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Monumento a Cahuide, el guerrero. Atahualpa, Pizarro y la caída del Imperio Inca

Atahualpa (del quechua Ataw-wallpa, con distintas interpretaciones lingüísticas significa “Dichoso en guerra”, “Gallo feliz” o “Ave de la fortuna”), nacido ca. 1500, fue el último soberano inca.

Hacia noviembre de 1532 estaba en Cajamarca, camino al Cusco, donde sería coronado Inca, cuando tuvo contacto con hombres de una expedición española al mando de Francisco Pizarro, aceptando entrevistarse con él.


Pizarro llegó a Cajamarca el 15 de noviembre de 1532, al frente de dos escuadrones de caballería y dos de infantería. Pudo ver a lo lejos el inmenso campamento inca, temió una emboscada y envió a su hermano Hernando Pizarro con otros veinte jinetes y un intérprete indígena –Felipillo- para entrevistar y comunicar a Atahualpa (que estaba acampando con parte de sus tropas en Pultumarca, ahora Baños del Inca, a media legua de Cajamarca), que ya estaba allí.

Soto y Hernando Pizarro llegaron ante la residencia del Inca; Atahualpa les recibió y prometió ir a Cajamarca al día siguiente.

Los españoles planearon una celada para capturar a Atahualpa, contando para ello con el factor sorpresa; conociendo la importancia de apresar al líder de los nativos para facilitar su derrota y ocupación de los territorios.

Esperaron escondidos en los edificios que rodeaban la plaza de Cajamarca, desplegando en altura arcabuceros y emplazando una pieza de artillería menor (falconete o cañón pequeño).

Atahualpa entró a la plaza de Cajamarca sobre una litera de oro llevada por servidores, seguido por un séquito de seis a siete mil personas (incluyendo guardias, nobles y bailarines), encontrando la plaza vacía, opinando uno de sus servidores con jerarquía militar que los españoles, asustados, se habían escondido.

Fue entonces que el fraile Vicente de Valverde, llevando un breviario abierto en la mano, en compañía del soldado Hernando de Aldana y el intérprete Felipillo, se acercó a Atahualpa e iniciando una ceremonia de Requerimiento, pidió al Inca que aceptara el cristianismo como religión verdadera, sometiéndose a la autoridad del rey Carlos I de España y del papa Clemente VII. ​ Atahualpa le pidió el breviario, y tras examinarlo, lo arrojó al suelo, con un gesto de desprecio; diciéndola a Valverde que los españoles tenían que pagar todo lo que habían saqueado de su imperio.

Valverde, asustado, salió corriendo, seguido por el soldado Aldana y el intérprete, gritaba a Pizarro: “¡Qué hace vuestra merced, que Atahualpa está hecho un Lucifer!”.

Pizarro ordenó a los suyos atacar a los incas. Hicieron fuego con los arcabuces y dispararon el falconete; atacándolos con cargas de caballería. El caballo no era conocido por los pueblos de América, ya que fue introducido por los españoles. Los españoles montados eran vistos por los nativos como un ser mitológico o sobrenatural, mitad hombre, mitad animal.

Aterrados, los nativos intentaron huir de la plaza, llegando a formar pirámides humanas para llegar a lo alto de los muros, muriendo asfixiados muchos en la aglomeración e incluso por la caída de parte de los muros, por efecto de la presión humana.

Los que sobrevivieron, trataron de huir por el campo, siendo perseguidos por la caballería española, cuyos hombres dieron muerte a todos los que llegaron a alcanzar.

El Inca Atahualpa, en su litera, fue apresado y tomado prisionero.

El sevillano Francisco López de Xerez -secretario y escribano oficial de Francisco Pizarro desde 1524- estimó que los españoles masacraron a unos 2000 nativos -que no se defendieron- en la operación perpetrada en Cajamarca.

Murieron, entre otros, capitanes, nobles del Imperio y el señor de Chincha, importante señorío de la época inca, en el área del valle de Chincha hacia el litoral del Pacífico, al sur de Lima, al norte de Pisco y al oeste-noroeste del Cusco. Sobre éste potentado del Imperio, que acompañaba a Atahualpa en su propia litera de oro, dijo el Inca –al ser interrogado por Pizarro- que se trataba del “…Señor de Chincha, importante porque tiene más de 200 embarcaciones para el comercio y es el más rico de todos mis súbditos”).

