Salta Carpera
Cielos celestes, cerros verdes, lluvias y la música en las carpas son característicos de los veranos en Salta, cuando aflora una de las costumbres culturales más arraigadas y de mayor permanencia en el país: musiquear, bailar, comer y beber en las carpas, que reunen al pueblo, sin diferencias sociales.
El Carnaval, fiesta por si misma símbolo emblemático de la alegría, que a veces se identifica con excesos y desenfreno, es la representación de la alteración del orden y las formas establecidas en la sociedad por un término breve, marcando el fin del año que se va y el principio del que comienza.
En cada lugar, además de los rasgos generales comunes, tiene características propias que son su identificador local.
En el Cono Sur, noroeste argentino, Bolivia y Perú, se asocia a ritos precolombinos vinculados con las deidades de la tierra y las cosechas, que ya se realizaban desde mucho antes de la llegada de los españoles.
El juego con agua en estas fiestas es el simbolismo de la intención purificadora, como en las ceremonias bautismales.
Dice la popular zamba “Carpas de Salta”, que en letra y música compusiera Juan José "El Payito" Solá, hijo del celebre músico y compositor Gustavo Adolfo "Payo" Solá:
“Carpas de Salta,
las vuelvo a recordar:
bandoneón y guitarra,
zambas para bailar.
Chicha y aloja,
vinito pa' tomar:
ramas de albahaca verde,
olor a Carnaval.
Carpas de La Silleta,
Campo Quijano y La Merced.
Toda Salta de fiesta:
¿Quién pudiera volver?...”
En la ciudad de Salta, con fuerte influencia europea, sobre todo española, los corsos, con sus desfiles de comparsas y carros ornamentados son la señal de la llegada del Carnaval por sus calles.
Además, Salta agrega un elemento propio: las carpas, que alcanzaran el nivel más alto en el Valle de Lerma, haciéndose un emblema salteño.
Es en ellas donde se desarrolla la fiesta, con los tradicionales bailes de Carnaval, con participantes que llevan máscaras o disfraces y se juega con agua y harina… y se toma hasta el agua de los floreros…
Así, de un día a otro.
Días de alegría y fiesta, donde democráticamente se mezclaban, en el barullo, las coyas, con sus tradicionales faldas multicolores y sus típicas simbas (trenzas) adornadas con coloridos cintillos, con los jóvenes de las familias de alta posición del centro, que no se querían perder la fiesta y vivir aventuras que se acumularían, como si de una colección de relatos se tratara, para contar sus “historias” en los encuentros de amigos.
Música, bailar, beber y también comer, comenzando con el asado vacuno, de cordero y lechón; los choclos con quesos criollos, locro, humitas, tamales, sin que falten las bebidas autóctonas como la chicha o la aloja, además del vino y la cerveza. La chicha en la mano y el ramito de albahaca tradicional en la oreja.
En otros tiempos, con mayor fervor carnavalero, algunos, superados por el agotamiento, se iban… para volver más tarde a seguir bailando, bebiendo y jugando hasta el siguiente amanecer.
En la última década del siglo XIX la Municipalidad de la capital provincial permitía armar las carpas en el histórico Campo de la Cruz, lugar donde el general don Manuel Belgrano hiciera colocar una humilde cruz de madera señalando el lugar donde se inhumaran los restos de los valientes que perdieran la vida el 20 de febrero de 1813 en la Batalla de Salta, cuando el Ejército del Norte, a su mando, con el mayor general Eustoquio Díaz Vélez como segundo jefe, volvieran a derrotar a las tropas realistas al mando del brigadier Juan Pío Tristán; tropas que ya habían sido derrotas entre el 24 y el 25 de septiembre de 1812 en la batalla de Tucumán, haciéndolos recular hacia el norte.
En ese lugar, situado en el que conociera como Campo Castañares, al norte del centro de la ciudad de Salta, zona por donde ahora está el Hospital Público Materno Infantil, se instalaban con autorización municipal una decena de grandes carpas, quedando entre ellas espacios libres, con palenques para atar los caballos o dejar a la espera los carros y carruajes de todo tipo en los que se llegaba al lugar
Con el tiempo y ya en el siglo XX, cobraron renombre las carpas de Cerrillos, Campo Quijano, San Lorenzo, La Silleta, La Merced y Rosario de Lerma.
