Plaza de Mayo - Buenos Aires
La Plaza de Mayo es un símbolo fundacional de Buenos Aires, la más antigua de sus plazas y constituye el marco esencial de los hechos político y sociales de la historia de la Nación.
En su configuración física actual, surgió de la unión de las plazas de la Victoria y del Fuerte al demolerse -en mayo de 1884- la Recova que la atravesaba de norte a sur.
ANTECEDENTES
Transcurridos ochenta años de la llegada América de la expedición comandada por Cristóbal Colón, fueron dictadas las “Ordenanzas de descubrimiento, nueva población y pacificación de las Indias”, dadas por Felipe II el 13 de julio de 1573 en el bosque de Segovia. Estas Ordenanzas tuvieron como fin dar solución oficial y definitiva a la penetración en Indias, ordenando metódicamente la experiencia acumulada en 75 años de penetración indiana, sustentada hasta entonces en la política de asentamiento basada en el régimen de Capitulaciones.
Las Ordenanza se caracterizaron por ofrecer una solución moderadora de la penetración violenta en favor de la penetración pacífica y exclusivamente evangelizadora: Surge, por primera vez, con ellas el término “pacificación” en contraposición al de “conquista”; dando por terminada la penetración violenta, sustituyéndola por el asentamiento y la penetración pacífica:
Sus 148 capítulos regulan tres asuntos:
1) Los descubrimientos (Capítulo 1 al 31)
2) Los asentamientos (Capítulo 32 al 137)
3) Las pacificaciones (Capítulo 138 al 148).
La Regulación de los asentamientos consiste en una reglamentación minuciosa de los diversos aspectos que presenta el establecimiento de poblaciones.
Con relación a la estructura urbana, establece como patrón la forma reticulada, apartándose del modelo medieval castellano, mezcla de trazado musulmán con el monasterio cristiano (“ciudad convento”) que, con la ventaja del espacio en tierras americanas, daría lugar a la formación de ciudades abiertas. Establecía como debían ser las ciudades, calles y plazas americanas. Así, el perímetro de la Plaza Mayor debía ser rectangular con un largo de una vez y media su ancho.
Capítulo 112: ”La plaça maior de donde se a de començar la poblaçión, siendo en costa de mar, se deve hazer al desembarcadero del puerto; y siendo en lugar mediterráneo, en medio de la poblaçión la plaça; sea en quadro prolongada, que por lo menos tenga de largo una vez y media de su ancho, porque desta manera es mejor para las fiestas de a cavallo y cualesquiera otras que se hayan de hazer.”
FUNDACIÓN DE BUENOS AIRES
D. Pedro de Mendoza, que llegara al Río de la Plata como Adelantado, con los títulos de Gobernador, Capitán General de las Provincias del Río de la Plata y Alguacil Mayor, por la autoridad conferida se asentó con sus expedicionarios entre el 2 y el 3 de febrero de 1536 en el lugar que denominara Real y puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Ayre, en la margen derecha del Río de la Plata, en el sitio que se estima correspondería al actual Parque Lezama, de la capital argentina. En realidad, no fundó la ciudad, porque carecía de atribuciones legales para hacerlo, no cumpliendo –en consecuencia- con los requisitos formales que imponía el marco legal de la Corona española de la época.
El 15 de junio de 1536 el lugarteniente de don Pedro de Mendoza, Juan de Ayolas, emplazó en un lugar cercano a las ruinas de Sancti Spíritu el Fuerte de Corpus Christi (destruido por aborígenes timbúes el 3 de febrero de 1539).
En diciembre de 1536 nativos querandíes superaron las defensas del poblado de Buenos Aires, penetraron en él, dando muerte a gran parte de los pobladores y lo incendiaron, destruyéndolo totalmente. Pedro de Mendoza y algunos españoles lograron escapar a la matanza y marcharon hacia el norte, alcanzando a refugiarse en las ruinas de Sancti Spíritu.
Desde allí, Mendoza envió una pequeña partida al mando de su lugarteniente Juan de Ayolas hacia el norte, para reconocer las orillas del río. Ayolas, acosado por las pestes, el hambre y los continuos ataques de los indios, no pudo cumplir con la tarea encomendada y comenzó el regreso a Sancti Spiritu.
Tras muchas penurias, privaciones y desventuras por parte de los pobladores, don Pedro de Mendoza, enfermo y desalentado por las malas noticias que recibía de Ayolas, decidió retornar a la Península. Para ello delegó el mando en Francisco Ruiz Galán, quien debía esperar el regreso de Juan de Ayolas y embarcó, zarpando rumbo a España el 22 de abril de 1537.
No alcanzó a llegar. Murió en alta mar durante el viaje de regreso a España, se cree que afectado de sífilis; siendo su cuerpo arrojado al mar, cerca de las islas Canarias, el 23 de junio de 1537.
Tras zarpar Mendoza, Buenos Aires volvió a ser reconstruida; hasta que a finales de junio de 1541 fue despoblada e incendiada. Sus 350 habitantes marcharon hacia el norte, procurando llegar a Asunción del Paraguay.
Ya en 1580, con el fin de repoblar el lugar, Juan de Garay (Juan García Garay) decidió bajar desde Asunción hasta Santa Fe, población que el mismo fundara siete años antes, el 15 de noviembre de 1573, en compañía de un grupo de mancebos de la tierra (criollos) también llegados desde Asunción, haciéndolo en cercanías de la actual localidad de Cayastá, en las barrancas del río Quiloazas (actualmente San Javier); población que entre el 5 de octubre de 1650 y diciembre de 1660 fue trasladada a unos 80 kms. hacia el sur, hasta su actual ubicación (la de la capital provincial de Santa Fe), desde entonces denominada Santa Fe de la Vera Cruz.
Para la nueva expedición Garay hizo los aprestos necesarios, partiendo con sesenta soldados que respondieran al bando de convocatoria por el que se ofrecieran tierras y otras mercedes a los nuevos pobladores: Luis Gaytán, Pedro Ávalos, Domingo de Irala, Miguel López Madera, Miguel Gómez, Jerónimo Pérez, Juan Basualdo, Diego de Barieta, Víctor Cano, Pedro Luis, Pedro Fernández, Pedro Franco, Alonso Gómez, Esteban Alegre, Pedro de Izarra, Pedro Fernández de Zárate, Baltasar de Carbajal, Antonio Bermúdez, Jusepe de Zayas, Francisco Bernal, Miguel del Corro, Bernabé Veneciano, Cristóbal de Altamirano, Pedro de Jerez, Sebastián Bello, Juan Domínguez, Pedro de Isbran, Pedro Rodríguez, Pedro de Quirós, Alonso de Escobar, Antonio de Higueras de Santana, el adelantado don Gonzalo Martel de Guzmán, Juan Ruiz de Ocaña, Juan Fernández de Enciso, Hernando de Mendoza, Pedro Morán, Rodrigo de Ibarrola, Andrés Vallejos, Pedro de Zayas, Lázaro Guiriveo, Juan de Carbajal, Pantaleón, Pedro de Medina, Juan Martin, Esteban Ruiz, Andrés Méndez, Miguel Navarro, Sebastián Fernández, Juan de España, Ambrosio de Acosta, Rodrigo Gómez, Pablo Cimbrón, Antonio Roberto, Jerónimo Núñez, Pedro de la Torre, Domingo de Arramendia, Antón de Porras, Ochoa Márquez, Juan Rodríguez, Alonso Parejo, Pedro Hernández y Juan de Garay.
Por éste orden están sus nombres en la lista de las reparticiones de tierras y solares en que dice que son los que se alistaron debajo del estandarte real en la Asunción para salir a la nueva población a la que, en efecto, vinieron.
Cabe tener en cuenta que, pese a su jerarquía, Juan de Garay escogió para si el último lugar; además, se incluyó en la repartición al noble extremeño Juan de Altamirano, no porque hubiera salido de Asunción, sino porque se agregó a los pobladores, tras librarse de su cautiverio, como se verá más adelante.
También fue adjudicataria de solar y tierras Ana Díaz, que era viuda y quiso venir a la nueva ciudad para no apartarse de una hija, casada con uno de los pobladores.
La expedición partió de Asunción el 9 de marzo de 1580 en una flotilla integrada con la carabela ‘Cristóbal Colón’, dos bergantines y naves menores, en las que llegaron a Santa Fe, donde quedaron durante algunos días para reforzarse y esperar la llegada de los caballos, conducidos por tierra. Al cabo de esos días, parte de los expedicionarios siguió hacia el sur, navegado por el río Paraná, comandados por Garay y otra parte lo hizo por tierra, llevando al frente a Alonso de Vera y Aragón y Calderón, apodado ‘Cara de Perro’ por su gesto hosco, hijo de Rodrigo de Vera y Aragón y Torres y sobrino del adelantado Juan Torres de Vera y Aragón; quien en 1585 fundaría Concepción del Bermejo.
Las naves de Garay llegaron a la boca del Riachuelo el domingo 29 de mayo de ese año; desembarcando en el mismo lugar donde en 1536 lo hiciera el adelantado don Pedro de Mendoza.
La columna que se desplazara por tierra por tierra llegó a fines de junio.
Con premura, la gente que arribara con Garay realizó obras para quedarse en el lugar, levantando un reducido asentamiento situado algo más al norte (área de la actual Plaza de Mayo, de la ciudad de Buenos Aires) del que se levantara con don Pedro de Mendoza. Con esas nuevas construcciones ya realizadas, el día sábado 11 de junio de 1580 (según el calendario juliano entonces vigente), se celebró la ceremonia fundacional en el lugar, un alto dominante sobre el Río de la Plata.
Tengamos en cuenta que el calendario gregoriano, denominado así por haber sido promovido por S.S. el papa Gregorio XIII, sustituyó en 1582 al calendario juliano, hasta entonces desde que Julio César lo instaurara en el año 46 a. C. El papa Gregorio XIII promulgó el uso de este calendario por medio de la bula Inter Gravissimas llevándose a la práctica en octubre de 1582. Con el ajuste del tiempo resultante, al jueves (juliano) 4 de octubre de 1582 le sucedió el viernes (gregoriano) 15 de octubre de 1582; desapareciendo diez días, que ya se habían contado de más en el calendario juliano.
Ello explica que si bien de la lectura del acta labrada por don Juan de Garay surge que se menciona como sábado el día de la fundación de Buenos Aires (11 de junio de 1580, San Bernabé), el resultado del cálculo matemático actual, sobre la base del calendario gregoriano, indica que habría sido miércoles.
El acta respectiva comienza en los siguientes términos:
“En el nombre de la Santísima Trinidad, padre é hijo y Espíritu Santo, tres personas y un solo Dios verdadero, que vive y reyna por siempre jamás amen, y de la gloriosísima Virgen Santa Maria, su madre, y de todos los santos y santas de la corte del cielo, yo Juan Garcia Garay, teniente de Governador y Capitan General y Justicia mayor y alguacil mayor en todas estas provincias, por el muy Ilustre el Licenciado Juan de Torres de Vera y Aragon, del Consejo de su magestad, y su oidor en la Real Audiencia de la ciudad de la Plata en los Reynos del Pirú, Adelantado y gobernador y Capitan General y justicia mayor y alguacil mayor en estas dichas provincias del Rio de la Plata, por la magestad Real del Rey don Felipe nuestro señor, conforme y al tenor desus Reales provisiones y capitulacion, dadas y hechas con el muy Ilustre señor adelantado Juan Ortiz de Zárate, difunto, su antecesor, y por virtud de la cláusula de su testamento y disposicion por lo cual le sostituyó y eligió por sucesor segun que todo mas largamente por las dichas escrituras consta, á que me refiero: digo, que en cumplimiento de lo capitulado y asentado con su magestad por el dicho señor Adelantado Juan Ortiz de Zárate, y en lugar del dicho señor Adelantado Juan de Torres de Vera y Aragon, su sucesor, y en nombre de la magestad Real del Rey don Felipe nuestro señor, hoy sábado, dia del señor San Bernabé, once dias del mes de junio del año del nacimiento de nuestro señor Jesucristo de mil y quinientos ochenta años, estando en este puerto de Santa Maria de Buenos Ayres, que es en la provincia del Rio de la Plata, intitulada la nueva Vizcaya, é fundo en el dicho asiento é puerto una ciudad, la cual pueblo con los soldados y gente que al presente tengo, é traido para ello, la yglesia de la cual pongo su advocacion de la Santísima Trinidad, la cual sea é ha de ser yglesia mayor é perroquial, contenida y señalada en lata que tengo fecha de la dicha ciudad y la dicha ciudad mando se intitule la ciudad de la Trinidad…”
Según el documento, se la denominó “Ciudad de Trinidad”, en memoria del arribo, que tuviera lugar el domingo de la Santísima Trinidad. Al puerto se le dio el nombre de “Santa María de los Buenos Aires”. Cumpliéndose con todas las formalidades: se señalaron ministros de justicia y regidores, se plantó el rollo y se levantó el Real Estandarte, en nombre del rey don Felipe; también se hizo repartición de soldados, delineando la planta de población que se había de seguir.
Años antes, Juan Ortiz de Zárate, tercer adelantado del Río de la Plata, había denominado oficialmente a ésta región como “Nueva Vizcaya”, en homenaje a su tierra de origen; ya que había nacido en la villa de Orduña (Vizcaya) hacia 1515.
