central. Desde la noche del jueves 23 se anunció ruidosamente al pueblo a población, con bombas, cohetes y voladores el acto del día siguiente. Al amanecer, los cañones de las fortalezas habaneras hicieron una salva de 21 disparos. Con la ciudad engalanada, el pueblo estaba en todas partes: plazas calles, parques, balcones y azoteas; sobre todo, en los alrededores del Parque Central.
En la glorieta del Parque, adornada con los colores de Cuba, estaban el presidente de la República Tomás Estrada Palma y Máximo Gómez, general en jefe del Ejército Libertador, acompañados por otros funcionarios y militares.
Fue el general Gómez quien izara la Bandera Nacional, dirigiendo posteriormente las palabras del caso a la gente allí congregada.
El presidente Estrada Palma descubrió la estatua; mientras las bandas de música ejecutaban los sones del Himno Nacional; haciendo uso de la palabra posteriormente.
Desde entonces, en el centro del Parque Central se encuentra la primera estatua de José Martí que se erigiera en Cuba.
EL HECHO REPUDIABLE
A principios de marzo de 1949, la Armada de los EE.UU. realizaba maniobras anfibias en el Caribe, en el área de Puerto Rico, participando entre otras naves el portaaviones clase Midway USS “Franklin D. Roosevelt” (CVB-42), primer portaaviones que llevara armamento nuclear al mar.
El 10 de marzo de 1949 entraban al puerto de La Habana el portaaviones clase Commencement Bay USS “Palau” (CVE-122), con el contraalmirante Grover B. Hartley Hall a bordo, encabezando la flota que también integraban los destructores clase Gleaves USS “Rodman” (DD-456/DMS-21), USS “Hobson” (DD-464), USS “Jeffers” (DD-621/DMS-27) y el remolcador oceánico clase Abnaki USS “Papago” (ATF-160).
El mismo día 10 el contraalmirante Hartley Hall compartió el almuerzo, a bordo del portaaviones, con sus invitados, comodoro Pedro E. Pascual Borges, jefe de la Marina de Guerra de Cuba y su esposa, Raquel Interián de Pascual; además del jefe de los ayudantes de dicho alto oficial naval cubano, comandante Julio Sayago Feijóo y Roberto Comesañas, otro oficial de la Armada de Cuba, con el mismo rango.
El día 11 de marzo, el contraalmirante Hartley Hall, acompañado por oficiales jefes estadounidenses al mando de las mencionadas restantes unidades de la US Navy, integrantes de la flota escolta del portaaviones, fondeadas en la bahía de La Habana, visitaron la Academia Naval, en el Palacio de Rubens, Loma del Vigía, Mariel (Pinar del Río).
Mientras, suboficiales y tropa desde las primeras horas de la mañana, se embarcaban desde las naves fondeadas en la bahía en las lanchas que los trasladaban hacia los muelles, para disfrutar de los permisos (pases) en la ciudad.
La noche del viernes 11 de marzo de 1949, un hato de marineros de la US Navy, en tren de fiesta, llegó al Parque Central, donde estuvieron inicialmente correteando y gritando entre ellos, en principio ante la actitud comprensiva y tolerante de quienes por allí pasaban. Hasta que uno de éstos sujetos señaló hacia lo alto del monumento, hacia la cabeza Martí. Entre risas y gritos rodearon la estatua y, ante la sorpresa de quienes –ajenos al grupo- miraban, uno de ellos comenzó a trepar, con ayuda de algunos otros; mientras los restantes le animaban con voces y expresiones de burla.
Para ponerle la guinda al asunto, el “escalador” llegó hasta la cabeza de Martí y terminó orinando desde lo alto. Mientras, otro “camarada de armas” comenzaba el ascenso por el monumento.
Los transeúntes, indignados, se acercaron para exigirle al intruso que descendiera. La respuesta por su parte no fueron más que burlas y gritos. Las botellas y las piedras comenzaron a volar sobre los norteamericanos.
Vigilantes de policía que se encontraban en la zona intervinieron para hacer cesar el enfrentamiento y proceder al arresto de los sujetos que agraviaran al Apóstol de la Independencia, viéndose obligados a hacer algunos disparos al aire, ante la actitud belicosa y la resistencia que opusieron los marineros estadounidenses.