Atahualpa quedó prisionero de Pizarro en Cajamarca. Le permitieron tener comodidades, siendo atendido por sus servidores y sus mujeres. Pizarro y Atahualpa solían cenar juntos.

Fue así que Atahualpa se dio cuenta que los españoles ambicionaban los metales preciosos y les ofreció una enorme cantidad de plata y oro por su libertad: propuso a Pizarro llenar con piezas de oro la sala donde estaba, hasta la altura de su mano alzada y llenar dos veces la misma sala con piezas de plata. Las dimensiones de esta sala, que se conoce actualmente como Cuarto del Rescate y es uno de los lugares al que quienes llegan a Cajamarca no dejan de visitar, mide 11,80 mts. de largo, 7,30 mts. de ancho y 3,10 mts. de alto.

Atahualpa prometió reunir el rescate en un plazo de dos meses. Pizarro aceptó e hizo documentar la promesa por escrito en un acta ante escribano.

Inmediatamente Atahualpa ordenó a todo el Imperio Inca que la mayor cantidad posible de oro y plata fuera enviada a Cajamarca, llegando los primeros cargamentos en los días posteriores. Para acelerar los envíos, Pizarro envió dos contingentes de sus hombres a Pachacámac y al Cusco, para acelerarlos.​

Para mayo de 1533, aún antes de haberse llenado de metales preciosos las habitaciones, los españoles empezaron a fundir las piezas de oro y plata, quedando a salvo el trono del Inca, en poder de Francisco Pizarro.

Tras terminar la fundición, el 17 de junio Pizarro ordenó el reparto del botín, presidiéndolo. ​ La suma total que se registró de toda la fundición arrojó un valor español total de “un cuento y trescientos mil veintiséis mil quinientos treinta y nueve pesos de buen oro” (1.326.539 pesos de oro, o sea 6.102 kgs., a 4,6 grs. o una centésima de libra por peso de oro); el quinto real para la Corona española fue de 262.259 pesos de oro. Al total de plata fundida se le asignó el valor de 51.010 marcos (11.732 kgs., a 230 grs. o media libra por marco de plata). ​Correspondieron a la Corona 10.121 marcos. ​

Se considera que el rescate pagado por Atahualpa es el mayor de la historia de la humanidad. El Colegio de Economistas del Perú, considera exigibles a la corona de España reparaciones monetarias por el rescate que Atahualpa pagó a Pizarro, que una comisión de historiadores y economistas ha calculado exactamente en 647 mil 74 millones de dólares; reparación material que, además, tendría que acompañarse de las excusas públicas del Rey "por las iniquidades coloniales".

Pizarro nunca tuvo en sus planes dejar en libertad al Inca, decidiendo deshacerse de él.

Diego de Almagro, socio de Pizarro, llegó a Cajamarca con un contingente de 150 españoles, enterándose que no recibiría nada del rescate, presionando entonces para eliminar al inca y continuar la marcha hacia el sur en búsqueda de nuevas fuentes de riqueza.

La mayoría de los españoles estuvieron de acuerdo con Almagro, salvo los capitanes, Hernando Pizarro y Hernando de Soto, que se pronunciaron por la vida de Atahualpa; siendo así que Francisco Pizarro decidió alejarlos, enviando a su hermano Hernando a entregar el Quinto Real –el tributo- a España y a Hernando de Soto a Huamachuco, al frente de un contingente, para someter a los indios que estaban en pie de guerra.

Tras la salida de ambos capitanes, Pizarro inició un proceso al Inca para “legalizar” su muerte, Pizarro presidio el “consejo de guerra” que juzgara a Atahualpa. El juicio sumario se extendió por pocas horas: comenzó el 25 de julio y terminó al amanecer del día 26.

Atahualpa fue declarado culpable de “idolatría, herejía, regicidio, fratricidio, traición, poligamia e incesto”, siendo condenado a morir en la hoguera. La ejecución se fijó para ese mismo día; mientras Atahualpa ni siquiera comprendía de qué lo acusaban

Esa misma noche -26 de julio de 1533- se llevó a Atahualpa al centro de la plaza de Cajamarca. Los soldados españoles y el cura Valverde lo amarraron a un tronco clavado en el medio de la plaza y acumularon leños alrededor suyo. Un soldado se arrimó con una tea encendida, alarmándose Atahualpa, ya que según la religión inca, su cuerpo debía ser embalsamado para alcanzar la resurrección en el otro mundo y ello no sería posible si lo consumían las llamas. Valverde atendió su llamado y le ofreció como alternativa ser bautizado como cristiano y luego ahorcado por garrote vil. Atahualpa aceptó y fue bautizado con el nombre cristiano Francisco, siendo seguidamente estrangulado.