Tras varias escaramuzas con los querandíes, que poblaban estas tierras, se unió a los expedicionarios españoles el noble extremeño don Cristóbal de Altamirano, apresado por los charrúas después de la fundación de Santa Fe en la isla San Gabriel, situada en el Río de la Plata, a unos 3 kilómetros de la costa del actual departamento uruguayo de Colonia. Altamirano quedó posteriormente en manos de de los querandíes, de los que pudo escapar tras la llegada de Garay al Río de la Plata.
Cuando Garay fundara Buenos Aires, reservó para la plaza pública una porción de terreno de forma cuadrada, de 140 varas de lado, que se denominó Plaza Mayor o Plaza Grande. Vale decir, no dio cumplimiento a la disposición del capítulo 112 de las ‘Ordenanzas de descubrimientos, nueva población y pacificación de las Indias’, dadas por Felipe II en julio de 1573, ya que el perímetro de la Plaza Mayor debía ser rectangular con un largo de una vez y media su ancho (en quadro prolongada, que por lo menos tenga de largo una vez y media de su ancho).
Ocupaba aproximadamente la mitad del tamaño actual de la Plaza de Mayo (unas 2 hectáreas) y estaba delimitada por las líneas de las actuales avenida Rivadavia y las calles Bolívar, Hipólito Yrigoyen y Defensa.
El terreno situado hacia el este, vale decir, hacia el Río de la Plata, correspondiente al cuadro que forman las actuales avenida Rivadavia y las calles Defensa, Hipólito Yrigoyen y Balcarce, fue dado en propiedad al cuarto adelantado del Río de la Plata, Juan Torres de Vera y Aragón, originario de Estepa (Sevilla), quien no llego a edificar sobre el mismo (denominado Solar del Adelantado), dejándolo abandonado, hasta que en 1608 el procurador general pidió que fuera destinado a plaza.
LOS JESUITAS. TEMPLO Y COLEGIO DE SAN IGNACIO
Pero fue en ese año (1608) cuando los padres jesuitas, a quienes el entonces gobernador del Río de la Plata y del Paraguay Hernando Arias de Saavedra otorgara permiso, tomaron posesión del cuarto noreste del terreno, donde levantaron una pequeña capilla y unos ranchos de adobe y techos de junco, materiales habitualmente empleados en la construcción, ya que aún no se fabricaban ladrillos en la villa; no habiendo madera ni piedra en la región, comenzando a ser denominado como Solar de los Jesuitas.
Estas construcciones dieron origen al templo de San Ignacio que, si bien nació bajo la advocación de Nuestra Señora de Loreto, tras ser beatificado Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús (27 de julio de 1609), se le dio el nombre de San Ignacio en 1610.
En 1617, nuevamente a instancias de Arias de Saavedra, los jesuitas abrieron un colegio y ampliaron la iglesia.
En 1619 el gobernador Juan Alonso de Vera y Zárate (quinto Adelantado del Río de la Plata), heredero Juan Torres de Vera y Aragón, hizo construir casas de viviendas frente a la capilla, separadas de ésta por un callejón.
Juan Alonso de Vera y Zárate fue el quinto Adelantado del Río de la Plata, el primero nacido en tierras americanas y de origen mestizo.
Nació hacia 1579 en la ciudad de La Plata de la Nueva Toledo (actual Sucre, capital constitucional de Bolivia), provincia de Charcas, Virreinato del Perú, integrante entonces del Imperio español. Fue hijo del cuarto adelantado del Río de la Plata, Juan Torres de Vera y Aragón y de Juana Ortiz de Zárate y Yupanqui, nacida de la unión entre Juan Ortiz de Zárate con la princesa inca Leonor Yupanqui, hija del segundo emperador Túpac Yupanqui, (décimo soberano inca desde 1471) y de su esposa principal y hermana Mama Ocllo.
Su tía materna fue Isabel Chimpu Ocllo, enlazada con el hidalgo extremeño, natural de Badajoz, Sebastián Garcilaso de la Vega, corregidor del Cuzco desde 1554, padres del Inca Garcilaso de la Vega.
Juan Alonso de Vera y Zárate tuvo, además, un hermano por parte de padre, concebido en una mujer hidalga en su primera visita a la ciudad, fue llamado Gabriel de Vera y Aragón, regidor del Cabildo de Asunción en 1612 y en 1628 y posteriormente teniente de gobernador general de Asunción, en 1632.
El constructor de las casas de vivienda que Juan Alonso de Vera y Zárate hiciera construir, no recibió la paga convenida y lo demandó, perdiendo el juicio el Adelantado, rematándose el parte terreno, que fue vendido en la subasta realizada en 1634 a don Pedro de Rojas y Acevedo, cuya viuda lo donara a los jesuitas en 1645.
Ya en 1649 los herederos de Vera y Zárate cedieron sus derechos a los mismos padres, con lo que éstos vinieron a quedar dueños legales de toda la manzana.
Las casas que hiciera construir Juan Alonso de Vera y Zárate, además de desentonar con el lugar, desde el marco estratégico-militar constituían un estorbo considerable, ya que obstruían el campo de tiro del Fuerte, situado hacia el este, a escasos metros de la orilla del Río de la Plata; impidiendo maniobrar a la artillería en caso de ataque.
Por tal motivo, don Alonso Mercado y Villacorta, hidalgo catalán que fuera gobernador del Río de la Plata (entre 1660 y 1663), resolvió comprar en 1661 la manzana en cuestión, haciendo demoler las construcciones que se levantaran en ella.
Así volvió a quedar terreno libre entre el Fuerte y la Plaza Mayor, denominándoselo Plaza de Armas (que también se conoció como Plaza del Fuerte), aunque no era más que un hueco o baldío.
Los jesuitas tuvieron que abandonar el solar y la construcción levantada a partir de 1608, trasladándose a otro solar cercano, a unos trescientos metros hacia el sudoeste, que doña Isabel Carvajal, viuda de Gonzalo Martel de Guzmán, sin hijos, donara a la Compañía de Jesús, delimitado aproximadamente por las líneas de las actuales calles Bolívar, Moreno, Perú y Adolfo Alsina (Manzana de las Luces).
Allí también inicialmente se construyó la segunda iglesia, también realizada en adobe, concluida hacia 1675 según la inscripción obrante en un trozo de mármol hallado y recuperado durante la realización de obras en el siglo XIX, que fue emplazado en el claustro del antiguo Colegio de San Ignacio (actual Colegio Nacional de Buenos Aires), anexo a la iglesia.
En 1686 comienzan a producir los primeros hornos de ladrillos de Buenos Aires, y con ellos se construyeron la torre sur y los muros del frente que aún mantiene la actual iglesia.
El Colegio de San Ignacio fue el primer antecedente educacional de la orden de los jesuitas en el Río de la Plata, con relación a la función que le encomendara el Cabildo de Buenos Aires en 1654, de atender la educación juvenil.
La Pragmática Sanción de 1767 dictada por Carlos III el 2 de abril de 1767, dispuso la expulsión (estrañamiento, según el término de la época) de los miembros de la Compañía de Jesús de los territorios de la corona española; la Pragmática tuvo fundamento intelectual aportado por Pedro Rodríguez de Campomanes y Pérez (futuro conde de Campomanes), entonces fiscal del Consejo de Castilla, de orientación regalista. Con la expulsión, se ordenó también la incautación del patrimonio que la Compañía de Jesús
Al mismo tiempo, se disponía la incautación del patrimonio que la Compañía tenía en los territorios de la Corona (inmuebles, bibliotecas, hacienda), no encontrándose el tesoro que se suponía tenía.
Los jesuitas tuvieron que dejar sus obras educativas y sus misiones, entre otras, las reducciones guaraníes, las menos de Baja California, Sonora y sierra Tarahumara) y las del Amazonas (misiones del Marañón).
EL VIRREINATO DEL RÍO DE LA PLATA
La enorme extensión del virreinato del Perú dificultaba las tareas de gobierno y la administración, siendo el motivo de mayor peso para la división del territorio.
Durante el siglo XVIII, la Casa de Borbón que reemplazara a la Casa de Austria en el Imperio Español desde el 16 de noviembre de 1700, introdujo importantes transformaciones en los territorios americanos, que hasta entonces había tenido relativa autonomía, transformándolos en entidades completamente dependientes de las decisiones tomadas en España, en su mayor parte, en beneficio de la Península.
Una de las consecuencias de estas reformas políticas, fue la creación en forma provisional, el 1 de agosto de 1776 y definitivamente el 27 de octubre de 1777, del virreinato del Río de la Plata (también denominado virreinato de las Provincias del Río de la Plata o virreinato de Buenos Aires), entidad territorial establecida por la Corona de España en América, en tierras entonces integrantes del Imperio español.
Así lo dispuso el entonces rey Carlos III de España, a propuesta de su ministro de Indias José de Gálvez y Gallardo, estableciendo su capital en la ciudad de Buenos Aires, población de poca importancia hasta entonces.
El Virreinato del Río de la Plata surgió de la escisión del Virreinato del Perú, integrándose con territorios de las gobernaciones de Buenos Aires, Paraguay, Tucumán y Santa Cruz de la Sierra; el corregimiento de Cuyo de la Capitanía General de Chile y los corregimientos de la provincia de Charcas (actualmente repúblicas Argentina, Oriental del Uruguay, Paraguay, Estado Plurinacional de Bolivia y partes del sur de Brasil, norte de Chile y sureste de Perú); también las islas Malvinas. Incluyendo nominalmente las islas de Fernando Poo (actual Bioko) y Annobón, actual República de Guinea Ecuatorial, en África, cedidas por Portugal en 1777, aunque el intento por colonizarlas fracasó.
Sintetizando, el virreinato situado en el Cono Sur Sudamericano, sobre el océano Atlántico, con capital en el Río de la Plata, se extendía desde el continente africano hasta las costas del Océano Pacífico; si bien la historiografía argentina sostiene que el virreinato del Río de la Plata incluía los territorios de la Patagonia Occidental, situados al oeste de la cordillera de los Andes, esta posición es rechazada por la historiografía chilena. También se disputa si una franja de la costa norte de Chile integró también el virreinato, como lo afirman las posiciones históricas tradicionales argentina y boliviana, enfrentadas a la chilena, que lo rechaza.
El 27 de julio de 1776 el gobernador de Madrid, teniente general Pedro de Cevallos, recibió el nombramiento de comandante de la expedición a la América meridional que se alistaba en Cádiz, junto con el mando de las provincias del distrito de la Real Audiencia de Charcas y el corregimiento de Cuyo, en carácter de virrey y capitán general durante el tiempo que durare la misma. Cevallos debía retornar a su cargo en Madrid, una vez concluida la expedición, “…dejando entónces el mando militar i político de las provincias del Rio de la Plata en los términos en que han estado hasta ahora.”
Por Real Cédula del 1 de agosto de 1776, el rey Carlos III formalizó el nombramiento de Cevallos en calidad de Virrey. Esta Real Cédula creó un virreinato personal en favor de Cevallos, mientras durara su permanencia en el territorio, dispensado de todas las formalidades y exigencias a las que estaban sometidos los virreyes de acuerdo a las Leyes de Indias.
El 27 de octubre de 1777, en San Lorenzo de El Escorial, por una nueva Real Cédula, Carlos III dio por definitivamente constituido el virreinato, terminando con su carácter excepcional y personal designando al nuevo virrey, el teniente general Juan José de Vértiz y Salcedo.
Cuando Vértiz arribó a Buenos Aires, Cevallos le entregó el mando el 28 de junio de 1778, retornando a España con la mayor parte de las tropas con las que había llevado a cabo la expedición, falleciendo en Córdoba (Andalucía) el 26 de diciembre de ese año.
Habiendo sido expulsados los jesuitas en 1767, Juan José de Vértiz y Salcedo (segundo virrey del Río de la Plata, entre el 12 de junio de 1778 y el 7 de marzo de 1784) fundó el Real Colegio de San Carlos en el anterior Colegio de San Ignacio, que levantara la Compañía de Jesús. Funcionaría como Real Colegio de San Carlos hasta fusionarse luego de la Revolución de Mayo de 1810 con el Seminario Conciliar y más tarde Pueyrredón lo designaría como "Colegio de la Unión del Sud" (1818).
En 1821, ya en el gobierno de Martín Rodríguez, se estableció la Universidad de Buenos Aires y en 1823 el Colegio de la Unión del Sud se transformó en el Colegio de Ciencias Morales durante el ministerio de Bernardino Rivadavia, quedando bajo la tutela de la flamante Universidad y dirigido por Miguel Belgrano. Entonces el Colegio era un internado de la Universidad, con una disciplina muy rígida
Tras la caída de Bernardino Rivadavia, el gobernador Juan José Viamonte fusionó el Colegio con el de Estudios Eclesiásticos.
En 1830, el gobernador Juan Ramón González de Balcarce clausuró el Colegio. En 1836 fue reabierto —aunque arancelado— por Juan Manuel de Rosas, quien lo entregó a seis religiosos jesuitas, a los que posteriormente expulsó acusándolos de conspirar con los unitarios.
Durante esa etapa que se extendió entre 1836 y 1841, la institución tomó el nombre de Colegio de San Ignacio. Entre otro, allí se educaron Guillermo Rawson, José Benjamín Gorostiaga y Eduardo Costa.
Después de la batalla de Caseros, el solar del Colegio fue usado por un tiempo como cuartel.
Luego de la unificación argentina, el presidente Bartolomé Mitre creó en el mismo lugar el Colegio Nacional de Buenos Aires por decreto 5447 del 14 de marzo de 1863.