Los principales partícipes del hecho fueron tres sujetos de la tripulación del USS “Rodman”: el sargento Herbert Dave White y los marineros George Jacob Wagner y Richard Choinsgy; éste último, el “escalador meón”.
Los marineros apresados fueron llevados a la Sección de Turismo, en la Tercera Estación de policía de La Habana, en la calle Dragones, entre Zulueta (ahora Ignacio Agramonte) y Montserrate (ahora Avenida de Bélgica), a unas tres cuadras del lugar del hecho. Allí, el capitán Pedro Delgado –al mando de esa unidad policial- secundado por el teniente Armando Valdés, comenzaron a labrar las actuaciones del caso; realizando las comunicaciones correspondientes al Juez de Guardia nocturno, al jefe de la Policía Nacional, coronel José M. Caramés y al embajador de los EE.UU. en Cuba.
No pasó mucho tiempo sin que comenzaran a verse los movimientos propios en hechos de éstas características: llegada a la estación de policía de personajes del gobierno de Prío Socarras, militares y diplomáticos estadounidenses.
Fuera de la Estación de policía, se concentraron gran número de personas, entre ellos estudiantes universitarios miembros de la FEU (Federación Estudiantil Universitaria), como su presidente Juan Fuentes y Miguel Ángel Suárez, director del programa de radio “FEU Habla”, quienes dieron una declaración pública, expresando: “Protestamos enérgicamente del acto incivil realizado por miembros de la Marina de Guerra norteamericana en la estatua del Apóstol Martí. La FEU, organismo que ha defendido la integridad y el decoro de la democracia, no puede permitir la ejecución de actos de ésta naturaleza, por lo que tienen de bochornoso y de inicuo”.
“Ante el doctor Carlos Prío y las autoridades competentes y ante el embajador de los Estados Unidos en nuestro país, formulamos en nombre de todo el estudiantado y del pueblo de Cuba, nuestra más enérgica y patriótica protesta, esperando que la justicia se haga efectiva, para que seamos dignos sucesores de la obra de nuestro Apóstol Martí”.
El hecho tuvo trascendencia y estuvo en boca de todos en La Habana en esos días.
Pero los deseos de “…que la justicia se haga efectiva…”, en deseos se quedaron.
En la calle se produjeron algunos incidentes. Ya se había corrido la voz sobre el hecho y, a eso de la medianoche, otros marineros gringos que estaban en una mesa del café “El Dorado”, en Teniente Rey (Brasil) y Prado, frente a la explanada de acceso al Capitolio, fueron rodeados por varios criollos, siendo “rescatados” con la intervención de agentes de policía que estaban en la zona y los de una patrulla que fue desplazada al lugar.
Aproximadamente a la misma hora, a unos cien metros de allí, en las inmediaciones del actual Gran Teatro de La Habana ‘Alicia Alonso’, otro criollo se trenzó a golpes con un marine. Un policía trató de separarlos, siendo entonces cuando el cubano gritó: “De ninguna manera, vigilante, a este lo castigo yo así, como se merece…”, mientras seguía llenándole la cara de manos.
Pocas horas después los marines fueron entregados al entonces agregado naval de la embajada de los Estados Unidos en Cuba, capitán Thomas Francis Cullens, quien prometiera que serían sometidos a “acciones severas”, conforme a las leyes de su país.
Fernando Chaviano, era entonces un fotógrafo que desarrollaba su actividad laboral retratando turistas por esa central zona habanera y por eso estaba en el Parque Central en el momento de los hechos. Al darse cuenta de lo que estaba ocurriendo, decidió utilizar las últimas placas que le quedaban sin uso, registrando gráficamente los acontecimientos y, tras disparar la última toma con el material que le quedaba, marchó rápidamente al lugar donde tenía su humilde e improvisado cuarto oscuro, a unos 150 metros de allí, en la calle Virtudes, entre Consulado y Prado (frente al Jhonny’s Bar, que estaba en Virtudes 58) y reveló las placas.