En la mañana siguiente el cuerpo fue llevado a la iglesia para rezarle oficios de difuntos previos a la sepultura.​

Durante la ceremonia, las mujeres hermanas, esposas y criadas de Atahualpa se ofrecieron a enterrarse vivas, con Atahualpa, como era costumbre en el funeral de un Inca. Los españoles no aceptaron, sosteniendo que Atahualpa había muerto como cristiano y que lo propuesto por las mujeres era contrario a la doctrina cristiana. Ante ellos, las mujeres, disconformes, se desgarraron los pechos, mordieron las muñecas y terminaron ahorcándose con sus propios cabellos. Pizarro tuvo que salir de la iglesia para poner orden y evitar más suicidios. ​ El cuerpo se enterró en la iglesia de Cajamarca. Días más tarde desapareció, suponiéndose que fue llevado por sus súbditos a fin de momificarlo y enterrarlo, ya que según la tradición inca, al conservarse la momia se mantiene la esperanza de su retorno.​

Entre algunos pueblos indígenas del Perú y huilliches del sur de Chile, circula la creencia que Atahualpa retornará para gobernarlos con justicia y darles bienestar. La creencia se conoce en el Perú como mito del Inkarri; en Chile, como mito del rey inca Atahualpa.



PIZARRO OCUPA EL CUSCO

Unas tres semanas más tarde de la muerte de Atahualpa, los españoles acordaron en Xaquixaguana –cerca del Cusco- imponer a Túpac Manco Yupanqui, entonces de 20 años, hijo de Huayna Cápac, proveniente de Charcas, como soberano indígena. Éste joven príncipe quería expulsar del Cusco a las fuerzas del jerarca inca Quisquis, que fuera hombre de confianza de Atahualpa, con quién estaba enfrentado.

Según el clérigo Cristóbal de Molina, (nac. en Baeza Corona de Castilla [ahora provincia andaluza de Jaén], en 1529 – fall. en Cusco, en 1585), quien también fuera cronista español, el 15 de noviembre de 1533 Francisco Pizarro tomó posesión y ocupó el Cusco.

Pronto comenzó a crecer el descontento, ya que los conquistadores ingresaron con violencia en los monumentos y lugares sagrados de los incas, reuniendo un botín que según el escribano de Pizarro, Francisco de Jerez (1534), llegó a sumar "580 mil pesos de oro y 215 mil marcos de plata".

Para la Navidad, Túpac Manco, ya investido con la denominación de Manco Inca, creyendo que se trataba de un halago de los españoles, aceptó ingenuamente el protocolo de "Requerimiento" que exigía el rey de España, reconociendo a éste como supremo soberano de sus dominios. Tuvo que disponer que su ejército, de unos 10.000 hombres, saliera de la ciudad acompañando las expediciones de Hernando Pizarro a Huamanga.

Con el Cusco bajo la autoridad de Juan y Gonzalo Pizarro (hermanos de Francisco), Manco Inca resolvió evadirse, con el fin de reunir un nuevo ejército. El primer intento fue frustrado, pero el 18 de abril de 1536, pudo dejar el Cusco y refugiarse en Yucay. Fue allí que pudo reunir unos 100.000 hombres y con ellos, a partir del 3 de mayo de 1536 (cronología dada por José Antonio del Busto en 1984), cercó el Cusco, enviando fuerzas hacia Lima, bajo el mando de su hermano Quizu Yupanqui.



CAHUIDE, EL GUERRERO

Es en ésta etapa cuando surge un personaje muy importante en la resistencia Inca: Cahuide, conocido también como Quispe Ttito, Titu Cusi Huallpa, Suriwaman... Cahuide era nativo del Cusco, donde naciera a principios del siglo XVI.

No hay referencias precisas sobre sus orígenes, pero se considera que sus padres fueron orejones (miembros de la realeza inca). Su nombre viene del quechua kawiri, que significa ‘vigía’.

Teniendo en cuenta su origen noble, debió estudiar en el Yachayhuasi del Cusco – ‘Casa del Saber’ donde se formaban los adolescentes varones de la nobleza incaica para la administración y el gobierno-, incorporándose luego a la carrera militar, en la que llegara a ser un apuquispay destacado (capitán del ejército imperial), durante el gobierno de Huayna Cápac, padre que fuera de Atahualpa.

