Las Trece Rosas: Historia de los ideales contra el paredón
El 5 de agosto de 1939, en la orgía de ejecuciones de prisioneros del verano madrileño de ese año, un pelotón de fusilamiento integrado por esbirros franquistas truncó las vidas de trece jóvenes apresadas entre los meses de abril y mayo por su vinculación a la organización política juvenil Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) o al PCE (Partido Comunista de España).
Hasta el día de sus asesinatos las mantuvieron en encierro en la prisión de Ventas, junto a otras 4.000 prisioneras, siendo sometidas a torturas para que revelaran el nombre de otros compañeros “enemigos de España” (como los definiera hasta la saciedad el régimen dictatorial que encabezaba Francisco Franco.
El homicidio del comandante de la Guardia Civil Isaac Gabaldón Irurzum, antiguo miembro de la Quinta Columna de Madrid, a cargo del Archivo de Masonería y Comunismo a la fecha del hecho, fue el detonante de una terrible venganza contra más de medio centenar de personas, entre ellas Las Trece Rosas. El hecho ocurrió el 27 de julio de 1939, cuando el coche que transportaba a Gabaldón se desplazaba por la carretera de Extremadura, cerca de Talavera de la Reina, rumbo a Portugal, con la velada misión de investigar la relación que tenían algunos militares españoles con la masonería; vale decir, enfrentándose a ésta estructura y a otros militares. El régimen dictatorial franquista lo tomó como una afrenta que se debía pagar, decidiendo castigar a los verdaderos o a supuestos responsables, de modo ejemplar. Así que montó la versión de asesinato por parte de los comunistas, "adversario" al que creía totalmente aniquilado -de hecho lo estaba, con sus miembros desorganizados y aislados; de hecho, los movimientos guerrilleros organizados no existían en los meses posteriores al fin de la guerra- siendo increíble que anduvieran libremente y armados por la campiña extremeña. Por lo demás, vale tener presente que prácticamente todos los ejecutados estaba presos al momento del hecho.
Tras la caída de Madrid, en la capital conquistada regía el estado de guerra impuesto por el general de brigada Eugenio Espinosa de los Monteros y Bermejillo, comandante del I Cuerpo de Ejército y primer gobernador militar de Madrid. Reinaba la sed de venganza y se produjeron numerosas ejecuciones extrajudiciales.
Para el (pseudo) “tribunal” militar, “RESULTANDO probado, y así lo declara el Consejo, que los procesados, miembros de las JSU y del Partido Comunista con enlace para ejecutar en nuestra patria órdenes emanadas del extranjero, tenían por misión hacer fracasar las instrucciones político-jurídicas de nuestro Estado Nacional, para lo cual circularon las órdenes necesarias a fin de organizarse nuevamente y poder actuar en aquellas misiones que pudieran producir aquellos actos delictivos que vulnerasen en cuanto fuese posible el orden social y jurídico de la Nueva España, conjurando para ello la recogida de armas, recaudación de dinero y actos de fuerza y de propaganda consecuentes a tal fin, y tratando de infiltrarse en las filas de FET y de las JONS y del Ejército, siendo dirigida toda esta actuación criminal por el Comité Provincial, con la ayuda eficaz de las jóvenes afiliadas a las referidas JSU. ”….”CONSIDERANDO que la actuación de los procesados es reveladora de su plena y absoluta identificación con las doctrinas marxistas, acusándose tal identificación palmariamente, no sólo por los antecedentes de los encartados, sino por su contumacia en el desarrollo de aquella actuación, que extravasando el mero aspecto ideológico se ha concretado con realidad específica y determinada en exteriorizaciones categóricas demostrativas de una intención de solidaridad con la causa roja, de sobrada relevancia penal para definir una responsabilidad criminal de los procesados como autores por participación directa y voluntaria de un delito de adhesión a la rebelión previsto y penado en el párrafo 2º del artículo 243 del Código de Justicia Militar y Bando declaratorio del Estado de Guerra…”; así resulta de la sentencia dictada el 3 de agosto de 1936 en procedimiento sumarísimo de urgencia, por el Consejo de Guerra Permanente número 9, en la causa 30.426.
“Adhesión a la rebelión” fue en consecuencia y concretamente, el delito que se les imputara para matarlas a tiros ante el paredón del Cementerio del Este, en Madrid, a primera hora de la mañana del 5 de agosto de 1939. Una muestra documentada de la intolerancia política contra cualquier ideología que se alejase del nacionalcatolicismo promulgado desde el régimen golpista.
El Consejo de Guerra lo integraron el teniente coronel Isidro Cerdeño Gurich, como presidente; los capitanes Remigio Sigüenza Plata y Fernando Ruíz Feingenspan y el teniente José Sarte Julia, como vocales y el capitán García Marco, como ponente.
Las víctimas fueron Carmen Barrero Aguado, Martina Barroso García, Blanca Brisac Vázquez, Pilar Bueno Ibáñez, Julia Conesa Conesa, Adelina García Casillas, Elena Gil Olaya, Virtudes González García, Ana López Gallego, Joaquina López Laffite, Dionisia Manzanero Salas, Victoria Muñoz García y Luisa Rodríguez de la Fuente y otros prisioneros masculinos.
Blanca Brisac Vázques era católica, no militaba en ningún partido. De cualquier forma, fue acusada de "adhesión a la rebelión". Poco antes de ser ejecutada (el mismo día en que también fusilaran a su esposo Enrique García Mazas) pudo escribir a su hijo Enrique García Brisac: “Voy a morir con la cabeza alta. Sólo por ser buena: tú mejor que nadie lo sabes, Quique mío. (…) No guardes rencor nunca a los que dieron muerte a tus padres, eso nunca. (…) Recibe después de una infinidad de besos el beso eterno de tu madre”. Con estas palabras recogidas en una emotiva carta, Blanca Brisac se despedía de su hijo Quique unas horas antes de que un pelotón de fusilamiento la asesinara, junto a otras doce mujeres, aquel mes de agosto de 1939 contra una tapia del cementerio del Este. Los fusiles franquistas pusieron punto final a la vida de las trece jóvenes, ejecutándose la sentencia a menos de 48 horas de haber sido dictada, sin esperar siquiera a recibir el "Enterado" del "Generalísimo" Franco, que sería firmado el día 13, cumplidos ocho días desde el de los fusilamientos.