Rápidamente se corrió la voz que Chaviano tenía esas imágenes y hubo quienes intentaron hacerse de ellas. Pedro Beruvides, fotógrafo en la casa Romay y ocasional colaborador gráfico de prensa, fue uno de ellos. Pero finalmente fue Isaac Astudillo, reportero gráfico del periódico “Alerta” - entonces con sede en Prado y Teniente Rey, en una parte del edificio del “Diario de la Marina”- quien se las compró a Chaviano, por 50 pesos; ganando de mano a Beruvides y a dos sujetos, funcionarios de la embajada estadounidense que a toda costa querían las fotos, tratando de tentar con un buen pago, que superaba ampliamente al precio que abonara Astudillo.
Las imágenes se publicaron en primera plana de la edición del diario “Alerta” del día posterior al de los hechos; también se reprodujeron en revistas cubanas de alcance nacional, como “Carteles” y “Bohemia”. Además, a través de las agencias internacionales de noticias con oficinas en La Habana, trascendieron al exterior.
El escándalo superó el territorio de Cuba.
LA “LIMPIEZA”
Al día siguiente se lavó el monumento con agua a presión y una fregada. Dejándolo en condiciones como para que, poco después, llegara el embajador norteamericano Robert Butler y colocara allí una ofrenda floral (trascendió entonces que había sido comprada en secreto por el hermano del canciller cubano, doctor Carlos Hevia y Reyes-Gavilán), pronunciando algunas palabras, que prácticamente nadie escuchó.
Hubo lavado material; lo que nunca se lavó fue la afrenta.
En esas horas, una multitud se reunió, en acto de protesta popular, frente a la embajada de los EE.UU. que entonces estaba situada en un viejo edificio de la Plaza de Armas, en la calle Obispo 61, entre las calles de los Oficios y Baratillo (donde ahora, remozado, está instalada la Biblioteca Provincial de La Habana ‘Rubén Martínez Villena’), en La Habana Vieja; embajada que, en tales circunstancias permanecía herméticamente cerrada.
El embajador Butler se asomó al balcón, mientras irrumpían en la Plaza de Armas fuerzas de choque de la policía, con el jefe del cuerpo al frente. Cargaron a palos y fustazos, logrando separar a la gente agrupada. Entre otros, resultaron lesionados varios estudiantes universitarios: Fidel Castro, Lionel Soto y Baudilio Castellanos (Bilito), quien protegió con su cuerpo al también estudiante y dirigente de la FEU Alfredo Guevara, convaleciente de una enfermedad.
Para hacer ver que se hacía justicia, el domingo 13 de marzo se celebró un consejo de guerra por parte de la Armada gringa, que condenó a Richard Choinsgy a quince días de prisión en los calabozos del USS “Rodman”. El mismo día en que la flota gringa “se mandó a mudar” (aplicando la precisa expresión de origen canario) de La Habana.
Días más tarde, en su edición del 16 de marzo, el diario habanero “Noticias de Hoy” destacaba en la portada el reclamo de los estudiantes para la entrega a Cuba de los que profanaran al Apóstol, destacando la voluntad popular de que fueran juzgados en Cuba, aplicando la legislación cubana. Informaba también sobre la continuación de los paros de protesta en toda la Nación, con una gran manifestación en Santa Clara, reclamando la entrega de los yanquis; mientras el legislador G. Galló señalaba que “Es un hecho vandálico de factura yanqui”.
En páginas interiores transcribía mensajes y telegramas de repudio y rechazo al agraviante y vandálico hecho perpetrado por los marines, remitidos por distintas personas de diversos sectores de toda Cuba.
EN EL SENADO
Pero, mientras todo el pueblo y los diversos sectores sociales así se expresaban, el Senado se negó a condenar el repudiable hecho. El 15 de marzo, en una jornada más de la legislatura extraordinaria que transcurrió sin realizarse labor legislativa alguna, a pesar de que la sesión se extendió cerca de tres horas, la casi totalidad de los senadores presentes se negó a aprobar una moción solidarizándose con la protesta popular contra la salvaje profanación del monumento a Martí por los marines yanquis.
Se inició la sesión a la hora reglamentaria, cuatro de la tarde, con un quórum de 26 senadores, bajo la presidencia del senador por Las Villas Dr. Miguel Suárez Fernández. Tras la aprobación del acta de la sesión anterior se dio cuenta de una moción, solicitando que por el Senado se acuerde solidarizarse con la protesta popular contra la ofensa inferida a Cuba, ante la profanación por miembros de la Armada estadounidense a la estatua del Apóstol. La discusión del asunto duró dos horas y, ante el asombro de todos, el Senado decidió no aprobar la moción.