Amadeo Jacques, autor del plan de estudios de 1863, fue su rector más emblemático, y así lo relata el ex ministro Miguel Cané en su libro autobiográfico Juvenilia, que retrata el período del Colegio entre 1863 y 1868.
En gran parte, es mérito del Colegio que en 1821 se denominara a la manzana en la que está emplazado “Manzana de las Luces”, hasta hoy vigente.
A lo largo de los años fue objeto de variadas reparaciones. Tras la última restauración, se ve tal como era su aspecto en el siglo XVIII.
LA PLAZA DURANTE EL VIRREINATO
Pese a todo, las paredes de adobe de la primitiva iglesia de los jesuitas siguieron en el lugar, sirviendo hacia 1680 como alojamiento de un destacamento de tropas denominado de San Martín, creado para actuar contra los nativos pampas.
La plaza era entonces sede el mercado; por ello también se la denominó Plaza del Mercado y por tal motivo, desde 1695 tuvo vivienda allí el Fiel Ejecutor, responsable de observar y hacer cumplir que los productos que se vendían tuvieran el peso justo y el precio que les correspondía.
En el año 1717 también se instaló la cochera de las autoridades eclesiásticas y posteriormente, la cochera de gobernadores y de virreyes.
En 1800 el estado de la construcción era ruinoso, siendo motivo determinante de su demolición, en 1822. El terreno quedó vacío, sin un solo árbol y era atravesado por personas, caballos y carros; convirtiéndose en lodazal cuando llovía.
CABILDO DE BUENOS AIRES
El Cabildo, como institución, fue implantado por Juan de Garay en 1580, tras la segunda fundación de Buenos Aires, asignando el solar sobre el que había de levantarse el correspondiente edificio.
Siendo alcalde Manuel de Frías, el 3 de marzo de 1608 destacó la necesidad de contar con un edificio para el cabildo y para fin de mes, hacia el día 30 de marzo, los trabajos ya había comenzado sobre el lote que, a sus efectos, asignara Garay.
Cabe tener en cuenta que dicho solar, situado frente a la Plaza Mayor, no se ajustaba a lo reglamentado por la Leyes de Indias, cuanto establecían que el Cabildo debía ubicarse entre la Plaza y el Templo, junto a las Casas Reales y a la Aduana, en un sector más lejano.
En principio se levantaron dos salas modestas, destinadas a la Sala Capitular y la Cárcel. La obra estuvo a cargo del alarife Juan Méndez; Hernando de la Cueva fue el responsable de la tirantería; Pedro Ramírez tuvo a su cargo las puertas y ventanas; Hernando Álvarez el revoque y el blanqueo y unos tejeros brasileros realizaron la techumbre. Concluyéndose hacia 1610.
Los fondos necesarios para la construcción fueron obtenidos de los impuestos a las naves que arribaban y zarpaban del puerto de Buenos Aires.
En 1612 concluyeron las obras de las Casas del Cabildo, locales que luego se alquilarían.
Hacia 1614, debido a la cantidad de presos alojados en la Cárcel, el Cabildo resultó chico sus dependencias tuvieron que afectarse en su totalidad a la función carcelaria. Por ello, las reuniones de los miembros del Cabildo tuvieron que realizarse en la casa del gobernador y posteriormente en el fuerte.
La falta de mantenimiento hizo que pronto se viera en ruinas. El Cabildo original comenzó a derrumbarse en 1632, y hacia 1635 comenzó la construcción de un nuevo edificio, con marcada demora que se extendió por más de cinco, debido a la falta de fondos.
Ya en mayo de 1682, se propuso la construcción de un edificio de dos plantas, con la siguiente estructura proyectada:
-Planta alta: Sala Capitular y Archivo.
-Planta baja: cárcel para personas privilegiadas, calabozos comunes para hombres y otro para mujeres, cuarto para vigilancia y habitaciones para jueces y escribanos.
La propuesta no prosperó y hubo de mantenerse el edificio existente, a todas luces insuficientes, más aún con el incremento de la población.
En 1711 la Corona autorizó la construcción de un edificio más sólido.
En 1722 se rechazó, por el costo que implicaba, el proyecto del ingeniero Domingo Petrarca.
La construcción de un nuevo edificio comenzó el 23 de julio de 1725, siguiendo los planos de los arquitectos jesuitas Giovanni Battista Primoli y Andrea Bianchi (que en estas tierras se castellanizó como Andrés Blanqui).
La planta, realizada por Primoli en forma de "U" integraba las habitaciones y dependencias.
Bianchi tuvo a su cargo la parte más notoria: la fachada.
Según Dalmacio H. Sobrón, en su obra “Giovanni Andrea Bianchi. Un arquitecto italiano en los albores de la arquitectura colonial argentina” (Buenos Aires, editorial Corregidor, 1997) para la arquitectura de la fachada influyó en Bianchi, de origen lombardo, el barroco de Lombardía con mayor peso que el típico de España de la época. Bianchi estaba más inspirado por tratadistas italianos del S. XVI, como el veneciano Andrea Palladio, el boloñés Sebastiano Serlio y Jacopo (o Giacomo) Barozzi o Jacopo Vignola, por ser originario de esta localidad, cercana a Módena.
Por ello, aunque el del Cabildo es un edificio bastante austero, Bianchi aplicó el arco albertiano, que retoma el motivo del arco triunfal romano; con el detalle que en el Cabildo se utiliza superpuesto en dos plantas: en el centro de la galería superior que da al balcón y en el centro de la galería inferior.
Un elemento más del barroco lombardo es la cornisa curva de la torre semejante a la del Santuario della Madonna dei Ghirli, en Campione d’Italia (provincia de Como-Lombardía). También, a modo decorativo, están presentes las pilastras toscanas pareadas, de modo que forman nichos entre ellas. Nichos que en la tradición italiana servían para colocar esculturas en ellos (aunque en el Cabildo esto nunca se llevó a cabo).
En 1728, con motivo de la partida de los arquitectos a la ciudad de Córdoba, donde trabajarían en la prosecución de las obras de la Catedral, se interrumpió la construcción del Cabildo; reanudándose en agosto de 1731, con los maestros albañiles Miguel Acosta y Julián Preciado. Poco duraron los trabajos, ya que tuvieron que suspenderse otra vez en 1732, por falta de recursos económicos.
En agosto de 1731 se reiniciaron las obras que nuevamente se suspendieron en 1732 por falta de presupuesto.
Recién hacia 1740 quedó listo para ser utilizado, entregándose el edificio a las autoridades
Las puertas y rejas se instalaron en 1748. El grupo de carpinteros y herreros que, encabezados por Diego Cardoso, lo hiciera, llegó a recibir en pago por su trabajo barras de chocolate, ante la falta de otros recursos por parte del Ayuntamiento.
En diciembre de 1751 se concluyó el edificio, sin la torre que se construyó en 1764, según el plan del arquitecto español José Antonio Ibáñez.
El mismo año se adquirió un reloj en Cádiz, merced a la gestión realizada por el Procurador de la Ciudad ante Carlos III. Instalado el reloj en la torre, comenzó a funcionar el 1 de enero de 1765, siendo atendido por el maestro relojero Luis Cachemmaille.
La ciudad ya tenía un reloj público, el que se instalara en la torre de la iglesia de San Ignacio, en 1714.
Las campanadas del reloj del Cabildo quebraban la tranquilidad de la ciudad. Podían sonar reiteradamente, dando cuartos, medias y horas, además de las convocatorias a reunión. En 1770 el gobernador Bucarelli ordenó que dejase de sonar.
En 1765 se terminó la torre del Cabildo.
En 1767 se amplió la cárcel hacia los fondos del terreno, separándose entonces a hombres de mujeres.
En febrero de 1779, durante una tormenta, la torre del edificio fue alcanzada por un rayo que, según versiones, tocó directamente la frase "Casa de Justicia", borrando la sílaba “Jus” y los mecanismos del reloj resultaron dañados.
En 1783 se finalizó la Capilla y se agregaron más calabozos.
En 1794 el edificio fue sometido a una restauración general. El balcón concejil de hierro fue agregado a fines de s. XVIII.
Tras la Revolución de Mayo de 1810, que derrocara al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, iniciándose el proceso que llevara a la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata el Cabildo, como institución, se transformó en una Junta de Gobierno que funcionó hasta su disolución en 1821 por el gobernador de Buenos Aires Martín Rodríguez.
En el edificio del Cabildo de Buenos Aires funcionó la Real Audiencia de Buenos Aires, el más alto tribunal de apelación de segunda instancia en el territorio, desde 6 de abril de 1661 hasta el 23 de enero de 1812, fecha en la que fuera reemplazada por una Cámara de Apelaciones.
El 13 de septiembre de 1810 la Primera Junta creó la Biblioteca Pública de Buenos Aires, que funcionó durante sus dos primeros años en el edificio del Cabildo.
La institución que estuviera en el Cabildo durante más tiempo, fue la Cárcel de Buenos Aires, que lo hiciera desde 1608 hasta 1877, cuando los presos fueran trasladados a la desaparecida Penitenciaría Nacional de la calle Las Heras, entre Jerónimo Salguero y Coronel Días (actual parque Las Heras).
En 1879, con las reformas del arquitecto francés Pedro Benoit, la fachada perdió su estilo colonial y se italianizó: la tendencia de entonces hacia la moda europea rebajaban a la arquitectura colonial a un nivel inferior, considerándola como pobre e insípida,
Las reformas de Benoit hicieron que la torre se elevara a diez metros (tres pisos, cuando antes tenía sólo uno). El techo perdió las tradicionales tejas coloniales y en los balcones se instalaron balaustradas. La arcada principal quedó enmarcada por columnatas y toda la fachada se italianizó.
En 1881 la torre comenzó a ser revocada y se colocaron vidrios en la cúpula, que sirvió como faro para los buques fondeados frente a la ciudad.
En 1889, para hacer posible la apertura de la Avenida de Mayo, el ingeniero Juan Antonio Buschiazzo tuvo que hacer demoler los tres arcos del lado norte. Contemporáneamente fue demolida la torre que construyera Benoit, ya que su excesivo peso ponía en peligro la estabilidad de la construcción. Entonces el edificio perdió su simetría frontal.
En agosto de 1931, siendo presidente de facto José Félix Uriburu, se demolieron los tres arcos del lado sur para abrir la diagonal Julio A. Roca (Diagonal Sur), pese a las protestas generalizadas.
A partir de noviembre de 1939 comenzó a funcionar como museo; hoy Museo Histórico Nacional del Cabildo y de la Revolución de Mayo.
Hacia 1930, tras sucesivas modificaciones, se veía sin su torre, con la fachada modificada al estilo italiano.
Fue declarado monumento histórico nacional en 1933 y fue objeto de sucesivas alteraciones, fijándose su aspecto actual en 1940, cuando fuera restaurado recuperando su estilo colonial original.
Para los porteños, actualmente la expresión cabildo de Buenos Aires carece de significado institucional, siendo la que se utiliza para referirse al edificio modificado que, en tiempo, albergara al ayuntamiento.
Está situado en la calle Bolívar 65, frente a la Plaza de Mayo, el centro fundacional de la ciudad.
Hacia el norte del Cabildo, se encuentran otros importantes edificios, como el Palacio Municipal, con su cúpula original de 65 metros y el del Banco Argentino Uruguayo terminado hacia 1928.
Hasta las primeras décadas del siglo XX el Cabildo fue sede de dependencias judiciales.
Uno de los primeros jueces de Cámaras que tuvo la Nación, el Dr. Carlos Enrique Eguía y López, Juez de la Nación (1809-1891) y su hijo, el Dr. Máximo Eguía y Baserque-Argerich (fallecido en 1940), abogado, tenía su oficina en el Cabildo (el edificio seguía cumpliendo funciones judiciales, como en la Colonia), pero a principios de la década del ‘30 se comunicó a los funcionarios que tenían oficinas en el edificio que las fueran vaciando porque se iba a demoler; ya le habían quitado los tres arcos del ala Sur y quedaba demasiado chico para las funciones propias de la institución judicial.
En 1933, ya vacío, Carlos Alberto Pueyrredón presentó el proyecto para restaurarlo a la imagen que tenía en 1810, dado que había suficiente documentación como para rescatarlo (aparte que el edificio si bien había cambiado la fachada exterior, tenía gran parte de las aberturas y puertas originales), lo que terminó en la sanción de la Ley 11688 de 1933 que dispusiera la restauración del edificio.
Desde principios de 1931 la ciudad había empezado a protestar por unos dichos del intendente Guerrico quien afirmó que la demolición del ala Sur era "un paso hacia la total demolición del vetusto edificio que deberá desaparecer cuanto antes pues así lo reclama el progreso de la ciudad", y pidió a la Nación que le diese el edificio a la ciudad. Este dicho le costó la intendencia a Guerrico (quien jamás volvió a ocupar cargo público alguno) porque la gente no le perdonó la terrible estupidez que dijo sobre el edificio más querido por los porteños.
Ya la demolición del ala Sur había hecho que la ciudad se alzara (las protestas duraron más de tres años) y causó indignación en todos los vecinos del barrio de Montserrat (al que pertenece el Cabildo) y del resto del centro de la ciudad.
La velocidad con la que se sancionaron las diferentes leyes y la elección de Mario Buschiazzo como artífice de la restauración del edificio calmaron a la ciudad; Buschiazzo cargaba sobre sus hombros el salvataje y total restauración y reedificación de la Casa Histórica de la Independencia de la ciudad de Tucumán, que prácticamente ya no existía a principios de siglo XX: lo único que sobrevivía era la Sala Capitular, que estaba bajo un tinglado acristalado al estilo de un invernadero gigante, un gran despropósito.