LA SENTENCIA DEL CONSEJO DE GUERRA
El presidente, teniente coronel Isidro Cerdeño Gurich, declaró constituido el consejo en sesión secreta para deliberar sobre las cuestiones del proceso.
Los cincuenta y ocho acusados en total de aquel día jamás cruzaron una palabra con el “defensor”. El juicio fue una farsa demostrada, ningún tipo de garantía y de justicia amparaba aquel teatro.
La defensa, dibujada, se limitaba rutinariamente a pedir un grado menor ante la acusación del fiscal, cualquiera que fuera: como ejemplo, si pedía la pena de muerte, el defensor pedía 30 años de reclusión. Cómplice de la dictadura, la “defensa” apenas dio un vistazo rápido sobre el legajo que amontonaba todo tipo de delitos. Hubo, incluso, acusados que fueron encarcelados por motivos ajenos a los de esta macabra audiencia, realizada exclusivamente para matar.
La sentencia fue redactada de la manera habitual en los “juicios militares” regidos por el procedimiento sumarísimo de urgencia: un rejunte de lemas del Movimiento Nacional encabezado por Franco, con redacción ajena a la construcción racional que acreditare el hecho enrostrado como delito y la consecuente responsabilidad penal del acusado. Un texto redactado intentando ser pomposo y grandilocuente, con estilo patriótico decimonónico, dejando en evidencia la pretensión de justificar la imposición de la pena capital; algo tan útil para el caso como para cualquier otro, por su ambigüedad. Algo “dibujado” con vileza, de apuro y con arrebato; anunciándose el fallo el mismo día.
La farsa judicial, que impuso cincuenta y siete penas de muerte, entre las que se encontraban las trece jóvenes, las Trece Rosas, acabó -como no podía ser menos- con una sentencia, redactada y publicada el mismo día, 3 de agosto de 1939: en seis folios quedaron sesgadas la vida de estas jóvenes; en una sentencia que lo mismo habría servido para justificar esa causa (la 30.426) que cualquier otra incoada contra los "enemigos de la patria", concluyendo en un mortífero “fallamos que debemos condenar y condenamos a cada uno de los procesados a la pena de MUERTE y accesorias legales para caso de indulto...”.
Se puede acceder a la transcripción de la sentencia cliqueando sobre la siguiente imagen:
LOS FUSILAMIENTOS EN MADRID, TRAS EL FIN DE LA GUERRA
Luego de los primeros días de caos, se activó la máquina (pseudo) judicial-militar del nuevo régimen, con consejos de guerra sumarísimos, sin garantía alguna, que concluían en la mayor parte de los casos en la imposición de la pena de muerte.
Desde el fin de la guerra civil hasta aquel 5 de agosto, los esbirros de Franco habían fusilado ante la tapia del cementerio a diez y ocho mujeres (refiriéndonos solo casos verificados): María Panticosa Riaza el 7 de mayo; Milagros Albarrán Muñoz el 26 de mayo; Concepción González Martínez el 4 de junio; Manuela y Teresa Guerra Basanta el 24 de junio; Ángeles Pomariega Panizo el 8 de julio; Felicitas Manjón García el 12 de julio; Carmen Santos Bueno el 14 de julio; Francisca Orejón López el 17 de julio; Ángela Jiménez Sebastián, Josefa Perpiñán García y Clotilde Vidal Martín el 24 de julio; Juana Benito Sanz, Visitación Blanco González, Josefa Gutiérrez Moreno, Isabel Huelgas de Pablo, Aurora López Lobo y Josefa Rodríguez Fernández el 31 de julio.
En la madrugada del 5 de agosto fueron fusiladas trece: Las Trece Rosas. Ese día, además, fueron ejecutados allí cuarenta y tres hombres. Entre las víctimas asesinadas por los secuaces de Franco ese día, seis tenían apenas 18 años: Virtudes González García, José Gutiérrez González, Isidro Hernández de la Fuente, Victoria Muñoz García, Gil Nogueira Martín y Luisa Rodríguez de la Fuente.
Solo entre 1939 y 1940, sediento de sangre el régimen franquista ejecutó en la tapia del cementerio a unas dos mil personas. Aunque el número de ejecuciones diarias fue disminuyendo, los fusilamientos continuos se prolongaron hasta 1944, siguiendo posteriormente en las instalaciones militares de Carabanchel.
Los condenados que iban a ser ejecutados salían caminando de las celdas terroríficas hasta los camiones que les esperaban en la puerta de la Prisión. La lúgubre caravana, que llegó a integrarse alguna noche hasta con veinte camiones, sobre las tres de la mañana salía por la calle de Alcalá en dirección al Cementerio del Este donde, extramuros (fuera del cementerio), cerca de sus tapias iban a ser fusilados.
Para llevar a cabo las ejecuciones habían construido una plazoleta, en forma de media luna, con piso de cemento y un sumidero en medio que recogía la sangre e iba a parar al alcantarillado. Existían tres nidos de ametralladora que la cubrían con fuego cruzado a la luz de unos potentes reflectores.
La "media luna” coincide con el lugar donde hoy está la rotonda de la Puerta de O'Donnell de acceso al cementerio, frente al puesto de flores situado sobre la vereda del final de la calle de Santa Irene, en su intersección con la Avenida de las Trece Rosas.
El Ayuntamiento de Madrid guarda un listado, aunque solo se trata de los casos comprobados; vale decir, no abarca la totalidad de ejecuciones perpetradas; siendo casi 3.000 los casos verificados.