En 1536, al comenzar la rebelión liderada por Manco Inca contra el invasor español, Cahuide fue uno de los que juraron en Calca (ahora capital del distrito y de la provincia peruana de su nombre, también conocida como Villa de Zamora, en la región del Cusco), comprometiéndose a luchar hasta la muerte por la reconquista del Tahuantinsuyo (Imperio Inca).

Formó parte de las fuerzas nativas que sitiaran el Cusco desde los primeros días de mayo de 1536, durante varios meses; luchando en las calles de la ciudad imperial contra los españoles comandados por los hermanos Pizarro y sus aliados.

Pese al empuje inicial de los seguidores de Manco Inca, sus intentos de expulsar del Cusco a los españoles fracasaron, resistiendo dentro de la ciudad unos 200 conquistadores comandados por Hernando, Juan y Gonzalo Pizarro, junto a algunos esclavos negros y nicaraguas y menos de un millar de cañaris y chachas a su servicio, en situación desesperada en el marco de la plaza Aucaypata; que terminó tras el llamado Milagro de Suturhuasi, con la aparición de la Virgen sobre uno de los edificios en lo que se atrincheraban los españoles.

La situación se hizo extremadamente difícil para los nativos cuando el contraataque hispano fue reforzado; empujando a los sobrevivientes incas a refugiarse en la fortaleza ceremonial de Saqsayhuamán (del quechua saqsay, lleno o satisfecho y waman, halcón; vale decir, "halcón satisfecho"), situada en la colina de su nombre, a unos 2 kms. del Cusco; a una altura de 3.700 msnm, en un área rodeada por las montañas Ausangate, Pachatusán y Cinca.

La fortaleza ceremonial de Saqsayhuamán, con sus muros megalíticos, se considera la mayor obra arquitectónica que realizaron los incas durante su apogeo. Desde la fortaleza se observa una singular vista panorámica de los alrededores, incluyendo la ciudad del Cuzco.

Tenía tres grandes torreones. Según la crónica de Pedro Sancho de la Hoz, asistente de Francisco de Pizarro, quien ingresó al Cusco junto con él- en una primera descripción dijo que en Saqsayhuamán había tres torres, la del medio en forma cúbica de cuatro o cinco cuerpos superpuestos uno encima de otro.

El “Inca” Garcilaso de la Vega, en una reseña con más detalle, dijo que el torreón del medio era de forma circular. Coincidiendo ambos en que eran tres torreones, de tamaños considerables.

Garcilaso también narra que debajo de ellos había inmensos túneles que se interconectaban unos con otros, en los que él mismo llegó a jugar. Según el "Inca" Garcilaso de la Vega el torreón de Muyucmarca era un depósito de agua pura.

Éstos tres torreones se individualizan con los nombres de Muyucmarca, Sallacmarca, y Paucamarca. Hasta 1934 no había rastros de ellos, pero ese año, durante excavaciones arqueológicas realizadas por el antropólogo e historiador peruano Luis Eduardo Valcárcel Vizcarra (nacido en Ilo, Moquegua, el 8 de febrero de 1891 - † Lima, 26 de diciembre de 1987), con permiso oficial del Municipio del Cusco, se encontraron las bases de lo que fueran los torreones de Muyucmarca y Sallacmarca. Sus trabajos sobre las excavaciones sistemáticas en Saqsayhuamán y Pucará, fueron publicados en varias entregas, en la Revista del Museo Nacional del Perú bajo el título “Sacsayhuamán redescubierto” (1933-34) y “El Decapitador de Pucará” (1935), en la Revista Universitaria del Cuzco, entre otras decenas de artículos, que son realmente admirables.

Hasta hoy no se encontraron rastros de Paucamarca. Siendo probable que al desarmar los torreones para construir edificios de arquitectura europea en Cusco, los españoles intentaran ocultar sus rastros enterrándolos bajo la tierra.

En el contraataque, los españoles decidieron en un acto de audacia tomar la fortaleza de Saqsayhuamán y al mando de Juan Pizarro comenzaron el ataque, por el lado del río Saphy.

Saliendo del Cusco, los españoles asaltaron la fortaleza con uso de bombardas, arcabuces, espadas, caballería y toda la infraestructura bélica de la época allí disponible. Con uso de escalas, comenzaron a subir las murallas. Tras dura lucha los españoles y sus aliados nativos fueron ganando posiciones. El villac umu (sumo sacerdote), considerando que la caída era inminente, encargó a Cahuide el mando de la fortaleza y se descolgó secretamente por unos terrados encubiertos que caían por el lado del río.