Hubo diez cabildos, uno arriba del otro; no un edificio sobre el otro, sino que modificaban el frente de acuerdo a las modas de la época. De ahí que el Cabildo tuvo una torre más alta (el arq. Pedro Benoit la había elevado diez metros más), luego la sacaron porque el exceso de material había provocado rajaduras peligrosas y puesto todo el edificio en riesgo de derrumbe y también porque el estilo de la torre no coincidía con la galería que seguía siendo de estilo colonial. En la época de Juan Manuel de Rosas el viejo reloj acusaba un marcado deterioro y daba cualquier hora (no había relojero que pegase pie con bola) hasta el punto que Rosas indicó que todos los oficiales de la ciudad tomasen la hora del Cabildo tal cual la marcase, aunque no fuese la correcta y fue así hasta que Rosas, al final, compró un reloj nuevo en Inglaterra y el original fue a parar a la Iglesia de la Balvanera donde se pierde el rastro. Hay quien dice que el reloj original es el que está en la Iglesia de San Ignacio (se ve en la torre del lado de la esquina que la esfera del reloj sobresale unos veinte centímetros o algo más), pero no hay forma de confirmarlo, ya que la documentación dice otra cosa (enviado a la Balvanera). La foto de 1933 es del Cabildo, ya sin los arcos del ala sur y antes de la restauración que hiciera Buschiazzo, quien hizo un trabajo admirable y le dio al Cabildo el aspecto que tenía en 1810, pero no pudo reconstruir la fachada posterior porque el edificio ya había sido mutilado en su parte posterior y no había registro alguno del frente trasero; por lo que basándose en el plano que había de 1792 hizo lo que mejor le pareció, incluso hizo a la torre más baja que la original para que no desentonase visualmente con el edificio disminuido disponible y así está el Cabildo hasta el día de hoy.
La construcción que existe en el patio del Cabildo y que hace frente sobre la Av. de Mayo es obra del arq. Alejandro Bustillo y está basado en el estilo del edificio principal hecho por Buschiazzo.
El Cabildo de la ciudad de Buenos Aires es el ejemplo más hermoso de la arquitectura barroco-colonial rioplatense que nos queda y es quizá el más representativo de todos los existentes en el país. Su estilo es mucho más sencillo que el barroco colonial que se puede ver en las provincias, fruto de la influencia del barroco colonial altoperuano que es totalmente diferente al rioplatense. El barroco colonial que es típico de esta zona es mucho más austero y elegante que el del resto de las colonias españolas sudamericanas, los cuales se caracterizan por su excesivo colorido y profusión de metales preciosos como el oro y la plata, dando lugar a edificaciones llenas de colores abigarrados y quizá algo exagerados en su exceso celo decorativo.
El ejemplo más puro que nos queda del barroco colonial, aparte del Cabildo, es el de la iglesia de San Ignacio de Loyola, la más antigua de Buenos Aires, que en realidad es de estilo barroco alemán (es la única que hay en Sudamérica de este estilo) construida según los planos del sacerdote jesuita Johann Krauss, quien falleció durante la obra y la continuaron otros curas alemanes hasta Pedro Weger quien la terminó siguiendo los planos dejados por Krauss. Esta iglesia fue restaurada minuciosamente hace pocos años y se recuperó el interior tal cual era en la Colonia (tengan en cuenta que todas las iglesias de Buenos Aires fueron pintadas en el siglo XIX, vaya a saber por qué razón) y ahora podemos verla en todo su esplendor original de su estilo, que es un barroco bávaro el cual se destaca por su iluminación, la que es totalmente distinta a la que se apreciaba antes, con todas las paredes pintadas de colores oscuros.
El Cabildo hoy día no tiene prácticamente ninguno de sus muebles originales, salvo los dos escaños que se conservan en la sala adyacente a la Sala Capitular, bastante toscos (son piezas originales del Siglo XVII); todo el mobiliario de la Sala Capitular son copias, ya que los originales fueron donados a la Catedral Metropolitana en 1932 y sobrevivieron hasta el incendio de la catedral en 1955, que destruyó por completo todo el mobiliario que se encontraba en el altar: desde el mobiliario capitular del Cabildo hasta las bancas del Coro que habían sobrevivido hasta entonces; incluso uno de los púlpitos (o los dos) tuvieron que hacerse de nuevo.
En la planta baja del Cabildo se expone la placa de Oruro, lámina de plata otorgada al Cabildo por esta ciudad del Alto Perú (es la original) y la placa de Potosí (que es igual) se encuentra guardada en los depósitos, vaya a saber por qué razón, aunque todo el mundo le echa la culpa a la directora); también hay otros objetos que siguen guardados; de ahí que el Cabildo es un museo con bastante despojo, comparado con otros cercanos.
LA CATEDRAL DE BUENOS AIRES
Es otro de los edificios de importancia situados frente a la Plaza de Mayo.
Con la fundación de Buenos Aires, Juan de Garay asignó para la iglesia mayor, luego catedral el mismo solar que hoy, sobre un cuarto de manzana, sigue ocupando, poniéndola bajo la advocación de la Santísima Trinidad.
Se lee en el acta de fundación: "…hago y fundo en el asiento una ciudad la cual pueblo con los soldados y gente que al presente he traído para ello, la iglesia de la cual pongo por advocación de la Santísima Trinidad, la cual sea y ha de ser iglesia mayor parroquial…".
Dependía de la diócesis del Río de la Plata, en la jurisdicción eclesiástica. La diócesis, con sede en Asunción, había sido creada por Paulo III, el 1º de julio de 1547.
La iglesia parroquial era, en sus orígenes, una modesta construcción realizada con tapias de adobe y madera y techos de cañas. No duró mucho tiempo, ya que en 1605 el gobernador Hernandarias ordenó su demolición por muy vieja e indecente.
El 16 de julio de 1605 el procurador del Cabildo de la Ciudad de la Santísima Trinidad, don Mateo Sánchez, expresó su vehemente preocupación -y lo hace saber a los señores regidores- porque dice ver salir y entrar, en la Iglesia Mayor de la ciudad, piaras de puercos que andan sueltos por la plaza, por lo cual pide a los señores cabildantes soliciten a los vecinos dueños de estos animales los cuiden ‘para se evite tamaña indignidad' y así se hizo constar en actas.
Entonces, la población era de unos 600 habitantes.
En el mismo solar se levantó un nuevo edificio, con madera traída expresamente del Paraguay. Hacia 1616, cuando su techumbre amenazaba desplomarse, tuvo que pasar a la iglesia de San Francisco, emplazada en el terreno que Juan de Garay cediera a la Orden de los Frailes Menores (franciscanos) en 1583, correspondiente a la manzana nro. 122 actualmente delimitada por las calles Defensa, Balcarce, Adolfo Alsina y Moreno. (Registro Estadístico del Estado de Buenos Aires, tomo 1°, pag. 7 [Edición 1860, Imprenta de El Nacional]-The Latin American Collection of the Library The University of Texas at Austin); construyéndose allí la primera iglesia de San Francisco de Asís, con paredes de adobe y techos de palma y tejas.
Mientras se hacían proyectos para reformar la que luego sería Catedral, solicitando incluso la contribución de los fieles el templo, mal edificado con madera de sauce que ya estaba atacada por procesos de putrefacción, terminó derrumbándose. El ánimo no decayó y enseguida se fletó una embarcación hacia el Paraguay, a fin de para adquirir y traer la madera necesaria para volver a edificar el templo.
Las obras se iniciaron en enero de 1618 y hacia fin de año el templo estaba concluido, aunque resultó ser de dimensiones más pequeñas que el anterior, tanto que en 1621 ya se hablaba de construir otro destinado a catedral.
Ínterin, en Madrid y en Roma se realizaban los trámites para la creación de la diócesis de Buenos Aires. La bula de papal de erección canónica, de S.S. Paulo V está fechada el 30 de marzo de 1620 y su ejecución tuvo lugar el 19 de enero de 1621 por su primer obispo el carmelita Fray Pedro de Carranza, nativo de Sevilla, quien en esa fecha tomó posesión de la diócesis.
El obispo señaló como catedral la única iglesia de clérigos que había en la ciudad, que fue la que podemos denominar la primera catedral.
En su carta de 4 de mayo del mismo año (1621) escribía al rey: "…está tan indecente (la catedral) que en España hay lugares en los campos de pastores y ganados más acomodados y limpios; no hay sacristía, sino una tan vieja, corta e indecente, de cañas, lloviéndose toda con suma pobreza de ornamentos…". Más adelante agregaba: "…El Santísimo Sacramento está en una caja de madera tosca y mal parada…"."…Y en cuanto toca al edificio, es forzoso el entablarla y acomodarla, so pena de que dará toda en tierra y nos iremos a una Iglesia de un convento a hacer catedral…".
El 7 de agosto de 1635 asumía el segundo obispo, Fray Cristóbal de Aresti, castellano, originario de Valladolid, en funciones hasta 1638.
En 1622 se construyó un nuevo edificio, algo más sólido, aunque también sufrió derrumbes, siendo objeto de demoliciones parciales y reparaciones precarias en gran parte.
Fray Cristóbal de la Mancha y Velazco, nacido en América (Lima, Perú, 1599) fue el tercer obispo de Buenos Aires, desde el 31 de agosto de 1641, llegó a su sede el 6 de octubre de ese año, encontrando a la Catedral muy deteriorada, sino ruinosa. Inmediatamente pensó en hacer levantar un nuevo edificio y así se lo comunicó al rey el 19 de noviembre de 1662, adjuntando el plano, del que surgía que el templo iba a tener tres naves, solicitando al Tesoro Real los 5.000 necesarios para la construcción.
El obispo de la Mancha y Velazco tuvo el valioso apoyo del entonces gobernador del Río de la Plata, José Martínez de Salazar, quien colaboró no sólo con la influencia de su cargo, sino que también lo hizo aportando dinero de su peculio. El templo catedralicio fue concluido en 1671, con tres naves, techo de madera y torre; aunque no demasiado grande.
Aunque aparentaba solidez, al cabo de siete años, por causa de la baja calidad de algunos materiales usados en su construcción, comenzaron a aparecer señales de ruina inevitable en éste segundo edificio expresamente construido como Catedral
El cuarto obispo, Antonio de Azcona Imberto (nacido en Estella, Navarra, en 1618), llegó al Río de la Plata el 6 de noviembre de 1676 y tomó posesión del obispado el 16 de mayo de 1677. En 1678 se dirigió al rey poniendo en su conocimiento la urgencia en la reparación de la catedral, solicitando para ello la suma de 12.000 pesos, solicitud que recibiera favorable respuesta.
En octubre de 1680 comenzaron las obras, pero el techo se desplomó, destruyendo el retablo del altar mayor, imponiéndose la demolición de la torre debido a su avanzado deterioro.
La reconstrucción de la catedral tuvo lento desarrollo, sobre todo por los limitados recursos económicos disponibles.
Superando las dificultades, en 1690 estaba cubierta la iglesia con sus tres naves, aunque todavía faltaba remozar el interior y en la parte de fuera sus capillas, la sacristía y restaba elevar la torre que entonces solo contaba del primer cuerpo.
Para afrontar los gastos se recurrió a todos los medios disponibles: la Real Hacienda, la disposición por parte del obispo de sus rentas y alhajas; los aportes del vecindario… Así pudieron seguir los trabajos, con muchas trabas y dificultades económicas. Cuando falleciera el obispo de Azcona Imberto, el 19 de febrero de 1700, la tercera catedral aún no estaba terminada.
Tras la muerte del obispo de Buenos Aires Antonio de Azcona Imberto, sucedió una larga vacante en el obispado de casi 17 años, consecuencia de frustrados nombramientos
En abril de 1704 el entonces rey de España, Felipe V, propuso al fraile de la Orden de San Agustín Juan Bautista Sicardo, pero su candidatura no se sostuvo.
En junio de 1708 se propuso a Pedro de Fajardo, hijo del caballero calatravo José de Fajardo, originario de Córdoba (Andalucía) quien, tras un primer rechazo, accedió a comienzos de 1710.
Fue autorizado el 13 de marzo de ese año para viajar a América junto a su sobrino Fernando Fajardo, hijo de José Carlos Fajardo y de Petronila de Cárdenas, en calidad de criado y al fraile trinitario Juan de la Reata.
Partieron desde Cádiz el 25 de marzo de 1710 pero, en navegación, la nave fue apresada por una flota de los Países Bajos. Despojado de sus pertenencias, fue liberado en Lisboa, regresando desde la capital portuguesa a Andalucía, quedando a la espera de las instrucciones de la corona. No obstante, pese a recibir el 1 de noviembre de 1711 órdenes de reintentar el viaje, se negó a hacerlo aduciendo carecer de las bulas papales confirmando su nombramiento y en dos cartas al dirigidas al rey declinó el nombramiento.
Ante ello, el Consejo de Indias propuso al franciscano fray Gabriel de Arregui y Gutiérrez, nacido en Buenos Aires el 23 de marzo de 1654, hijo del capitán Juan Antonio de Arregui y Salazar y de Juana Gutiérrez de Paz.
Gabriel de Arregui y Gutiérrez en enero de 1714, desde Córdoba (Andalucía), donde ejercía como responsable de las provincias de su orden.