Fue realizado en el marco de la política pública de memoria impulsado por el Ayuntamiento a través de su Oficina de Derechos Humanos y Memoria, consistiendo en un estudio sobre la identidad de las personas que fueron fusiladas en las tapias del cementerio del Este o ejecutadas en cárceles, pero enterradas en dicho cementerio, entre los años 1939 y 1944.
Para acceder a la lista, cliquear sobre la imagen siguiente:
Las personas asesinadas y enterradas en fosas comunes (cuyos cuerpos todavía no han sido localizados) durante la dictadura franquista, en España, ascienden a casi 115.000 personas desaparecidas y así fue expuesto públicamente por Rights International Spain (RIS) en agosto de 2014, cuando la organización denunciara de forma tajante que “Los derechos a la verdad, la justicia y la reparación de las víctimas de crímenes de derecho internacional cometidos durante la Guerra Civil y el franquismo siguen siendo denegados”.
No se puede pasar por alto que la guerra civil fue consecuencia de un golpe de estado militar contra el Gobierno legítimo de la República, con lo que queda claro quienes fueron las víctimas y quienes los verdugos. Se alega que se cometieron atrocidades por ambos bandos, aunque cabe tener en cuenta que el terror del lado republicano fue descontrolado, anárquico y se dio fundamentalmente en los primeros meses de la guerra. El terror impuesto por los franquistas alzados fue sistemático y se prolongó más allá del fin de la guerra, a lo largo de los cuarenta años de dictadura.
EVA PERÓN, FRANCO Y LOS FUSILAMIENTOS
Pasaron los años, ya había terminado la segunda guerra mundial... Madrid sometido estaba sumido en un mar de penurias. Las carencias eran moneda corriente y aún aquellos habían logrado salvar sus pequeñas industrias y talleres, no podían poner las máquinas en funcionamiento, porque no había energía eléctrica suficiente.
En el marco de su visita a España, en junio de 1947, fue Evita –en persona- quien lograra salvar la vida a una mujer, que iba a ser fusilada: María Eva Duarte de Perón intercedió ante Franco, para que se conmutara la pena de muerte impuesta a Juana Doña Jiménez.
Juana Doña, madrileña del barrio Centro-Lavapiés, que participara en la defensa de la ciudad durante la Guerra Civil, con una hija de corta edad muerta en los años de aquella guerra, un marido fusilado y un pequeño hijo nacido en medio de las acciones bélicas, había sido apresada junto a otras ciento tres personas, siendo juzgados en grupos. Ella, junto a otras cinco personas: José Antonio Adán Quintanilla, Juan Arribas Boedo, Mariano Fernández Garde, Clemente Sánchez López y Ramón Rebollo Asenjo, fueron “juzgados” sumariamente en el Consejo de Guerra celebrado la mañana del 7 de mayo de 1947 en el cuartel de Infantería de León Nº 38.
Llevaba ya cuatro meses de detención incomunicada, cuando, en junio de 1947 llegó Eva Perón a España
Valía, la hermana de Juana, al ver la acogida triunfal de Eva Perón en España, decide rogarle a ella por la vida de Juana y le envió un mensaje del pequeño hijo de Juana, que había quedado a su cargo, en el que decía:
"Señora Eva Perón, por favor, a mí me fusilaron a mi padre y ahora van a fusilar a mi madre".
Eva Perón pidió a Franco, inmediatamente, el indulto de Juana Doña Jiménez, hecho que disgustó a la esposa de Franco.
Decía la Carmen Polo: "Evita nos pide que indultemos una Doña, del otro bando, Juana Doña, la comunista condenada a muerte”.
Las diferencias entre las dos mujeres se habían sucedido, dentro de las reglas del protocolo diplomático, durante toda la estadía.
La pena de muerte fue conmutada. Cuando se lo comunicaron, estando alojada en la Cárcel de Mujeres de Madrid, preguntó por aquellos que fueran juzgados con ella, enterándose que habían sido fusilados en la madrugada de ese día.
Juana Doña Jiménez sobrevivió a Eva Perón, sin llegar a verla nunca. Prisionera del régimen, pasó largos años privada de la libertad en varias cárceles: Guadalajara, Segovia y Alcalá, recuperando la libertad en la década de los ’60. Falleció en Barcelona, el 18 de octubre de 2003.
LA CÁRCEL DE VENTAS
Esta prisión se levantaba en el solar situado entre las calles del Marqués de Mondéjar, al norte (a la que daba la puerta principal; calle Nueva del Este, actual Rufino Blanco, por el oeste; Paseo del Marqués de Zafra, al sur y el Nuevo Pasaje del Madrid Moderno y los descampados del Arroyo del Abroñigal (actualmente autovía de circunvalación M-30) al este; en el barrio de la Fuente del Berro, actual Distrito de Salamanca, de Madrid. A unos 200 metros al sur de la calle de Alcalá, entre el Parque Eva Duarte de Perón y la Plaza de Toros de Las Ventas, entonces en el borde oriental de los límites de la extensión de Madrid.
La obra de la "Prisión Modelo" femenina de Ventas fue encargada por Victoria Kent, primera Directora General de Prisiones de la historia de España, a Don Manuel Sainz de Vicuña Camino, arquitecto que ya había realizado los proyectos de las prisiones de Torrero (Zaragoza) y Reus (Tarragona).
Fue en mayo de 1931 y la sugerencia que hizo Victoria Kent al arquitecto fue la de que hubiera "mucha luz. Una casa como la que quisiera uno para vivir. Luz por todas partes".
El edificio fue inaugurado en septiembre de 1933, en tiempos de la Segunda República Española; siendo una obra ejemplo de la entonces novísima corriente Racionalista en arquitectura, surgida hacia 1925.
La nueva prisión contaba con amplios espacios bien iluminados, con anchas ventanas, patios con fuentes, terrazas para las salas de presas madres con sus hijos, celdas individuales, salón de actos y biblioteca, además de una sección separada para presas políticas y sociales.