La lucha se prolongó por varios días. A los guerreros incas de la fortaleza se les agotaron las existencias de piedras y flechas; estimando los españoles que también les faltaba agua, intensificando los ataques.

Muyucmarca (en quechua: lugar redondo) era uno de los tres torreones del templo fortaleza y en él luchó Cahuide, con una porra en la mano y protegido por un morrión (casco) y una adarga (escudo) arrebatados a los españoles, hasta lo que dieron sus fuerzas y, en un acto de valentía, ante la posibilidad ser apresado y sufrir la humillación de caer en manos del enemigo, prefirió morir arrojándose al vacío desde lo alto del torreón.


A fines de mayo de 1536 la fortaleza había caído en manos de los españoles.

Pedro Pizarro refiere la gesta de Cahuide en su crónica de la conquista española del Perú, impresa en 1571 con el título “Relación del Descubrimiento y Conquista de los Reinos del Perú…” en los siguientes términos:

“Llegado pues Hernando Pizarro, que ya amanesció, estuvimos todos este dia y otro peleando con los indios que estaban recogidos á los dos cubos altos, questos no se les podian ganar sino era por sed aguardando á que se les acabase el agua, y ansi fué que aquí estuvimos dos ó tres dias hasta que se les acabó el agua, y acabada se despeñaban de las paredes mas altas unos por huir, otros por matarse, y otros se rendian, y desta manera empezaron á desmayar y ansi se ganó el un cubo: y llegados al otro tenia un orejon por capitan tan valeroso, que cierto se pudiera escrebir dél lo que de algunos romanos. Este orejon traia una adarga en el brazo, y una espada en la

mano, y una porra en la mano de la adarga, y un morrion en la cabeza. Estas armas habia habido este de los españoles que habian muerto en los caminos, y otras muchas que los indios tenian en su poder. Andaba pues este orejon como un leon de una parte á otra del cubo en lo alto de todo, estorbando á los españoles que querían subir con escalas, y matando los indios que se les rendian, que cierto entiendo mató mas de treinta indios porque se les rendian y se descolgaban del cubo abajo, dándoles con la porra que traia, en las cabezas, que se las hacia pedazos, y echándolos del cubo abajo. Pues avisándole los suyos que subia algun español por alguna parte, aguijaba á él como un leon con el espada en la mano y embrazada la adarga. Visto esto Hernando Pizarro mandó poner tres ó cuatro escalas para que mientras acudia á una parte subiesen por la otra, porque los indios queste orejon tenia consigo todos estaban ya rendidos y desmayados y él solo era el que peleaba; y mandó Hernando Pizarro á los españoles que subian que no matasen á este indio sino que se lo tomasen á vida jurando de no matalle si lo habia vivo. Pues subiendo á una los españoles por dos ó tres partes ganaron el cubo. Visto este orejon que se lo habian ganado y le habían tomado por dos o tres partes el fuerte, arrojando las armas se tapó la cabeza y el rostro con la manta y se arrojó del cubo abajo mas de cien estados, y ansi se hizo pedazos…

(De la Crónica de Pedro Pizarro: “Relación del descubrimiento y conquista de los reinos del Perú y del gobierno y orden que los naturales tenian, y tesoros que en ella se hallaron: y de las demás cosas que en él han subcedido hasta el dia de la fecha. Hecha por Pedro Pizarro conquistador y poblador destos dichos reinos y vecino de la ciudad de Arequipa. Año 1571”.)



EL CRONISTA PEDRO PIZARRO

Pedro Pizarro, nacido en Toledo / Castilla, cerca de 1515, se incorporó a la tercera expedición al Perú de Francisco Pizarro que, junto a sus hermanos, salió de Sanlúcar de Barrameda en febrero de 1530. Arribaron a Tumbes, en el sur del Golfo de Guayaquil (océano Pacífico), cerca del actual límite entre Perú y Ecuador, en enero de 1532.

Al principio, Pedro estuvo al servicio de Francisco Pizarro como paje, hasta que al año siguiente comenzó a prestar servicio militar activo como soldado de caballería. Tomando parte en muchos de los principales acontecimientos de la conquista del Imperio Inca; sobre todo, en las campañas contra Manco Inca.