Desde allí, sin conocerse aún el curso de los trámites y la situación definitiva de Fajardo con relación a su nombramiento, a principios de enero de 1714 Arregui se adelantó para tomar posesión del obispado. Así fue que desde Córdoba (Andalucía) designó al licenciado Domingo Rodríguez de Armas, deán de la catedral de Buenos Aires, para asumir en su nombre el gobierno de la diócesis.
Contemporáneamente, el 23 de junio de 1712 el papa Clemente XI dio curso al nombramiento (sexto obispo) pero en una confusa situación, al no tenerse noticias en Roma de la renuncia de Pedro de Fajardo ni del consiguiente pedido de anulación del Rey de su nombramiento, el 22 de mayo de 1713 el papa nombró obispo de Buenos Aires a Fajardo quien esta vez aceptó el ofrecimiento.
Como consecuencia, la designación de Arregui tuvo que ser revocada por la corona y finalmente se lo destinó para el obispado del Cuzco, en donde terminó sus días el 9 de octubre de 1724.
Monseñor Fajardo se embarcó finalmente para América en los últimos días de 1715. En el viaje fue destinado al obispado de Cartagena de Indias (actual Colombia), donde fue consagrado obispo el 19 de enero de 1716.
Su llegada a Buenos Aires se demoró todavía en más de un año. Desde Santiago de Chile, el 30 de septiembre envió el poder para que el canónigo Juan Guerrero de Escalona, tomara posesión del obispado en su nombre.
Finalmente, ingresó a Buenos Aires por Luján el 8 de marzo de 1717, tras 17 años de carencia episcopal.
El trinitario fray Pedro Fajardo, quinto obispo de Buenos Aires, apostólico y santo prelado, puso todo su empeño en la conclusión de las obras de la catedral. En carta de 20 de agosto de 1721 ponía en conocimiento del rey de España que ya había alcanzado la cima una de las torres y estaba interesado en levantar la segunda.
Sin embargo, el año siguiente, 1722, la techumbre del templo había alcanzado tal grado de deterioro que se temía su derrumbamiento.
Enfermo y en cama, el obispo pidió al Cabildo Eclesiástico que se hiciese cargo de la obra.
La primera dificultad fue la falta de recursos económicos. El Cabildo exhortó a los miembros del Ayuntamiento, por ser el asunto también de su competencia.
Por diversos motivos, pasaron dos años sin que nada adelantara. Surge entonces la figura del arcediano Marcos Rodríguez de Figueroa y con él todo comienza a enderezarse. La terminación de la obra de la Catedral se debe a su actividad y al celo puesto por la causa de Dios.
En lo material, la Real Hacienda puso 1.800 pesos. Rodríguez de Figueroa aportó otros 3.000 de sus propios haberes; además, obtuvo 1.500 del vecindario; hizo un empréstito de 2.500 y 1.000 fueron aportados por el cabildo secular.
Se terminaron los trabajos de las torres y los arreglos de las naves y el pórtico.
En 1725, el vecino Tomás Trupp, donó 5.000 pesos para la compra de cinco campanas de la que fuera la cuarta catedral.
Fray de Pedro Fajardo falleció el 16 de diciembre de 1729 y sus restos fueron sepultados en la catedral.
Le sucedió Fray Juan de Arregui y Gutiérrez, también nacido en Buenos Aires, el 24 de junio de 1656; hermano de Fray Gabriel de Arregui quién, como su hermano, ingresara a la orden de San Francisco. Fue el séptimo obispo.
Elegido por Clemente XII en 1730, tomó posesión de la diócesis el 16 de abril de 1731. Fue consagrado el 25 de enero de 1733. Tras caer gravemente enfermó, murió el 19 de diciembre de 1736.
Fray José de Peralta Barrionuevo y Rocha Benavídez, natural de Lima donde naciera en marzo de 1669, fue el octavo obispo de Buenos Aires.
Graduado en la Universidad de San Marcos, de Lima, pertenecía a la orden dominicana.
El papa Clemente XII lo nombró obispo de Buenos Aires el 23 de junio de 1738. Llegó a su cátedra el 9 de junio de 1741. Falleció el 17 de noviembre de 1746 en Buenos Aires, a los 77 años de edad, siendo sepultado en la Catedral.
Días más tarde, el 23 de noviembre, se reunió el Cabildo eclesiástico y designó Provisor y Vicario capitular al Deán Bernardino Verdún y Villaysán, una de cuyas principales ocupaciones, junto con el Cabildo, fue el mejoramiento de la catedral.
Hicieron traer de Potosí 400 libras de oro y los elementos necesarios para hacer dorar el retablo; se ocuparon de blanquear la sacristía mayor, los pilares del cañón principal, de todas sus capillas y del bautisterio. Además de ello, el Cabildo hizo alargar el presbiterio, ensanchar la mesa del altar mayor, cuyo retablo compuso en sus dos caras, sin olvidar la sala capitular y el archivo, que se ordenó y compuso según las normas de la época de manera que no sufrieran deterioro los documentos y papeles que en él se guardarían. El Cabildo sufragó los gastos de estos arreglos y remozamientos.
El vecino Agustín de García donó 500 pesos para el dorado y pintura al óleo del coro principal. Esta fue la quinta catedral.
La diócesis permaneció vacante desde el 23 de noviembre de 1746 hasta el 6 de diciembre de 1751, cuando llegara a Buenos Aires el noveno obispo, Cayetano Marcellano y Agramont, nativo de La Paz, donde naciera en 1696, hijo de José Marcellano y de Isabel de Agramont y Zaldívar, descendiente de conquistadores. Había sido elegido por Benedicto XIV el 23 de enero de 1749 y consagrado obispo el 3 de agosto de 1750.
La quinta catedral tampoco se mantuvo en el tiempo. A eso de las 9 de la noche del 23 de mayo de 1752 se derrumbó parcialmente y entre las seis y la diez de la mañana del día siguiente se desplomaron "las tres bóvedas de iguales naves", según el informe del entonces gobernador de Buenos Aires José de Andonaegui. El obispo, don Cayetano Marcellano y Agramont informó al rey que fue preciso "derribarla enteramente por la poca firmeza de las paredes que han quedado y empezar su fábrica desde los cimientos con más solidez y extensión que los de la antigua, que por su cortedad no parecía catedral".
Pasaron tres años y sin contar con la autorización real ni haber enviado los planos para su autorización, con pleno apoyo del Cabildo Eclesiástico, el obispo comenzó a levantar la nueva catedral, la actual; haciéndolo según los planos del arquitecto Antonio Masella, saboyano originario de Turín. Según sus planos, la nueva catedral sería de cruz latina, con tres naves y seis capillas laterales a ambas.
El empresario Domingo de Basavilbaso, de origen vasco y hombre de confianza del obispo, persona destacada de la ciudad, se hizo cargo de la tesorería y dirección de la obra del nuevo templo en 1754.
La tarea pastoral de Cayetano Marcellano y Agramont fue sin duda muy fecunda porque se ocupó del progreso de la iglesia diocesana y veló a favor de labor llevada a cabo por los misioneros que evangelizaban en todo el Río de la Plata. Siempre estuvo cercano a los jesuitas y franciscanos a quienes brindó su dirección de pastor y cercanía de padre. En 1757 Benedicto XIV lo promovió al arzobispado de Charcas hacia donde partió en abril de 1759, siendo corta su estadía allí porque habiéndolo recibido en el mes de noviembre, moría en la misma ciudad, el 28 de agosto de 1760.
La catedral se siguió edificando con los bienes de la Iglesia y con el aporte económico del pueblo. Poco a poco se fueron realizando las obras y en 1758 se inauguró la llamada nave de San Pedro, situada a la derecha de la puerta de entrada y también el nuevo bautisterio.
Tardía, la ayuda real empezó a llegar en 1760.
Contemporáneamente llegaba a Buenos Aires el sucesor de Cayetano Marcellano y Agramont, el décimo obispo del Río de la Plata, José Antonio Bazurco y Herrera. Nacido en la ciudad de Buenos Aires el 2 de junio de 1705, pertenecía a una de las familias fundadoras de la ciudad. Enviado desde pequeño por sus padres a Charcas para realizar sus estudios, se ordenó sacerdote y se doctoró en derecho en la conocida universidad. Fue provisor del obispado y luego fue nombrado párroco en Arche. Viajó a España y luego fue nombrado canónigo maestrescuela de la catedral de Arequipa, donde se encontraba al tiempo de su nombramiento como obispo del Río de la Plata por Benedicto XIV, el 23 de mayo de 1757. Por hallarse enfermo demoró su viaje, llegando a Buenos Aires los últimos días de febrero de 1760, tomando posesión el 10 de marzo siguiente.
Comenzó a edificar el solar dedicado al futuro Seminario, frente a la plaza mayor y cerca de la Catedral, donde hoy se encuentra la jefatura de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Como parte de su legado familiar donó a la Catedral, todavía inconclusa, la casa que se encontraba al fondo del templo, que pertenecía de su hermana, doña María Josefa Bazurco, tasada en 7.500 pesos que pagó de su peculio personal, con el fin de extender la nave central y otorgarle un largo de 110 varas, en lugar de las 70 señaladas originalmente por Juan de Garay.
Antes de cumplir un año de la toma de posesión, falleció el 5 de febrero de 1761.
El canónigo Arcediano Miguel José de Riglos fue elegido para gobernar la diócesis en tanto demorare la llegada del sucesor, manteniéndose hasta el arribo de éste, en noviembre de 1765.
Manuel Antonio de la Torre, nacido en Autillo de Castilla (ahora Autillo de Campos/Palencia) el 1 de enero de 1705, fue elegido para obispo de Asunción del Paraguay el 24 de mayo de 1756, contando con 51 años. Una vez llegado de España, fue consagrado obispo en Buenos Aires, por Monseñor Marcellano el 25 de julio de 1757. Días más tarde, y con la licencia del diocesano administró la confirmación y partió para el Paraguay, donde llegó en diciembre de aquel año.
Tras el deceso de Bazurco, el 25 de marzo de 1762 el rey, Carlos III presentó su nombre al papa para trasladarlo como undécimo obispo de Buenos Aires. Emprendió su viaje al Río de la Plata en octubre de 1763 desde las reducciones del Paraguay, entrando en Buenos Aires el 5 de enero de 1765.
Celoso de sus prerrogativas, se enfrentó con el gobernador D. Pedro de Cevallos, a causa del apoyo que éste daba los jesuitas. Contribuyó con sus críticas e informes negativos hacia los miembros de la Compañía de Jesús, que fue expulsada de los territorios de la Corona.
La medida se ejecutó en el Río de la Plata en julio de 1767. En la fría madrugada del 3 de julio los padres y hermanos establecidos en Buenos Aires, tanto en San Ignacio como en el Colegio de Belén, fueron reunidos y conducidos como prisioneros a la Casa de Ejercicios que ellos mismos construyeran, adyacente a la iglesia de la Residencia. Una vez llegados los jesuitas del interior, el 29 de julio fueron embarcados y expulsados para siempre del Río de la Plata.
En el edificio de la Catedral, en el año 1770, al detectarse grietas en la media naranja o cúpula, fue necesario proceder a su demolición.
De la Torre partió hacia el Alto Perú a fines de abril de 1773, falleciendo en Charcas el 20 de octubre de 1776.
Hacia 1777 las obras de la Catedral tuvieron que suspenderse, como consecuencia de la suspensión de la ayuda de 6.000 pesos estipulada.
En 1778 se demolió el pórtico, porque no concordaba con las proporciones del edificio y también fueron demolidas las torres por no estar de acuerdo con el estilo del templo.
El 12º obispo fue fray Sebastián Malvar y Pinto (1777-1784).
El 13º y penúltimo obispo de la era hispana de Buenos Aires, Manuel Azamor y Ramírez (1785 - 1796) fue quien puso cima a las obras del templo catedralicio en lo que se refiere a lo principal de él y lo inauguró el 25 de marzo de 1791, treinta y ocho años después de iniciada su reconstrucción en 1753.
El 14º obispo fue Pedro Inocencio Bejarano (1797-1801).
La catedral fue consagrada en 1804 por el 15º y último obispo de la era hispánica don Benito de Lué y Riega (1802-1812), quien trató de terminar el frontis y las torres faltantes. Las obras se comenzaron en 1804, pero en 1807 hubieron de suspenderse por falta de recursos económicos.
A raíz del movimiento emancipador en las Provincias del Río de la Plata, la diócesis de Buenos Aires quedó vacante durante poco menos de dos décadas (1812-1829). El gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, quien tenía la representación exterior de las Provincias Unidas del Río de la Plata comenzó las gestiones para normalizar la situación religiosa tratando de facilitar la designación del Pastor para la Iglesia de Buenos Aires.
Con el país independizado de España, siendo gobernador de Buenos Aires Martín Rodríguez, el ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores Bernardino Rivadavia puso un gran interés en la conclusión de las obras de la catedral.
Se tiene conocimiento cierto que las del frontis se comenzaron el mes de enero de 1822. De ésta etapa nace un error, en cuanto se dijera que el jefe de Obras Públicas de la provincia, arquitecto e ingeniero francés Próspero Catelin, encargado de las obras, al levantar la columnata del frontis se inspiró en la Iglesia de la Madeleine de París.
Confrontando una y otra se constata que no fue así. La Madeleine tiene ocho columnas y la catedral de Buenos Aires doce. Además, las obras de la Madeleine concluyeron en el año 1842 y, en consecuencia, no pudieron tomarse como modelo en 1822.