Hasta entonces, las mujeres privadas de la libertad se derivaban a las llamadas “galeras” que gestionaban las órdenes religiosas; al estilo del viejo Correccional de Mujeres, de la calle Humberto I 378, de Buenos Aires, que desde fines del siglo XIX fuera dirigido por la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor, cuyas monjas mantuvieron la dirección por 85 años, hasta que se retiraran hacia 1974 y pasara a manos del Servicio Penitenciario Federal.
En Madrid, también iban a parar a las “galeras” las acusadas de “delitos cometidos contra los preceptos morales”, como las prostitutas, llamadas “quincenarias”, que eran encarceladas por periodos de quince días a cambio de una multa.
Tras la caída de Madrid, en la posguerra, la cárcel fue saturada con presas políticas, hacinadas en condiciones insalubres.
"La primera noche que dormí allí éramos siete”, recordaba Trinidad Gallego -detenida junto con su madre y su abuela, que tenía 87 años-.
Para el experto en el tema Fernando Hernández, profesor de la Universidad Complutense de Madrid “No era raro que detuvieran a varios miembros de una familia a la vez. No era una ventaja, sino una mayor angustia. Se preguntaban si una mujer octogenaria iba a aguantar esas condiciones”.
“Incluso, a los niños cuyos padres habían sido fusilados se les educaba en la desmemoria y en la estigmatización”, explica Hernández.
Tomasa Cuevas, en su libro ‘Testimonios de Mujeres en las cárceles franquistas’, recopila las experiencias de las presas franquistas, incluidas las de la cárcel de Ventas: “Como había tanta sarna, tantos piojos y chinches en Ventas le dije a mi madre que me pasara Zotal y Barachol”, contó Petra Cuevas en el capítulo ‘La sindicalista’.
Cuando apresaban a un matrimonio y el hijo era menor de tres años, se lo quedaba la madre.
En un entorno de hacinamiento, con una mala alimentación y con una higiene deplorable, los niños eran motivo de la máxima preocupación de sus madres. “Hubo una epidemia de disentería en la cárcel. Morían todos los días. Yo he visto tres ataúdes blancos y juntos. Eso lo pasaba la madre. Estaba meses y meses viendo morir a su hijo. Luego a los padres les decían que se habían muerto”, dijo Ángeles Ortega García (1918-2015), sobre cómo los bebés fallecían en sus brazos mientras ellas no podían hacer nada.
Ángeles Ortega García nació en Torrejón de Ardoz, en 1918. Fue criada y vivió en Madrid desde los tres meses, trasladándose a la capital por razones laborales de su padre. Ya instalados en la casa de la calle Juan de Urbieta 18, barrio Pacífico, comenzó a trabajar a los 13 años. A los 16 comenzó a colaborar con el Círculo Socialista de su barrio, participando en obras de teatro y vendiendo el periódico Renovación. Los hechos de la Revolución de Asturias le impactaron y se afilió a las Juventudes Socialistas y al PSOE. En el ’36, al estallar guerra, quedó a cargo de los talleres de costura que producían los uniformes para la 49 Brigada Mixta, formada en Pacífico.
En 1938 fue voluntaria para desempeñarse como cobradora de tranvías, como lo hicieran muchas mujeres, reemplazando a los hombres que estaban en el frente
Tras el fin de la guerra, su padre fue apresado, pasando cinco años en prisión, sin ser procesado siquiera.
En la noche del 14 al 15 de mayo del ’39 fueron apresadas Ángeles y su madre en su domicilio. Junto a otros vecinos pasaron más de veinte días en la comisaría que se habilitara habilitada en la calle Almagro 36. Fue golpeada, presenció torturas y la muerte de uno de los detenidos torturados, que se arrojó desde un balcón.
En Ventas, se le asignó la celda número seis de la galería primera derecha (de hecho, la galería de condenadas a muerte. Dos de las prisioneras de la celda vecina serían fusiladas el 5 de agosto: Julia Conesa, que fuera su compañera en el Metropolitano de Madrid y Virtudes González, gran amiga de otra amiga común, Mari Carmen Cuesta.
Fue juzgada el 8 de abril de 1940 en el convento de las Salesas Reales (conjunto edilicio que ahora integran, entre otros, iglesia de Santa Bárbara y el Palacio de Justicia, asiento del Tribunal Supremo), frente a la plaza de la Villa de París, por el Paseo de Recoletos, llegando a la plaza de Colón; siendo condenada a doce años de prisión por “auxilio a la rebelión militar”.
El 14 de mayo de 1940 fue sacada de Ventas y trasladada a la prisión de Tarragona. Al cabo de dos semanas fue llevada a la cárcel barcelonesa de Les Corts, donde estuvo por tres meses, siendo luego transferida a la prisión central de Girona, donde enfermó gravemente de anemia. Estuvo ocho meses en la enfermería de tuberculosas de la prisión.
En febrero de 1942 fue excarcelada por aplicación de los decretos de indulto, retornando a Madrid, donde las pasó canutas, ya que nadie le daba trabajo por haber estado en la cárcel.
Cliqueando sobre su retrato se accede a los clips de audio, con sus relatos:
Muchas de estas mujeres tenían cualificación y experiencia, como María Lacrampe, enfermera y puericultora, que se puso al frente de una “enfermería de niños” constituida en una de las salas de la prisión.
Antes que la voz Solidaridad se pusiera de moda, las mujeres presas fueron ejemplo de cooperación y, además, capaces de tejer una memoria que superaría la vigencia del franquismo. Las jóvenes aprendían de las veteranas y se ayudaban a sobrevivir. Se habían formado en la República, habían estado marcadas por acontecimientos como la Revolución de Asturias de 1934, pasaron la guerra y luego se ocuparon de reconstruir las estructuras comunistas, libertarias o socialistas.