Había pasado la mitad del siglo y aún en la década de 1960 seguían “pisando fuerte” las carpas de Carlitos Abán en Villa “El Sol”; “El Chañarcito”, de Marcos Tames; la del “Ciego Nicolás”, en San Lorenzo; la del “Patito” Salvatierra; "El Gaucho”, en El Carril; “La Cerrillana” (que alcanzara notable éxito de público, sobre todo con la gran difusión que tuviera la zamba de su nombre, composición de Abel Mónico Saravia y Marcos Tames) y la de Jaime Capó, entre otras.
En muchas de las carpas se vendían bebidas, siendo infaltables la chicha y la aloja. También había puestos para la compra de agua perfumada, papel picado y empanadas.
Animaban los bailes de Carnaval copleros, bagualeros y los conjuntos folclóricos, en los que a las guitarras y bombos tradicionales comenzaron a unirse los bandoneones.
De las carpas salieron artistas y conjuntos folclóricos consagrados por el público: Carlos Aban y su conjunto; el bandoneonista Raúl Nicolás Anachuri (El fuelle de Anachuri); Perico Rioja y sus Changos Peñeros; El Payo Solá (Gustavo Adolfo Solá) y su conjunto; Manolo Fernán (Manuel José Fernández) y su fuelle carpero; Marcos Tames y su conjunto “El Chañarcito” y el Cara I' Mula (Hugo Cuéllar), entre muchos otros que pusieron vida y ritmo musical en las carpas carnavaleras.
En los ’70, la dictadura militar hizo cesar la actividad carpera, que volvió a tomar impulso con el retorno de la Democracia.Bajo el pretexto del "desmán” y el "desorden”, o como ocurre actualmente, sin pretexto alguno, en varias oportunidades las carpas fueron prohibidas en la ciudad de Salta.
En los últimos años, al tradicional folclore del noroeste se sumaron la cumbia y los ritmos tropicales. Aunque la música folclórica es la que reina en las carpas, con el sonido y el ritmo característico del bandoneón salteño, propio de las carpas, que pusiera ritmo alegre y vivaz a la zamba haciendo que hoy todos identifiquen sin dificultad la “zamba carpera”, que fue surgiendo y tomando fuerza en las carpas, donde se da la expresión musical de los cantores con caja, los copleros, los bagualeros y los infaltables grupos folclóricos.
Es en el noroeste argentino, con mayor peso en la provincia de Salta, donde se manifiesta con fuerza la variante de zamba denominada carpera, cuyo nombre deriva del principal género musical ejecutado en las grandes carpas utilizadas para cubrir las pistas de baile (generalmente de tierra) durante el carnaval o la chaya locales. La zamba carpera tiene un ritmo más ligero y stacatto que la zamba común.
Más allá de Salta capital, en los pueblos y caseríos de interior de la provincia, donde se hace sonar un bandoneón el baile surge, con un sabor particular para las chacareras, zambas, gatos…hasta las cuecas bolivianas.
Figuras de tanta relevancia folclórica como el Chaqueño Palavecino, originario del Chaco Salteño, en la zona donde confluyen las fronteras de Argentina, Bolivia y Paraguay, ha incorporado este simbólico instrumento a su grupo.
LAS "PECHADAS" DE OTROS TIEMPOS
De vez en vez se paraba la música y se realizan “las pechadas”, peligroso juego con caballos donde jinetes en fila de a dos se embestían alegramente lanzando pintura, agua perfumada, papel picado y polvos de diversos tipos (harina, talco...) . Muchos de ellos llevaban mujeres en ancas, participando en el "juego", con gritos de alegría mezclada del miedo a golpearse.
No siempre en las “pechadas” las cosas terminaban bien, ya que abundaban las rencillas de los paisanos que ya con varios vasos de más se agarraban a rebencazos, llegando a desplegarse verdaderas guerras campales donde la policía no escatimaba palazos a “diestra y siniestra”. Las mujeres, participantes de la pechada, ya en el entrevero, no se achicaban en la lid, haciendo brillar las afiladas uñas y “mechoneando” a gusto a los uniformados representantes del orden. Al final todo se calmaba y seguía el baile como si nada hubiera pasado.
CARNAVALES CARPEROS EN CERRILLOS
El típico carnaval carpero nació en Cerrillos, teniendo en Salta una tradición de más de un siglo. Zambas, bagualas, gatos, chacareras… son los géneros musicales que se escuchan en las carpas.
“La carpa tiene una trayectoria, un ambiente familiar y una tradición”; así lo describía Carlos Abán agregando que “Nuestra participación apunta al rescate de las expresiones populares para refrescar la memoria de las nuevas generaciones que no conocieron las fondas carperas del carnaval de antaño, donde la familia festejaba bailando chacareras, zambas, gatos, escondidos, tango y entre harina, serpentina y papel picado, cantaba coplas y bagualas” y así lo recordaba.