Pedro Pizarro escribió la Crónica de la conquista española del Perú sobre la base de su experiencia personal entre 1531 y 1555, obra que terminó en 1571.

Hubo un manuscrito de la obra en la Biblioteca Nacional de España, que se perdió. La única copia que aún se guarda está en el patrimonio de la Biblioteca Huntington, institución educativa y de investigación establecida por Henry Huntington en San Marino, condado de Los Ángeles (California- EE.UU).

Esta crónica se mantuvo manuscrita, hasta que fuera incorporada, a partir de la página 201 en el quinto volumen de la “Colección de documentos inéditos para la historia de España”, por D. Martin Fernández Navarrete, D. Miguel Salvá y D. Pedro Sainz de Baranda, “individuos de la Academia de la Historia”, impresa en Madrid, Imprenta de la viuda de Calero, en 1844.

El antropólogo e historiador estadounidense Philip Ainsworth Means (Boston, 3 abr 1892 – ib. 24 nov 1944), director que fuera del Museo Nacional de Arqueología del Perú (1920 a 1921), en su traducción al inglés anotada, "Relation of the discovery and conquest of the kingdoms of Peru by Pedro Pizarro”, en dos volumenes; New York: The Cortes Society, 1921, se refiere a él en la Introducción, vida de Pedro Pizarro (pag. 79), diciendo que “…Our author was born in Toledo about 1515. He was of good family, according to his own report, at least. His father was a brother of Gonzalo Pizarro the elder, and, consequently, Pedro was a first cousin of the Marquis Francisco Pizarro, and of the Hernando, Gonzalo and Juan Pizarro of the conquest… /… Nuestro autor nació en Toledo hacia 1515. Era de buena familia, al menos según su propio informe. Su padre era hermano de Gonzalo Pizarro el mayor y, en consecuencia, Pedro era primo hermano del marqués Francisco Pizarro y de Hernando, Gonzalo y Juan Pizarro de la conquista... ”.



El historiador peruano Raúl Porras Barrenechea (1897-1960) desmiente tal relación familiar en su obra “Los cronistas del Perú (1528-1650)”, Ediciones del Centenario, Banco de Crédito del Perú. Lima, 1986.



CONJUNTO MONUMENTAL “CAHUIDE CONTRA EL ESPAÑOL

Ésta escultura, de características únicas en América por su simbolismo, refleja al guerrero indígena luchando valerosamente contra el invasor español en el torreón de la fortaleza de Saqsayhuamán, en el acceso al Cusco.

Emplazada en la villa de Maca, departamento de Arequipa, en el sur del Perú, la obra escultórica mantiene vigente la gloria del guerrero indígena Cahuide.

La escultura monumental, modelada en arcilla, tiene 4,60 mts. de altura. Es de la autoría de los hermanos Luis Alberto Yanqui Yucra, Raúl Oswaldo Yanqui Yucra y Rodolfo Edwin Yanqui Yucra, artistas plásticos arequipeños, cuyo Taller de Escultura Artística Monumental Yanqui está instalado en la población arequipeña de Chivay.

La localidad de Maca es el centro administrativo del distrito de su nombre, en la provincia de Caylloma, departamento de Arequipa (sur del Perú); a unos 230 kilómetros en línea recta hacia el sur del Cusco (siendo unos 450 kms. la distancia real por carretera, en esta zona montañosa). La provincia de Caylloma es conocida en el Perú como la “Capital del Folklore de la Región Arequipa”. La cabecera está situada en la localidad de Chivay, a 3651 msnm., distando 151 kilómetros de Arequipa.

El pueblo de Maca está situado en el cañón del Colca, en la margen izquierda del río de ese nombre, en la altura de 3.262 msnm. Habiendo sido declarada la totalidad de su trazo urbano como Ambiente Urbano Rural Monumental del Perú y como monumento el puente peatonal ubicado al finalizar la calle Grau, en el límite del casco urbano; por la Resolución Ministerial N° 329-86-ED, dada en Lima el 30 de junio de 1986.

Su iglesia parroquial católica, Santa Ana de Maca es un templo de estilo barroco mestizo edificado en 1759. Declarado monumento por la Resolución Ministerial N° 0928-80-ED, de 23 de julio de 1980, sufrió los efectos del sismo de 1991, resultando destruida. Siendo restaurada con la participación de la AECID (Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo), reabriéndose al culto en 2006.​

© Enrique F. Widmann-Miguel / IberInfo-Buenos Aires


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