Según el célebre arquitecto Mario José Buschiazzo, parece que Catelin "se hubiese inspirado en el Palais Bourbon, cuya fachada tiene también doce columnas y que acababa de ser terminado por el arquitecto Poyat en 1807". Las doce columnas, número con el que quiso representar a los doce apóstoles, se concluyeron en 1823, aunque sin capiteles y sin las esculturas del tímpano.
Monseñor Mariano Medrano y Cabrera fue el 16º obispo, entre 1830 y 1851. El 7 de octubre de 1829 había sido nombrado por S.S. el papa Pío VIII como obispo titular de Aulón, una curiosa forma que tenía el papado a los fines del nombramiento de un obispo para Buenos Aires que no dependiera del patronato que reclamaban los gobiernos de las repúblicas sudamericanas y que el papado no había reconocido. El 10 de marzo de 1830 fue designado Vicario Apostólico en Buenos Aires, recibiendo la consagración episcopal el 26 de setiembre de 1830 y por último, el 2 de julio de 1832 Gregorio XVI lo nombró Obispo de Buenos Aires. Tomó posesión el 26 de marzo de 1834. Falleció en Buenos Aires, el 7 de abril de 1851.
El 17º obispo de Buenos Aires fue monseñor Mariano José de Escalada Bustillo y Zeballos (1854 a 1865).
Elevada la diócesis de Buenos Aires a sede Metropolitana el 5 de marzo de 1865, Monseñor Escalada quedó como el primer arzobispo. En 1870 partió para Roma a fin de asistir al Concilio Vaticano I, falleciendo allí el 28 de julio de 1870.
Las columnas de la catedral se revocaron tardíamente, en 1862, y ese mismo año, el escultor francés Dubordieu realizó esculturas del tímpano en que representa al encuentro de José y sus hermanos, alusión al encuentro de los argentinos después de la batalla de Pavón en 1861. Las columnas son de orden corintio.
En 1856, el Gobierno de Buenos Aires dictó una ley para la construcción de la Curia Eclesiástica, que fue proyectada por Pedro Fossati en estilo italianizante, edificándose en el solar lindante hacia el este, quedando el espacio del camposanto por medio. Contaba con planta baja y dos pisos y su interior estaba organizado alrededor de un patio central. El edificio fue terminado por el ingeniero Charles Pellegrini, siendo habilitado en 1862.
La Catedral fue declarada monumento histórico el 21 de mayo de 1942. Su curia fue incendiada el 16 de junio de 1955 en respuesta al bombardeo de la Plaza de Mayo, que ocasionó más de 308 muertos y alrededor de 800 heridos.
En 1994, comenzó una intensiva obra de restauración y puesta en valor del templo dirigida por el arquitecto Norberto Silva. La finalización de los trabajos fue celebrada el 13 de octubre de 1999 con una misa brindada por el arzobispo Jorge Bergoglio, el actual papa Francisco, históricamente el primero de origen americano.
LA RECOVA
En 1801, a poco de asumir el cargo, Joaquín del Pino Sánchez de Rozas Romero y Negrete, originario de Baena (Córdoba-Andalucía), penúltimo virrey del Río de la Plata (entre los años 1801 y 1804) aprobó dos proyectos civiles de importancia para Buenos Aires, que comenzaron a ejecutarse en 1802: el muelle sobre el Río de la Plata y la construcción de la Recova.
En efecto, Juan Manuel Beruti, en su obra “Memorias Curiosas” (Primera edición, editorial Emecé, Buenos Aires, 2001, ISBN 950-04-2208-5) recuerda que en 1802 “se principió a abrir los cimientos para la recova de la carne en la Plaza Mayor”.
Las obras fueron dirigidas por el alarife (maestro mayor) Juan Bautista Segismundo y Zelada, quien posteriormente construiría el Convento de San Lorenzo (formalmente convento de San Carlos Borromeo, en San Lorenzo, provincia de Santa Fe, a 31 kms. de Rosario).
La Recova se realizó siguiendo la traza de don Agustín Conde, construyéndose dos alas o cuerpos de dobles filas con cuarenta cuartos de los cuales veinte miraban al este y veinte al oeste; presentando hacia el exterior once arcos de medio punto por lado. Algo novedoso en su construcción fue que los muros se levantaron en su totalidad con ladrillos de molde.
Al principio los dos cuerpos estaban separados por un callejón, uniéndose en 1804 con un gran arco (Arco de los Virreyes) que construyera Segismundo y Zelada, completando el proyecto original de estilo neoclásico.
La plaza se dividía así por la Recova, que de sur a norte se extendía siguiendo la línea de las actuales calles Defensa-Reconquista; desde los Altos de Escalada (ahora edificio de la AFIP) hasta el Teatro Coliseo (luego antiguo Teatro Colón y actualmente Banco Nación).
El 22 de diciembre del año 1803, se echó un bando mandando vender la carne, verduras, frutas, etcétera, en la Recova. El uso fue comercial, instalándose allí todo tipo de negocios, desde los de alimentos hasta ropas y calzados.
Separaba el terreno en dos plazas:
El sector oeste (frente al Cabildo) siguió recibiendo el nombre de Plaza Grande o Mayor y después de las invasiones inglesas, de la Victoria.
El sector situado hacia el este, frente al Fuerte (actual Casa de Gobierno), se denominó plaza del Fuerte, de Armas, del Mercado y, a partir de 1811, 25 de Mayo. Con el primer aniversario de la Revolución de Mayo, se resolvió erigir en el centro de la Plaza de la Victoria, un monumento de ladrillos, hueco, con forma de obelisco que, con el tiempo, se denominó Pirámide de Mayo.
Hacia 1818 pasó a ser conocida como Recova Vieja, ya que para esa época comenzó a construirse otra recova, la Nueva, sobre la calle del Cabildo (Lugo de la Victoria y posteriormente Hipólito Yrigoyen).
Hacia 1835, en tiempos de don Juan Manuel de Rozas con el erario público empobrecido, se encaró la venta de varias propiedades del Estado, entre ellas, la Recova Vieja. Se subastó el 27 de octubre de 1835, adquiriéndola los hermanos Manuel y Francisco Murrieta en la suma de cuatrocientos mil pesos, quienes no llegaron a escriturar, vendiéndola en forma directa y particularmente a don Tomás de Anchorena el 29 de septiembre de 1836.
Federalizada la ciudad de Buenos Aires como capital de la Nación Argentina, durante su primer año de gestión como intendente, Torcuato de Alvear dispuso la demolición de la Recova. Tras la expropiación que se da en el año 1884 (ya fallecido Anchorena). Las tareas de demolición fueron encargadas al arquitecto Juan Antonio Buschiazzo y comenzaron el 10 de mayo de 1884, concluyendo en 5 días.
La plaza fue remozada y ajardinada en el año 1856. Prilidiano Pueyrredón restauró la Pirámide, situada en el medio de la Plaza de la Victoria, revistiéndola con ladrillos y argamasa e instalando en el extremo superior una estatua de la Libertad. Se abrieron caminos, se instalaron bancos, se formaron jardines arbolados con trescientos paraísos y con cadenas apoyadas en postes, se permitió solo el paso de peatones a través de molinetes instalados a tal fin, librándola del paso de animales de gran porte sueltos y de vehículos, convirtiendo a la Plaza de la Victoria en un espacio de esparcimiento y distracción, dejando de tener uso comercial
Una novedad fue la iluminación, con gas, para el 25 de mayo, del Cabildo, la Catedral, la Municipalidad, la Recova y el Fuerte.
La Recova vieja, que permaneciera en manos de la familia Anchorena hasta 1883, fue expropiada por la Municipalidad y demolida por orden del intendente Torcuato de Alvear en 1884. Setecientos obreros realizaron el trabajo en nueve días. Tras un largo proceso judicial, los Anchorena fueron compensados con una alta suma de dinero por parte de la Municipalidad de Buenos Aires.
Así fue que desde el 17 de mayo de 1884 las dos plazas quedaron convertidas en una sola: la Plaza de Mayo.
Se levantó el empedrado de la calle Defensa en el tramo que cruzaba la plaza, se quitaron los rieles del tranvía, entonces a caballo y en 1890 la calle quedó definitivamente incorporada al paseo.
La Pirámide de Mayo, emplazada en origen hacia el oeste, en la Plaza de la Victoria, frente al Cabildo y a la Catedral, fue trasladada en el año 1912 para llevarla a 63,17 metros hacia el este, hasta el centro de la Plaza de Mayo.
LA PIRÁMIDE DE MAYO
La Pirámide de Mayo es el primer monumento patrio existente en la ciudad de Buenos Aires. Se construyó por resolución dictada en marzo de 1811 por la Junta Grande, decidiendo que el 25 de mayo de ese año se celebrara el primer aniversario de la Revolución de Mayo, encomendándose al Cabildo la mejor forma de hacerlo. Fue el Cabildo el cuerpo colegiado que el 5 de abril de 1811 aprobó el programa de festejos, incluyendo erigir una Columna del 25 de Mayo, con carácter transitorio.
La superficie de la actual Plaza de Mayo estaba entonces dividida por la Recova (luego llamada Recova Vieja), construcción que hasta su demolición en 1884 sirvió como mercado general. La Recova seguía la línea de las calles Defensa-Reconquista, separando el terreno en dos plazas, la de la Victoria, situada al oeste, frente al Cabildo y la del Fuerte, situada hacia el este, frente a la actual Casa de Gobierno.
La construcción fue encomendada al alarife (equivalente a maestro mayor de obras) Francisco Cañete, con la supervisión de don Juan Gaspar Hernández, profesor de escultura de Valladolid.
Se realizó con materiales sólidos, incluyendo 500 ladrillos, tras descartarse la madera, como fuera proyectado inicialmente.
El 6 de abril de 1811 se iniciaron los cimientos, en medio de algarabía general y la actuación de bandas de música.
La obra se inauguró el 25 de mayo de 1811, aunque su terminación se alcanzó algunos días más tarde, ya que Cañete no logró hacerlo en el tiempo previsto originariamente.
Al pie de la pirámide fueron colocadas las banderas de los Regimientos Patricios, Arribeños, Pardos y Morenos, Artillería, Húsares y Granaderos, de la guarnición Buenos Aires. Tanto la pirámide como la Catedral fueron iluminadas, como también la Recova, en la que se utilizaron 1.141 velas de sebo.
Hubo festejos durante cuatro días, incluyendo danzas, sorteos y manumisión (liberación) de esclavos.
El emplazamiento original de la Pirámide estaba en el centro de la plaza de la Victoria, frente al Cabildo, a la altura de la línea de edificación este de la Catedral, como puede verse en las fotografías de Esteban Gonnet, tomadas hacia 1864/1865 y las de Alexander Spiers Witcomb, que datan del último tercio del siglo XIX.
Cañete realizó una pirámide hueca, pues la premura del tiempo no permitía hacerla de mampostería compacta. Se construyó con ladrillos de adobe cocido, con unos 13 metros de altura (alcanzando los 15, si se incluye el pedestal sencillo, de cuatro ángulos entrantes y cornisa volada alrededor), con un zócalo sobre dos gradas. Remataba el conjunto un globo decorativo. Lo rodeaba una verja sustentada por doce pilares de material, rematando cada uno en una perilla redonda. En las cuatro esquinas de la verja se colocaron en 1812 otros tantos postes, de los que colgaban farolitos alimentados con grasa de potro.
En 1834, encontrándose en deplorable estado, descascarada y en ruinas, con la cerca deteriorada y oxidada, se encomendó su reparación al albañil Juan Sidders y al herrero Robert M. Gaw, concluyendo las obras en enero de 1835, a los dos meses de asumir el gobierno don Juan Manuel de Rosas.
La iluminación se mejoró considerablemente, para sorpresa del público, en el año 1852, cuando los contratistas de alumbrado por medio de gas hidrógeno Federico Jaunet y hermano, utilizando un pequeño gasómetro, la iluminaron con lámparas de gas, sorprendiendo a quienes solo conocían faroles de aceite de potro.
El 23 de mayo de 1854 se juró junto a ella la Constitución del Estado de Buenos Aires, con la Pirámide engalanada para la ocasión.
En 1856 nuevamente fue reparada y remozada.
El 21 de octubre de 1860 se juró allí la Constitución de la Nación Argentina por parte de las autoridades de la Provincia de Buenos Aires.
En 1873 fue rodeada con esculturas de mármol de Carrara (La Geografía, La Astronomía, La Navegación y La Industria), que estaban en el primer piso del Banco Provincia en la calle San Martín.
En 1906, se pensó erigir un gran monumento para la celebración del Centenario de la Revolución de Mayo, realizándose un concurso internacional que fue ganado por dos italianos y entonces se hizo necesario el traslado de la Pirámide, que se llevó a cabo recién en 1912, dirigido por Anselmo Borrel.
Se retiraron las estatuas de mármol que la rodeaban. Las estatuas pasaron por diversos destinos hasta quedar arrumbadas en un corralón municipal, en Chacarita. En la década del ´70 el arquitecto y creador del Museo de la Ciudad, José María Peña, las recuperó e instaló en la plazoleta San Francisco (calles Defensa y Alsina, sobre la primera), frente a su museo, a unos cien metros del actual emplazamiento de la Pirámide.
Volviendo al año 1912, la Pirámide fue "encamisada" con maderas para protegerla durante el movimiento. Se instalaron dos rieles sustentados en pilares de mampostería, para que pudieran soportar el peso de 225 toneladas. La tracción se realizó con guinches, colocándose previamente bajo la Pirámide una plataforma de cemento apoyada sobre sólidas ruedas. Paso a paso, fue desplazada 63,17 metros hacia el este, entre los días 12 y 20 de noviembre de 1912, llevándola al centro de la actual Plaza de Mayo, por donde hasta su demolición en 1884 estuviera la Recova.