LAS TRECE ROSAS FUERON:
CARMEN BARRERO AGUADO (20 años) Modista, nativa y vecina de Madrid. Afiliada al PCE desde diciembre de 1936. Durante la guerra prestó servicios en los talleres de intendencia de Valencia. Trabajó desde los 12 años, tras la muerte de su padre, para ayudar a mantener a su familia, integrada con ocho hermanos más, cuatro menores que ella. Encargada por los dirigentes del Comité Nacional clandestino de elaborar un plan de trabajo político destinado a las mujeres, el programa elaborado la señala como una mujer interesada no sólo por la creación de espacios exclusivamente femeninos y especializados en tareas de solidaridad y asistencia -como la propuesta de creación de la "Unión de Mujeres contra la Guerra"-, sino por el desarrollo político de las militantes. Detenida, el 17 de mayo de 1939, fue ingresada en la cárcel de Ventas.
MARTINA BARROSO GARCÍA (24 años). Modista, originaria de Gilbuena (Ávila), con domicilio en Chamartín de la Rosa (Madrid). En marzo de 1937 entró en las JSU. Realizó tareas de costura en un taller de la JSU, hasta fines de 1938. Luego, trabajó en un comedor social hasta el fin de la guerra. Integraba el grupo creado en Chamartín de la Rosa por Julián Muñoz Tárraga, al mando de Sergio Ortiz González. Participó en los trabajos clandestinos de las JSU, yendo al abandonado frente de batalla de la Ciudad Universitaria a buscar armas y municiones. Ingresó el 6 de junio de 1939 en la cárcel de Ventas, siendo derivada al sector habilitado para menores de edad.
BLANCA BRISAC VÁZQUEZ (29 años) Pianista, hija de un próspero empresario francés, nacida en San Sebastián (Guipúzcoa) y vecina de Madrid. Estaba casada con Enrique García Mazas y tenía un hijo. No militaba en ninguna fuerza política. Era católica y votante de derechas. De profesión pianista tocaba junto a su esposo en una pequeña orquesta que amenizaba las proyecciones de las películas del Cine Alcalá y además realizaba trabajos de costura. La ayuda económica que la pareja hizo a un músico militante del Partido Comunista, Juan Cánepa, tras la guerra hizo que fueran detenidos, ingresando en la cárcel de Ventas el 24 de mayo de 1939. El marido de Blanca también estuvo en la saca del día 5 de agosto de 1939, siendo ejecutado. Pudo escribir una carta a su hijo pocas horas antes de ser fusilada, que su familia (todos de derechas) entregara a a su hijo 16 años después. La carta aún se conserva y dice:
"Querido, muy querido hijo de mi alma. En estos últimos momentos tu madre piensa en ti. Sólo pienso en mi niñito de mi corazón que es un hombre, un hombrecito, y sabrá ser todo lo digno que fueron sus padres. Perdóname, hijo mío, si alguna vez he obrado mal contigo. Olvídalo, hijo, no me recuerdes así, y ya sabes que bien pesarosa estoy.
Voy a morir con la cabeza alta. Sólo por ser buena: tú mejor que nadie lo sabes, Quique mío.
Sólo te pido que seas muy bueno, muy bueno siempre. Que quieras a todos y que no guardes nunca rencor a los que dieron muerte a tus padres, eso nunca. Las personas buenas no guardan rencor y tú tienes que ser un hombre bueno, trabajador. Sigue el ejemplo de tu papachín. ¿Verdad, hijo, que en mi última hora me lo prometes? Quédate con mi adorada Cuca y sé siempre para ella y mis hermanas un hijo. El día de mañana, vela por ellas cuando sean viejitas. Hazte el deber de velar por ellas cuando seas un hombre. No te digo más. Tu padre y yo vamos a la muerte orgullosos. No sé si tu padre habrá confesado y comulgado, pues no le veré hasta mi presencia ante el piquete. Yo sí lo he hecho.
Enrique, que no se te borre nunca el recuerdo de tus padres. Que te hagan hacer la comunión, pero bien preparado, tan bien cimentada la religión como me la enseñaron a mí. Te seguiría escribiendo hasta el mismo momento, pero tengo que despedirme de todos. Hijo, hijo, hasta la eternidad. Recibe después de una infinidad de besos el beso eterno de tu madre. Blanca."
PILAR BUENO IBÁÑEZ (27 años) Modista. Nacida en Sos del Rey Católico (Zaragoza); desde los cuatro años vivió en la casa de sus tíos, situada en la calle Príncipe de Vergara (Madrid). Trabajaba en un taller, donde cosía para gente "bien" , por un escaso jornal que la obligaba a seguir trabajando en casa si quería llegar a fin de mes ya que tras la muerte de su tío el suyo era el único ingreso de la familia. Al comenzar la guerra, Pilar se ofreció voluntaria para trabajar en una de las numerosas casas-cuna que se abrieron en la ciudad para acoger a los niños huérfanos y atender a los hijos de los milicianos que iban al frente. El 25 de noviembre de 1936 ingresó en el PCE, comenzando a llevar las cuentas del Radio Norte. Fue elegida para formarse como dirigente en la Escuela de Cuadros del partido, egresando como secretaria de organización del Radio Norte (zona de Cuatro Caminos). Al acabar la guerra entró en contacto con Federico Bascuñana, trabajando con éste en la dirección del sector Norte. En una reunión celebrada en un descampado, cerca del depósito de aguas del Lozoya, a la que asistió entre otros Enrique Castro, se decidió crear un Comité Provincial, determinándose que el sector Norte, ante la desorganización existente, asumiera sus funciones. Pilar fue nombrada responsable de organización del Comité de Madrid, encargándose de elegir enlaces y dirigentes para los sectores. Una labor complicada por la feroz represión que vivía la ciudad. Su domicilio se convirtió en el centro de reunión de la nueva dirección del partido. Fue detenida el 15 de mayo de 1939 junto a Federico Bascuñana, ingresando en la cárcel de Ventas dos días más tarde (el 17 de mayo).