Los senadores auténticos y republicanos llevaron la voz cantante contra la moción y, al ponerla a votación, en un acto más de cooperativismo, se unieron los liberales a la alianza, para evitar que la Alta Cámara expresara su condena al vergonzoso ultraje a la Patria.
El senador por La Habana Pelayo Cuervo Navarro abandonó airado el hemiciclo, ante la negativa del Senado de unirse a la protesta del pueblo. El Dr. Cuervo Navarro (nacido en Baracoa el 19 de septiembre de 1901, opositor al régimen de Fulgencio Batista, sería asesinado en La Habana unos años después del golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, por los esbirros del régimen batistano, el 13 de marzo de 1957.
OPINIÓN
También fue publicado en el periódico “Hoy (Noticias de Hoy)” del 16 de marzo de 1949, un artículo de Sergio Aguirre (Sergio Aguirre Carreras, nac. en La Habana, el 4 de marzo de 1914; fall. ib. el 17 de marzo de 1993). Doctorado en Filosofía y Letras por la Universidad de La Habana, docente e investigador histórico, dio clases de Historia y Geografía en los institutos de Segunda Enseñanza de Artemisa y de la Víbora. Sus trabajos fueron publicados en distintos medios cubanos, como “Noticias de Hoy”, “Ultima Hora”, “La Calle”, “El Pitirre”, “Granma” y otros. Brillante ensayista y articulista, es autor, entre otros de “Quince objeciones a Narciso López”, “Seis actitudes de la burguesía cubana en el Siglo XIX”, “Esclavitud y abolicionismo”, “La Protesta de Baraguá”, “José Martí y el imperialismo norteamericano”, “Antecedentes históricos del movimiento obrero cubano. De nacionalidad a nación en Cuba” y “Ecos de caminos”).
A dos columnas, con el título “Cordialidades. De aquello, nada”, decía Aguirre en “Hoy”:
“Aquí no ha pasado nada. Miembros de las fuerzas armadas norteamericanas pueden orinarle la cabeza a Martí sin temor a que el Gobierno de Cuba se dé por enterado. Así, como suena. Ni por salvar las apariencias ante el cuerpo diplomático extranjero acreditado en nuestro suelo, se atreven Prío y su gente a un gesto del que pueda sospecharse el más leve intento de rescatar no ya nuestra soberanía sino, siquiera, nuestra vergüenza como nación. Yo creía saber lo que en política internacional es el lacayismo rampante. No sabía nada: confieso que soy una criatura. Lo de Martí se ha resuelto con agua, jabón y una esponja –supongo- y con el ramo de flores de Mr. Butler, destinado a esconder, ante los transeúntes del Parque Central, ciertos olores que quizás exhala la Estatua. Por lo demás, el ‘incidente’ -que hagan pipi los marinos yanquis sobre la efigie martiana es un ‘incidente’- ha quedado ‘resuelto’. Ahora nos falta solamente romper relaciones con la Unión Soviética. Y colocar un mingitorio a la vera de la estatua martiana, como propone Esmeril, para prevenir futuras contingencias por fisiológicas necesidades de la hueste de Mr. Truman…”
“…Estoy deslumbrado. Parezco un recién nacido. No ceso de preguntarme: ‘¿Pero con Martí se puede hacer ese retozo, y aquí no pasa nada? ¿Con José Julián Martí y Pérez?’ Y una voz, casi festiva, me contesta: ‘¡Claro, idiota! ¿Qué te habías creído? Empezando por Martí y acabando por el Caballero de París, todos estamos a la orden del último cachanchán uniformado que masque chicle. ¿Creías que lo de semicolonia es juego?”
“De un golpe me he enterado. Creo que no queda cubano que no se haya enterado…”.
Quedaron las fotos de Fernando Chaviano mostrando el hecho en sí mismo y a sus protagonistas. Quedan también las imágenes que posteriormente obtuvieran los reporteros gráficos de distintos medios y las crónicas de la época sobre los sucesos que, en su consecuencia, se produjeran.
© Enrique F. Widmann M. - IberInfo / Buenos Aires
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