Para finalizar el traslado, se instaló debajo de la Pirámide una urna metálica, con una leyenda referente a su traslado. El proyecto de realización de otro gran monumento quedó en la nada frustrado, entre otros factores, por los efectos de la Primera Guerra Mundial.
En 1915, cumpliendo con el pedido público reflejado en los periódicos de reponer las placas de homenaje que se habían retirado, se volvió al estado previo al traslado, salvo el desplazamiento en sí mismo y porque, además de las estatuas, se retiró la cerca, sustituido por un foso de poca profundidad, cubierto de césped.
En febrero del año 2017, las cuatro estatuas que estaban en la plazoleta San Francisco (Alsina y Defensa), fueron devueltas a la Plaza de Mayo, siendo restauradas y emplazadas en torno a la Pirámide, como lo estuvieran 105 años antes, en 1873, cuando fuera rodeada con las esculturas de mármol de Carrara que representaban La Geografía, La Astronomía, La Navegación y La Industria, que habían estado hasta entonces en el primer piso del Banco Provincia en la calle San Martín.
Contemporáneamente, se realizaron trabajos de restauración de la Pirámide de Mayo.
CORRIDAS DE TOROS
Las corridas de toros en el Río de la Plata comenzaron a realizarse a comienzos del siglo XVII, y tuvieron por escenario a las plazas mayores de las incipientes ciudades, despejadas y embanderadas para tal efecto como en días de solemne festejo.
En Buenos Aires, las corridas de toros nunca llegaron a tener brillantez y boato, como en México o Lima, verdaderos imperios de grandes riquezas mineras, donde se estableciera un fuerte núcleo cortesano con arraigada tradición de refinamiento y boato, en los que estas fiestas taurinas lograron con frecuencia niveles más encumbrados que los de la propia España.
Participaban en estas primitivas corridas, que se combinaban habitualmente con "juegos de cañas" y con otras destrezas ecuestres, los caballeros y personajes linajudos, en reemplazo de los profesionales peninsulares, cuyo arribo a estas costas -por distancia y por falta de ruedos estables- era poco habitual.
Las corridas se celebraron a partir de 1609, en la Plaza Mayor (actual Plaza de Mayo), cerrada con carretas y vallas de madera y despejada a tal fin.
Buenos Aires recién tuvo su primera y modesta plaza de toros -la de Monserrat- en 1791.
Raimundo Mariño, maestro carpintero, presentó en 1790 un proyecto para construir una plaza de toros en el baldío del “Hueco de Montserrat”, próxima a la esquina de las actuales Avda. 9 de Julio y Belgrano, muy cerca de la por entonces bien conocida "Calle del Pecado". Comenzó a funcionar a principios de 1791 los días lunes y feriados de un solo precepto, quedando inactiva los meses de enero y febrero (para no restar gente en los trabajos de siega). Aunque las corridas oficiales y las de los domingos se seguían haciendo en la Plaza Mayor.
Por las insistentes quejas de los vecinos, se mandó demoler en 1799
La reemplazó la del Retiro, construida según diseño morisco por el alarife y maestro carpintero Francisco Cañete. Se inauguró en 1801.
La Plaza de Toros del Retiro estaba situada en el extremo sudoeste de la actual Plaza San Martín. Fue demolida en 1819 para construir los Cuarteles del Retiro.
No obstante, hasta 1910 aproximadamente siguieron realizándose corridas de toros en distintos lugares, como en el actual Belgrano, en la zona de Lima y Venezuela y en el Parque Lezama.
La Ley 2786, de 25 de julio de 1891, declaró actos punibles los malos tratamientos a los animales, imponiendo sanciones a las personas que los ejercitaren. La aplicación de la ley terminó con las corridas de toros en Buenos Aires.
Contemporáneamente, en 1912 fueron prohibidas las corridas de toros en la República Oriental del Uruguay, bajo la presidencia de José Pablo Torcuato Batlle y Ordóñez; quedando inactiva la Plaza de toros del Real de San Carlos, inaugurada poco antes, el 9 de enero de 1910, en Colonia del Sacramento.
PALACIO DE GOBIERNO DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES
El Palacio de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires se encuentra frente a la Plaza de Mayo, calle Bolívar por medio, entre las avenidas de Mayo y Rivadavia. Fue construido entre 1891 y 1902. Durante casi treinta años funcionó en el segundo piso de la antigua Jefatura de Policía, que estuviera en el extremo norte del Cabildo.
Las obras de ampliación se iniciaron en la segunda mitad de 1911.
El edificio del Banco Nación instaló su casa matriz, en el año 1888, en el gran edificio de media manzana de superficie, situado entre las calles Rivadavia, Reconquista y Piedad (ahora Bartolomé Mitre). Había sido la primera sede del Teatro Colón, obra proyectada por el ingeniero Charles Henri Pellegrini e inaugurada en 1857, que fue remodelada para la nueva función bancaria.
En 1910 el ingeniero arquitecto Adolfo Büttner incorporó una mansarda y ornamentaciones. El crecimiento de la entidad bancaria hizo que para las necesarias ampliaciones, en 1918 adquiriera el edificio vecino, sede hasta entonces de la Bolsa de Comercio, construido por el arquitecto Juan Antonio Buschiazzo.
La Bolsa se trasladó a una nueva sede, proyectada por Alejandro Christophersen, situada en la avenida Leandro Alem entre la calle Sarmiento y la avenida Corrientes
Por lo que en 1936, la Dirección del Banco Nación resolvió llamar a concurso de proyectos para la sede definitiva, que ocuparía la manzana completa.
La propuesta ganadora fue la de Alejandro Bustillo, construida en dos etapas entre 1940 y 1955. Es uno de los edificios más representativos de Buenos Aires e incluso ha dado origen al actual logo de la institución: un pórtico de estilo griego con un frontis.
ADMINISTRACIÓN FEDERAL DE INGRESOS PÚBLICOS (AFIP)
Está situado frente a la plaza de Mayo, calle Hipólito Yrigoyen por medio.
Fue construido inicialmente para el Banco Hipotecario Nacional que, bajo la presidencia de Carlos Menem, con la sanción de la ley 24.865 fue privatizado, reorganizándose como sociedad anónima; abandonando su función social para convertirse en una entidad netamente comercial.
El edificio es una colosal estructura de hormigón revestida en mármol que ocupa la totalidad de la manzana, retirándose unos metros en la parte posterior para dar perspectiva a la cercana Iglesia de San Francisco.
La construcción de la casa central del Banco Hipotecario comenzó en 1943, con el proyecto original de los arquitectos Raúl Fitte y Héctor Morelli. El diseño fue modificado en 1949 por el arquitecto Héctor Fariña Rice. La manzana estaba dividida en varios terrenos, que fueron comprados progresivamente. La última etapa de la construcción se terminó hacia 1966. Se inscribe dentro de la corriente racionalista monumentalista simbólica.
Desde ese año (1997) el edificio aloja la sede central de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP).
Conserva en su interior otro, de menor tamaño, pero de gran importancia histórica: el antiguo Congreso de la Nación, edificio de marcada influencia italiana que fuera sede del Poder Legislativo. En el, actualmente la Academia de la Historia resguarda el antiguo recinto del Congreso Nacional, que funcionó allí entre 1884 y 1905. Se conserva la Sala de Sesiones, donde elevaran sus voces parlamentarios de diversos sectores, desde unitarios y federales hasta alsinistas, mitristas y autonomistas. Allí prestaron juramento siete presidentes y renunciaron dos.
CASA DE GOBIERNO (CASA ROSADA)
El edificio se levanta sobre lo que fuera el Fuerte, la Real Fortaleza de Don Juan Baltazar de Austria, construida por el gobernador Fernando Ortiz de Zárate en 1594 en las barrancas del Río de la Plata.
La original fortaleza fue reconstruida en el año 1713 por una sobria construcción de casi una hectárea, rodeada por un ancho foso, con cuatro torreones rectangulares y un puente levadizo, dando a la Plaza Mayor (actual Plaza de Mayo).
El fuerte recibió el nombre de Castillo de San Miguel en 1720, cuando se completaran las obras de defensa.
Fue la sede de los gobernadores; posteriormente, de los virreyes del Río de la Plata y más tarde de los gobiernos independientes, a partir de 1810.
En la década de 1820-1830, Rivadavia ordena realizar modificaciones, sustituyendo el puente levadizo por un pórtico de estilo neoclásico.
La antigua fortaleza se demolió parcialmente hacia 1850, a los fines de la construcción del edificio de la Aduana Nueva, según el proyecto del arquitecto inglés Edward Taylor. Entonces solo quedaron en pie un arco y uno de los edificios virreinales del interior del recinto amurallado demolido, refaccionándose para acondicionarlo como casa de gobierno.
Fue durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento cuando el edificio se pintó de rosa, color que conserva hasta hoy, con algunas variaciones de tonalidad a través del tiempo, que van desde el rosado pálido hasta un tono que se acerca al anaranjado.
Siendo presidente Domingo Faustino Sarmiento, en el año 1873 se presentó el proyecto del primer Palacio de Correos, realizado por el arquitecto sueco Carlos Augusto Kihlberg; obra que se construyera en el espacio sur del terreno que quedara libre tras la demolición del fuerte. La obra, que tuvo demoras, se terminó en el año 1878 siendo inaugurada por el Presidente Nicolás Avellaneda en 1879.
Durante la presidencia de Julio Argentino Roca, en su primer mandato, en el año 1882 se decidió encarar obras de ensanche y reparaciones de la Casa de Gobierno. El Departamento de Ingenieros, encabezado por el arquitecto sueco Enrique Aberg, realizó el proyecto, que contemplaba entre otros aspectos, la construcción de una nueva fachada que le daría similar imagen a la que presentaba el Palacio de Correos.
Para 1884 ya estaban construidas las dos partes de la Casa Rosada, aunque no unificadas.
Una, la estructura básica que se mantenía como sede del Gobierno, sobre la parte subistente de la antigua Real Fortaleza de Don Juan Baltazar de Austria demolida parcialmente hacia 1850 (un arco y uno de los edificios coloniales del interior del recinto amurallado demolido, refaccionado como casa de gobierno)
Otro, el Palacio de Correos, proyecto y obra del arquitecto sueco Carlos Kihlberg, realizado en el espacio sur del predio que había quedado libre por la demolición del fuerte, que se terminara en 1878, siendo inaugurado por el Presidente Nicolás Avellaneda en 1879.
Así, en 1884, con Roca aún en la presidencia y ante las marcadas limitaciones que imponían los espacios de la Casa de Gobierno, se decide unificar ambos edificios, sobre la base de los proyectos de Aberg y Kihlberg, para dedicarlo a la función de gobierno, exclusivamente.
El trabajo fue encomendado al arquitecto italiano Francesco Tamburini, que realizó la unión de ambos edificios mediante un gran arco, que actualmente es el del acceso sobre la calle Balcarce. La obra comenzó en 1886 y le siguió la ampliación del edificio sobre la calle Rivadavia, terminada hacia 1890.
El antiguo Fuerte prácticamente desapareció, quedando solo parte de algunos muros y una de las troneras, que se ven en el actual Museo del Bicentenario. Hacia 1896 concluyó la expansión de la Casa de Gobierno hacia el sur (calle Victoria, hoy Hipólito Yrigoyen) y, por último, la fachada este, hacia el Río de la Plata, inaugurándose el edificio durante la segunda presidencia de Roca, en 1898.
Hubo otras reformas.
Recién se iniciaba el año 1938 y terminaba la presidencia de Agustín P. Justo, cuando comenzaron a demolerse parte de las dependencias situadas en la azotea y en el sector del original edificio de Correos, que daba a la calle Victoria (actual Hipólito Yrigoyen), reduciendo el costado sur en 17 metros.
En febrero de ese año asumió la presidencia Roberto Marcelino Ortiz. En abril se decidió suspender las obras de demolición, ordenándose reconstruir la fachada sobre la calle Victoria (actual Yrigoyen).
Así, se construyó un nuevo frente hacia el sur, aprovechando el espacio libre resultante de la demolición para hacer un ensanche de la calzada.
Al mismo tiempo, avanzaba la construcción del Palacio de Hacienda, al otro lado de la calle Victoria (Hipólito Yrigoyen).
Por la Ley N° 12.839/1946, publicada en el Boletín Oficial de la Nación Nº 15608, de 25 de octubre de 1946 y en el Boletín Municipal N° 7.847 del mismo año, se dispuso dar el nombre de Hipólito Yrigoyen a la hasta entonces calle Victoria de la Capital Federal (artículo 5to) y erigir un monumento a mismo Yrigoyen en la rotonda entonces existente en la intersección de las avenidas de Mayo y Nueve de Julio.
17 DE OCTUBRE DE 1945
El 17 de Octubre de 1945 es un hito fundamental en la historia argentina.Sus efectos políticos y sus realizaciones perduran hasta hoy y, para muchos, es la fecha de nacimiento del Peronismo, como movimiento político y social.
El entonces coronel Juan Domingo Perón, en su calidad de secretario de Trabajo y Previsión del Gobierno que presidía el general Edelmiro Julián Farrell, llegó a tener estrecha relación y plena lealtad del movimiento obrero, que vio en el un innovador en el campo del trabajo, concretando importantes proyectos como la implantación de la Justicia de Trabajo, el pago de las vacaciones y el aguinaldo, la puesta en vigencia del Estatuto del Peón de Campo y del Estatuto del Periodista; la creación del Hospital Policlínico para trabajadores ferroviarios, la prohibición de funcionamiento de agencias privadas de colocaciones y la creación de Escuelas Técnicas orientadas a obreros, entre otros.