JULIA CONESA CONESA (20 años) Modista, originaria de Oviedo (Asturias). Vivía en Madrid con su madre y sus dos hermanas. Se afilió a las JSU por las instalaciones deportivas que presentaban a finales de 1937, donde se ocupó de la monitorearlas. Pronto se empleó como cobradora de tranvías, ya que su familia necesitaba dinero, dejando el contacto con las JSU. Fue detenida mientras estaba cosiendo en su casa, en mayo de 1939, tras haber sido denunciada por un compañero de su "novio" sometido a tortura. Estando detenida, una de sus hermanas murió víctima de la depresión y pena por la muerte de su novio en las guerrillas.
el siguiente texto es el de la última carta que escribiera a su madre:
"Madre, hermanos, con todo el cariño y entusiasmo os pido que no me lloréis nadie. Salgo sin llorar. Cuidar a mí madre. Me matan inocente, pero muero como debe morir una inocente.
Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada.
Adiós, madre querida, adiós para siempre.
Tu hija, que ya jamás te podrá besar ni abrazar.
Julia Conesa.
Besos para todos, que ni tú ni mis compañeros lloréis.
QUE MI NOMBRE NO SE BORRE EN LA HISTORIA".
ADELINA GARCÍA CASILLAS (19 años). Era conocida como la mulata por su piel morena y sus labios gruesos. Amiga de Julia Conesa y militante de las JSU, desde principios del año 1937. Hija de un guardia civil viudo. Le mandaron una citación a su casa afirmando que sólo querían hacerle un interrogatorio rutinario. Se presentó de manera voluntaria, pero no regresó a su casa. Ingresó en prisión el 18 de mayo de 1939, trabajando internamente como cartera del penal.
ELENA GIL OLAYA (20 años). Ingresó en las JSU en 1937. Para el final de la guerra estaba en Murcia, desde donde regresó a Madrid a principios de abril de 1939. Una vez en la capital de España, su amigo Rafael Muñoz Coutado le propuso continuar trabajando para el partido. Se integró junto a Victoria Muñoz en uno de los grupos creados en el sector de Chamartín de la Rosa, que era dirigido por Sergio Ortiz.
VIRTUDES GONZÁLEZ GARCÍA (18 años) Virtudes era modista, amiga de María del Carmen Cuesta (15 años, integrada en las JSU, que también fuera apresada, siendo superviviente de la prisión de Ventas). Se afilió a las JSU en 1936, al poco de estallar la guerra; donde conoció a Vicente Ollero, que terminó siendo su novio, el cual fue nombrado responsable del Radio Oeste de las juventudes al acabar la contienda y ella hizo de enlace entre éste y la dirección madrileña de las mismas. Fue detenida el 16 de mayo de 1939 denunciada por un compañero suyo bajo tortura.
ANA LÓPEZ GALLEGO (21 años) Modista, fue la mayor de cuatro hermanos. Militante de las JSU, durante la guerra fue secretaria femenina del Radio de Chamartín de la Rosa. Su novio, que también era de izquierdas, le propuso irse a Francia; pero ella decidió quedarse con sus tres hermanos menores en Madrid. Tras la entrada de las tropas nacionales en Madrid, su amigo Julián Muñoz Tárrega le propuso que se reincorporara a las juventudes como miembro de un grupo dirigido por Sergio Ortiz, también integrado por otras tres Rosas: Martina Barroso, Victoria Muñoz y Elena Gil Olaya. Fue detenida el 16 de mayo pero, sometida a vejaciones y torturas en otros lugares, recién fue llevada a la cárcel de Ventas el 6 de junio. Se cuenta que no murió en la primera descarga y que preguntó: "¿Es que a mí no me matan?".
JOAQUINA LÓPEZ LAFFITE (23 años). Asturiana. Fue la más pequeña de cinco hermanos huérfanos de padre y madre desde 1931. Estudiante, en septiembre de 1936 se afilió a las JSU. Se le encomendó la secretaría femenina del Comité Provincial clandestino. Fue denunciada por Severino Rodríguez (número dos en las JSU). La detuvieron el 18 de abril de 1939 en su casa, junto a sus hermanos. La llevaron a un chalet. La acusaron de ser comunista, pero ignoraban el cargo que ostentaba. Joaquina reconoció su militancia durante la guerra, pero no la actual. Fue llevada a la cárcel de Ventas tras casi dos meses, recién el 3 de junio, pese haber sido una de las primeras apresadas.
DIONISIA MANZANERO SALAS (20 años) Modista, fue la tercera de los seis hijos de una familia del madrileño barrio de Cuatro Caminos. Su padre fue militante de la UGT (Unión General de Trabajadores). Se afilió al Partido Comunista (PCE) en abril de 1938, después de que un obús matara a su hermana Pepita y a unos chicos que jugaban en un descampado próximo al domicilio familiar. Amiga de Pilar Bueno Ibáñez, al acabar la guerra fue elegida para que hiciera de enlace entre los dirigentes del partido que quedaron en la capital. Fue detenida el 16 de mayo de 1939.
Dionisia se despidió de sus padres y hermanos con una carta:
"Queridísimos padres y hermanos,
Quiero en estos momentos tan angustiosos para mí poder mandaros las últimas letras para que durante toda la vida os acordéis de vuestra hija y hermana, a pesar de que pienso que no debiera hacerlo, pero las circunstancias de la vida lo exigen.
Como habéis visto a través de mi juicio, el señor fiscal me conceptúa como un ser indigno de estar en la sociedad de la Revolución Nacional Sindicalista. Pero no os apuréis, conservar la serenidad y la firmeza hasta el último momento, que no os ahoguen las lágrimas, a mí no me tiembla la mano al escribir. Estoy serena y firme hasta el último momento. Pero tened en cuenta que no muero por criminal ni ladrona, sino por una idea.
A Bautista le he escrito, si le veis algún día darle ánimos y decirle que puede estar orgulloso de mí, como anteriormente me dijo.
A toda la familia igual, como no puedo despedirme de todos en varias cartas, lo hago a través de ésta. Que no se preocupen, que el apellido Manzanero brillará en la historia, pero no por crimen.
Nada más, no tener remordimiento y no perder la serenidad, que la vida es muy bonita y por todos los medios hay que conservarla. Madre, ánimo y no decaiga. Vosotros ayudar a que viva madre, padre y los hermanos. Padre, firmeza y tranquilidad.
Dar un apretón de manos a toda la familia, fuertes abrazos, como también a mis amigas, vecinos y conocidos.
Mis cosas ya os las entregarán, conservar algunas de las que os dejo. Muchos besos y abrazos de vuestra hija y hermana, que muere inocente.
Dioni".
VICTORIA MUÑOZ GARCÍA (18 años). Nacida y residente en Madrid. En 1936 se incorporó a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Al acabar la guerra, su amigo Julián Muñoz Tárrega la incorporó al grupo que dirigía Sergio Ortiz en el sector de Chamartín de la Rosa, del que también formaron parte Ana López, Elena Gil, Luisa Rodríguez y Martina Barroso. Victoria era la hermana de Gregorio Muñoz "Goyo", responsable militar del sector. Tenía dieciocho años al ingresar en la cárcel de Ventas el 6 de junio de 1939. Su hermano Juan había sido asesinado a golpes, muriendo a consecuencia de las palizas recibidas y su otro hermano, Gregorio, fue fusilado el 18 de mayo.
LUISA RODRÍGUEZ DE LA FUENTE (18 años) De profesión sastra, nacida y vecina del barrio Chamartín de la Rosa (Madrid). Ingresó en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) al declararse la guerra, colaborando en trabajos de retaguardia. Tras el fin de la guerra se encontró con Julián Muñoz mientras paseaba por la que había sido Avenida de la Libertad, en el barrio de Tetuán, junto a su amiga Antonia Torres. Julián les informó que las JSU se habían vuelto a organizar, animándolas a unirse al grupo dirigido por Sergio Ortiz en Chamartín de la Rosa, del que también formarían parte Ana López, Victoria Muñoz, Elena Gil y Martina Barroso. Fue detenida el 28 de abril de 1939, denunciada por el agente de policía Manuel Fernández, que conocía de su identificación con la izquierda durante la guerra. Según sus declaraciones, Julián le habría ofrecido el cargo de jefe de un grupo del sector de Chamartín de la Rosa, para el que tenía que buscar a cinco jóvenes dispuestos a formar parte de él. Cuando fue detenida tan sólo había tenido tiempo de convencer a su primo Isidro Hernández de la Fuente, secretario del Círculo de Vicente Barrios. Ingresó en la cárcel de Ventas en mayo de 1939, siendo la primera de las Trece Rosas en entrar en la prisión.
LA DÉCIMO CUARTA ROSA: ANTONIA TORRE YELA (18 años) Operaria fabril. Nacida en Tetuán y vecina de Madrid. Trabajaba en una fábrica de sobres. En octubre de 1936 ingresó en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Tras la guerra civil, formó parte de un grupo, al mando de Sergio Ortiz, organizado en Chamartín de la Rosa (Madrid), para tomar parte en los trabajos clandestinos de las JSU pero no llegaron a realizar ninguno porque fueron detenidos rápidamente. Fue encarcelada en la prisión madrileña de Ventas el 3 de junio de 1939. Fue la "rosa decimocuarta". Por un error de transcripción, en el oficio entregado al piquete de ejecución figuraba como "Antonio", no fue ejecutada con las demás el 5 de agosto de 1939, sino que la ejecutaron el 19 de febrero de 1940.
Antonia Torre Yela figura erróneamente en diversos listados y documentos oficiales como Antonia Torres Llera y así lo informó un familiar suyo en carta a El País, hace varios años (pp. 328-329 de la tesis doctoral de Fernando Hernández Holgado).
“QUE MI NOMBRE NO SE BORRE EN LA HISTORIA”
La Historia pone a cada persona en su lugar. Los nombres de Las Trece Rosas no se han borrado en la Historia, como pidiera Julia Conesa Conesa, en la última carta que pudiera escribir a su familia, poco antes de ser asesinada.
Ana López Gallego, Victoria Muñoz García, Martina Barroso García, Virtudes González García, Luisa Rodríguez de la Fuente, Elena Gil Olaya, Dionisia Manzanero Sala, Joaquina López Laffite, Carmen Barrero Aguado, Pilar Bueno Ibánez, Blanca Brisac Vázquez, Adelina García Casillas y Julia Conesa Conesa siguen presentes en la memoria de las personas de bien.
Alcanzó a escribir Julia Conesa Conesa en su último mensaje:
“Madre, hermanos, con todo el cariño y entusiasmo os pido que no me lloréis nadie. Salgo sin llorar. Me matan inocente, pero muero como debe morir una inocente. Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija, que ya jamás te podrá besar ni abrazar”. Una carta que Julia concluye pidiendo un último deseo:
“QUE MI NOMBRE NO SE BORRE EN LA HISTORIA”
A LAS TRECE ROSAS
Poema de Julián Fernández del Pozo
Madrid se viste de luto,
por trece rosas castizas,
trece vidas se cortaron,
siendo jóvenes, casi niñas.
Malditas sean las almas,
de sus verdugos fascistas,
que con guadañas de odio,
segaron sus cortas vidas.
España es vuestra madre,
su cielo vuestra sonrisa,
sus campos tienen la sangre,
de unas rosas, casi niñas.
El pueblo de Madrid os quiere,
ese pueblo que abomina,
de salvadores de patrias,
de rojos y de fascistas.
Madrid es patria de todos,
su nombre solo mancillan,
el odio de los caciques,
cuya razón es la envidia.
Las rosaledas de parques,
de esta, nuestra España chica,
reflejarán vuestras caras,
vuestras sonrisas de niñas.
Benditas seáis mil veces,
benditas vuestras familias,
malditos los asesinos,
que nuestras rosas marchitan.
¿QUIÉN FUE ISIDRO CERDEÑO GURICH, PRESIDENTE DEL CONSEJO DE GUERRA QUE IMPUSIERA LA PENA DE MUERTE A LAS TRECE ROSAS?