El 8 de octubre de 1945, el general Eduardo Ávalos pidió a Farrell la destitución de Perón, quien fue detenido y llevado a la isla Martín García y, posteriormente, al Hospital Militar.
Esto provocó la reacción del pueblo y amplios sectores populares, disconformes con la medida, se movilizaron. Mediante el voto, la CGT (Confederación General del Trabajo) convocó a un paro general.
Desde las primeras horas de la mañana del 17 de Octubre una multitud de trabajadores se dirigió al centro de Buenos Aires, marchando hacia Plaza de Mayo reclamando la libertad la libertad de su líder, el coronel Juan Domingo Perón, quien había sido desplazado de sus cargos y detenido en la isla Martín García, desde donde fuera trasladado al Hospital Militar para un chequeo médico; encontrándose, entonces, allí.
Comenzaron a llegar a la Plaza de Mayo columnas de manifestantes con banderas y pancartas, procedentes de distintos lugares, como Avellaneda, Lanús, Banfield, Quilmes y San Martín, entre otros, del conurbano bonaerense.
Todo había comenzado por la madrugada, cuando se movilizaron los trabajadores de La Boca, Barracas, Patricios y otras barriadas capitalinas populares, mientras una enorme columna de obreros de la carne avanzaba desde Berisso.
Advirtiendo que la multitud concentrada en Plaza de Mayo se incrementaba a medida que transcurrían las horas y ante la continua exigencia de libertad a Perón, los mandos militares que lo habían desplazado y detenido no encontraron otra opción que llamarlo para que calmara al pueblo.
Desde el Hospital Militar, Perón aceptó conversar con Farrell y poco después la entrevista se concretaba en la residencia presidencial. Aproximadamente a las 23 horas, Farrell y Perón ingresaron a la Casa Rosada por una puerta que da a Paseo Colón.
Al asomarse Perón al balcón una ovación atronadora saludo su presencia, coreando: “¡Perón! ¡Perón!”.
Al balcón llegó una bandera argentina, con una camisa atada. Perón la tomo, haciéndola flamear ante la alegría popular, al grito de “¡Ar-gen-ti-na! ¡Ar-gen-ti-na!”.
Farrell y Perón se abrazaron, en medio de un nuevo estallido de emoción en el pueblo.
Perón, conmovido, se acercó al micrófono.
"¡Imagínese –decía años más tarde- ni sabía lo que iba a decir... Tuve que pedir que cantaran el himno para poder armar un poco las ideas".
Tras el himno, se dirigió a la multitud
"Trabajadores. Hace casi dos años, desde estos mismos balcones, dije que tenía tres honras en mi vida: ¡La de ser soldado, la de ser un patriota y la de ser el primer trabajador argentino!”.
Perón dijo que el Poder Ejecutivo había firmado su solicitud de retiro del servicio activo del Ejército para "…ponerme al servicio integral del auténtico pueblo argentino.... Que sepan hoy los indignos farsantes que este pueblo no engaña a quien no lo traiciona. Por eso, quiero, en esta oportunidad, como simple ciudadano, mezclado en esta masa sudorosa, estrecharlos profundamente a todos contra mi corazón, como lo podría hacer con mi madre..."
El pueblo quiso informarse (y lo pidió), saber dónde había estado y qué le había pasado, pero él prefirió, como acordara con Farrell, no volver sobre lo sucedido, diciendo a los trabajadores:
"No me pregunten ni me recuerden cuestiones que yo ya he olvidado... no quiero empañar este acto con ningún mal recuerdo."
Agregando "...ha llegado el momento del consejo. Trabajadores: únanse, sean hoy más hermanos que nunca... y… les pido que realicen el día de paro festejando la gloria de esta reunión de hombres de bien y de trabajo, que son la esperanza más pura y más cara de la patria".
El discurso que esa noche brindara el entonces coronel Perón, se puede reproducir desde el archivo de audio al que se accede cliqueando sobre la imagen:
DETALLE: SURTIDOR DE NAFTA EN LA PLAZA
En viejas fotografías y tarjetas postales de pueblos del interior (no muy lejos, incluso en la provincia de Buenos Aires) se podían ver surtidores en la plaza o frente a algún comercio importante, como el almacén de ramos generales, que permitían a locales y viajeros proveerse del combustible necesario para sus vehículos.
Posiblemente, no estaba en el conocimiento de muchos que, en el ángulo noreste de la Plaza de Mayo de la ciudad de Buenos Aires (Rivadavia y Balcarce), frente a la Casa Rosada, estuvo emplazado un surtido de YPF.
Lo registra el valioso material fotográfico de los registros de la Subsecretaria de Informaciones del Ministerio del Interior del Primer Gobierno de don Juan D. Perón (1946-1952), en imágenes registradas en agosto 1951, por el fotógrafo Trotta, negativo 8504 y octubre de 1951, negativo 8469 (Clasificación N4), tema transportes varios.
El surtidor se encontraba en la plaza, en el punto donde se unen Rivadavia (la avenida, y Balcarce (la calle, no el pichicho que ahora, a veces ocupa el sillón presidencial). Tenía su banco de madera, para hacer más cómoda la espera de clientes por parte del encargado.
En la primera (negativo 8504) se ve un, por entonces, moderno colectivo Bedford, enfilando hacia Rivadavia, mientras el encargado tiene en sus manos una revista abierta.
En la segunda (negativo 8469), se ve un flamante ómnibus Mack. Por detrás, detrás estacionados en la esquina del edificio del Banco Nación, un Chevrolet 1940 y un Studebaker circa 1948, mientras un Mercury 49-51 trepa hacia Plaza de Mayo y un tranvía circula por Leandro N. Alem.
Hace muchos años que el puesto de YPF frente a la Casa Rosada desapareció. También desapareció la política nacional de admnistración de los recursoso petroleros. Tanto que en los últimos tiempos llegó a integrarse el "equipo de los mejores" poniendo como "ministro" de Energía de la Nación a un ex-CEO de Shell, dejándolo al mando de las políticas energéticas nacionales; con despacho no muy lejos de allí, en Paseo Colón al 100.
Tampoco hay ya una política nacional de combustibles, que quedaron en manos de corporaciones transnacionales.
MADRES DE PLAZA DE MAYO
El 30 de abril de 1977, con el liderazgo de Azucena Villaflor de De Vincenti, las Madres se reunieron en la histórica Plaza de Mayo para reclamar y visibilizar la angustia a la que las llevaran las desapariciones de sus hijxs.
Fue allí, frente al terror instalado en la Casa de Gobierno desde el 24 de marzo de 1976, que comenzaron a "circular", ajustándose a la orden de la Policía Federal del régimen, que le impedía permanecer quietas en el lugar.
Tomándose de los brazos, de a dos, formaron un círculo perfecto, en movimiento, caminando alrededor de la Pirámide de Mayo, construyendo un círculo perfecto, símbolo de lucha, resistencia y esperanza que conmovió y conmueve al mundo entero. La pregunta "¿Dónde están?" trascendió al mundo, reproduciéndose universalmente con la imagen de las Madres.
Fue la expresión visible de la forma que encontraran de preguntar a quienes se consideraban por sobre todo y sobre todos, lxs dueñxs de la vida y de la muerte, dónde estaban sus hijxs secuestradxs, tras el estéril peregrinaje, sin resultado alguno por Ministerios, Iglesias, Comisarías y Juzgados.
BUENOS AIRES, DICIEMBRE DE 2001
El 19 y 20 de diciembre de 2001 la plaza volvió a ser escenario de hechos trágicos, en el que perdieran la v ida numerosas personas a manos de las “fuerza del orden” que resguardaban al pseudo “presidente! que no supo ser, Fernando de la Rúa, quien el día 20 huyera, en helicóptero, desde la terraza de la Casa Rosada, ante la multitud que, reunida en la plaza, que lo repudiaba.
La Policía funcional y servil, desde la vereda del Banco Nación (el antiguo Hueco de las Animas) intentó disolver la manifestación pública, avanzando con cargas de caballería sobre quienes se manifestaban en torno a la Pirámide de Mayo y apoyo de infantería, a palazos y, además, disparando armas de fuego. Incluso hubo cronistas y fotógrafos apaleados, baleados y heridos. La represión se desarrolló durante horas.
El ex director de Operaciones de la Policía Federal en 2001, Norberto Gaudiero, aseguró que durante la represión de diciembre de ese año el entonces jefe de la fuerza, Rubén Santos, dijo que “el estado de sitio está por encima de la Justicia”. Fue cuando él le dijo que la jueza federal María Servini de Cubría lo había llamado al departamento central, la tarde del 20 de diciembre, para pedirle que “cesara la represión” y advertirle que “ya había un muerto”.
Ratificó que fue Santos quien dio la orden de “liberar la Plaza de Mayo y hacer detenciones” porque quería “50 detenidos”. Dijo que “la escalada de violencia no cesó hasta las 15” y reiteró que, durante la noche y la mañana del 20, Santos “insistía con las detenciones”.
Con relación a éstos hechos, algunos convictos delincuentes, en general integrantes de los grupos de tareas ejecutores (usados y tirados, como suele ocurrir), resultaron condenados quince años después.
El 22 de mayo de 2016 el Tribunal Oral Federal número 6 con asiento en la ciudad de Buenos Aires dictó el fallo, imponiendo diversas condenas:
1. Enrique José Mathov, ex secretario de Seguridad: condenado a la pena de 4 años y 9 meses de prisión; inhabilitación especial para ejercer cargos públicos por el término de 9 años y 6 meses, accesorias legales y costas.
2. Rubén Jorge Santos, comisario, ex jefe de la Policía Federal Argentina: condenado a la pena de 4 años de prisión; inhabilitación especial para ejercer cargos públicos por el término de 8 años, accesorias legales y costas.
3. Raúl Roberto Andreozzi, comisario, Superintendente de Seguridad Metropolitana dde la Policía Federal Argentina: condenado a la pena de 3 años de prisión, en suspenso; inhabilitación especial para ejercer cargos públicos por el término de 6 años y costas.
4. Norberto Edgardo Gaudiero, comisario, ex Director General de Operaciones de la Policía Federal Argentina: condenado a la pena de 3 años y 6 meses de prisión; inhabilitación especial para ejercer cargos públicos por el término de 7 años, accesorias legales y costas.
5. Carlos José López, ex policía: condenado a la pena de 6 años de prisión; inhabilitación especial para ejercer cargos públicos por el término de 10 años, accesorias legales y costas.
6. Roberto Emilio Juárez, ex policía: condenado a la pena de 4 años y 6 meses de prisión; inhabilitación especial para ejercer cargos públicos por el término de 9 años, accesorias legales y costas.
7. Ariel Gonzalo Firpo Castro, ex policía: condenado a la pena de 3 años de prisión en suspenso; inhabilitación especial para ejercer cargos públicos por el término de 6 años y costas.
8. Víctor Manuel Belloni, ex oficial principal de la comisaría 4ta., de la Policía Federal Argentina: condenado a la pena de 3 años de prisión; inhabilitación especial para ejercer cargos públicos por el término de 3 años y costas.
9. Omar Alberto Bellante, ex policía: condenado a la pena de 3 años de prisión en suspenso inhabilitación especial para ejercer cargos públicos por el término de 6 años y costas.
De La Rúa y otros “funcionarios” políticos salieron indemnes. De La Rúa, si bien fue sometido a proceso, resultó finalmente sobreseído.
PLAZA DE MAYO-AUDIO
Narrador: Mario Pergolini
01-La Plaza de Mayo
Presentación general de la Plaza de Mayo y su significado en la historia y política del país. Incluye fragmentos de discursos de Juan Domingo Perón, de Evita, del General Galtieri y del ex presidente Raúl Alfonsín.
02- "Perón, Perón..."
Perón es el primer presidente que logra concentrar a la clase obrera en la Plaza de Mayo. Incluye dos discursos de la primera y segunda presidencia desde el balcón de la Casa Rosada
03- Eva Perón. Su voz, su muerte
Incluye el último discurso por Eva Perón desde el balcón de la Plaza, el comunicado oficial de su muerte y a Madonna cantando desde el mismo lugar donde Evita hablara al pueblo.
04- Edificio del diario La Prensa
Imponente edificio donde funcionó el diario La Prensa. Historia, el campanario y descripción arquitectónica.
05- Palacio de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
Historia y características arquitectónicas sobresalientes.
06- Madres y Abuelas de Plaza de Mayo
Desde este punto, las madres y abuelas de los desaparecidos durante la dictadura militar, y también en democracia, reclaman la aparición con vida de sus hijos y nietos. La historia contada en primera persona.
07- La Cápsula de Tiempo de Juan Perón
En 1948 Perón enterró un manuscrito que contiene un mensaje para los jóvenes del futuro que se abrirá en el 2006. Se cuenta la historia de la Cápsula y parte del contenido del mensaje de Perón.
08- Catedral
Historia de la Catedral. Juan de Garay puso la piedra fundamental en 1580. Sus características principales y descripción arquitectónica.
09- El Cabildo
Breve reseña histórica del Cabildo y de la Primera Junta de Gobierno. Características arquitectónicas. Incluye fragmento del Himno Nacional argentino interpretado por Charly García
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