En general, se suele recordar a Las Trece Rosas que, como surge de lo expuesto precedentemente no tuvieron otra culpa que la de pensar en forma opuesta a la ideología que el régimen totalitario, absolutista y dictatorial encabezado por Francisco Franco Bahamonde. No eran penalmente responsables de ningún ilícito, vale decir, eran inocentes condenadas.
Pero, si bien políticamente responsable de sus muertes fue el dictador Franco, jefe del “movimiento” delictivo que se alzara contra la República y la estructura constitucional y jurídica que la sostenía, caben las preguntas:
¿Quién fue el homicida responsable?
¿Quién ordenó que fuera ejecutadas?
¿De quién fue la mano asesina de la confianza de Franco?
Presidía el Consejo de Guerra Permanente número 9 de la plaza de Madrid el entonces TCnel Isidro Cerdeño Gurich. Éste sujeto, hombre de confianza de Franco era, sobre todo, un sujeto repudiable, un fascista resentido.
Los Cerdeño Gurich fueron cuatro hermanos: Josefina, casada con José María Arcila López, fallecida el 1 de agosto de 1930; Isidro, María y Rafael. El único hijo de María fue Rafael de Miguel Cerdeño, un falangista muerto durante la guerra, motivo por el que la Falange condecoró a su madre con la “Medalla de la Vieja Guardia”.
Rafael Cerdeño Gurich fue nombrado, tras el fin de la guerra, como presidente de los Consejos de Guerra de Barcelona.
Isidro Cerdeño Gurich, casado con Adela Catalina, tuvo dos hijos (ambos fascistas): el cadete de artillería Manuel Cerdeño Catalina, muerto en Madrid el 20 de julio de 1936 entre los sublevados del Cuartel de la Montaña, en la Montaña de Príncipe Pío, actual Parque de la Montaña (donde está el Templo de Debod). El otro, Isidro Cerdeño Catalina, teniente de artillería, fue fusilado el 7 de noviembre de 1936, en Paracuellos del Jarama.
Los hermanos Isidro y Rafael, resentidos carniceros enfurecidos por haber perdido hijos y sobrinos durante la guerra, evidenciaron las mejores condiciones para ser tenidos en cuenta por Franco, llevándolo a nombrarlos para la ejecución del genocidio político en las dos principales ciudades de España –Madrid y Barcelona-, como presidentes de los principales consejos de guerra.
Siendo primer teniente, el 31 de mayo de 1906 Isidro Cerdeño Gurich fue uno de los que estuviera en las inmediaciones de la calle Mayor cuando, tras la boda real de Alfonso XIII y Victoria Eugenia, volviendo la comitiva desde la iglesia de los Jerónimos al madrileño Palacio Real, desde el balcón de la pensión en la que se hospedaba, en el tercer piso del número 88 (actual 84) de la citada calle Mayo, Mateo Morral Roca arrojara un artefacto explosivo de fabricación casera.
Por tal motivo, por orden real de recompensas de, 8 de junio de 1906, fue uno de los premiados, al considerarse que era de aquellos que permanecieran “firmes en sus puestos, dando señalado ejemplo de serenidad y disciplina, hecho que por las circunstancias que en él concurrieron debe ser considerado como de guerra, el Rey (q,D.g.), por resolución de esta fecha, se ha servido conceder á los coroneles, jefes, oficiales, tropa y paisanos comprendidos en la siguiente relación, que empieza con D. Andrés Ripollés y Baranda y termina con Francisco Civico Zamora, las recompensas que en la misma se expresan…” (Diario Oficial del Ministerio de la Guerra, Año XIX, Num. 121, domingo 10 de junio de 1906, Tomo II, páginas 565 a 570).
Siendo comandante del regimiento número 31, quedó en disponibilidad en esa división orgánica por disposición del entonces presidente de la República Española don Manuel Azaña Díaz, de 13 de agosto de 1932, publicada en el Diario oficial núm. 192 de 14 de agosto de ese año, página 342.
Tras el fin de la guerra civil, por la Orden de 15 de junio de 1939, asignando destinos, Isidro Cerdeño Gurich fue confirmado en la Auditoría de Guerra del Ejército de Ocupación de Madrid (Boletín Oficial del Estado, Núm. 168, de 17 de junio de 1939, página 330).
El 8 de mayo de 1940, ya siendo coronel de infantería, Isidro Cerdeño Gurich, fue nombrado Coronel inspector de los campos de concentración de prisioneros. Convirtiéndolo en algo así como un Heinrich Luitpold Himmler, no ya de Hitler, sino de Franco.
Isidro Cerdeño Gurich murió en Madrid el 9 de junio de 1940 (cuando aún no se había cumplido un año del asesinato de Las Trece Rosas, del que fuera responsable, por ordenar su ejecución).
Eso si, se cansaron de hacerle misas y funerales. Se desconoce si, a fuerza de misas, habrán logrado limpiar su alma; su imagen sigue sucia, como lo estuviera siempre.
“LAS TRECE ROSAS” EN EL CINE
El drama se centra en la tragedia de LAS TRECE ROSAS.
La coproducción italo-española, del año 2007, dirigida por Emilio Martínez-Lázaro fue realizada sobre el guion de Ignacio Martínez de Pisón (basado en la historia de Pedro Costa, Ignacio Martínez de Pisón y Emilio Martínez-Lázaro)
Integraron el reparto:
Pilar López de Ayala, Verónica Sánchez, Marta Etura, Nadia de Santiago, Bárbara Lennie, Goya Toledo, Félix Gómez, Fran Perea, Enrico Lo Verso, Miren Ibarguren, Asier Etxeandia, Alberto Ferreiro, Luisa Martín, Secun de la Rosa, Adriano Giannini, Gabriella Pession, Patrick Criado, Leticia Sabater, Alberto Chaves.
Para verla, cliquear sobre la siguiente imagen:
Ⓒ Enrique F. Widmann-Miguel (IberInfo / Buenos Aires)
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