Cerrillos, este pequeño departamento, hermano de la capital, comenzó a copiar de la estructura organizativa de los corsos salteños y de a poco fue ganando la aprobación de la gente. Fijó las fechas para los corsos llamados de flores, ya que quienes participaban ornamentaban sus sulkis y jardineras con flores que a su paso arrojaban a la gente que se daba cita en el lugar.
En los corsos de 1929, estaban algunas vistosas y grandes comparsas como los Pieles Rojas, que representaban al Ingenio San Isidro, junto a su cacique un hombre de apellido Toledo, uno de los primeros caciques en la historia del carnaval, Los Dragones y otras.
Nacían por entonces las primeras carrozas que tuvieron premios instituidos por la Comisión, como La mano negra, Orsino, La cruz roja y El chino creado por Juan Carlos Macaferri.
Año tras año Cerrillos ganaba un lugar único en el carnaval salteño, debido a que se posesionaba por su continuidad tanto en el Valle de Lerma como en la Capital salteña. Mas allá de asociarsele con el corso, se lo asociaba con las Carpas que convocaban a la gente del pueblo.
Por calle América hasta la finquita de los Velarde, la hilera de Carpas se sucedía con aquellas como la de Barbarita, la de Mico, la de Rosi y Lozano, la del coya Ibañez y otras que daban lugar a la alegría y entusiasmo de los asiduos concurrentes. Por lo general abrían sus puertas hacia las 15:00 horas y terminaban con el clarear del día siguiente. Entre zambas, chilenas, gatos y chacareras las orquestas se hacían sentir, pudiéndose llegar a ver a los músicos extenuados por el cansancio, a los guitarristas con sus dedos ampollados y más de una vez, escuchando roncos a los cantores.
Se jugaba con harina aromada con albahaca, serpentina y papel picado.
El guarda-patio estaba entre la calle y las carpas: era un corredor para que la gente mirara y la caballada quedara al resguardo hasta finalizar el baile. Atrás de las carpas se jugaba a la taba; pero a veces se producían grescas y debía intervenir la autoridad policial.
En las fondas se vendían comidas criollas, vinos, chicha y aloja. Los copleros, como don Valois, Daniel Morales alentaba al gauchaje a entonar una baguala; cabe destacar que ellos hacían sus propias cajas.
Así entre comparsas, murgas, baile y juego, el carnaval grande se despedía en las carpas, seguía el carnaval chico y luego el día del Carpero al que asistían invitados especiales, para continuar en la capital salteña donde de daba inicio a los corsos oficiales.
Con el transcurrir de los años muchas costumbres se fueron perdiendo, pero Cerrillos mantiene intacto el mensaje de su pueblo de algarabía desbordada que espera con ansia cada año la llegada del carnaval salteño, donde nuestro pueblo se posesionó ocupando un lugar único que lo llevó a constituirse como la Capital del Carnaval.(Fuente: Miguel Ángel Cáceres)
EL CARA I' MULA
Cara i’ mula fue un personaje salteño, hombre de farras, amante del buen vino y sobre todo, de gran corazón.
Con su bandoneón carpero dejó muy bien plantado su estilo auténtico en la música tradicional salteña.
Conocido como el Cara I' Mula, Oscar Hugo Cuellar nació el 8 de setiembre de 1943 en Metán, cabecera del departamento salteño de su nombre, a unos 160 kms. al sureste de la ciudad de Salta.
Músico conocido como el Cara I' Mula, de familia humilde, tenía nueve hermanos. Primero se dedicó al fútbol, donde se destacó y luego se hizo popular interpretando música, con su fuelle.
Falleció el 27 de enero de 1997, a los 53 años
Horacio Guarany compuso un tema en su homenaje, que fue interpretado por el autor y el grupo Las Voces de Orán.
CARLOS ABAN
Se destaca como un músico popular, director y compositor para su conjunto. Famoso por su local bailable "El Diablo Mayor del Carnaval", en donde realizara el Concurso Nacional de Baile de la Zamba Carpera, concursos de coplas y de bagualeros, además de organizar obras solidarias para su barriada.
Integra la "Orden del Poncho", grupo tradicionalista que organiza desde principios de los 90 una serie de certámenes musicales y poéticos.
Ha sido el propulsor de numerosos certámenes copleros y del Concurso Nacional de la Zamba (a través de la Orden del Poncho), que se realiza todos los años desde finales de los '90.
Se ha presentado con su agrupación musical "Carlos Abán y su conjunto" en numerosos festivales, como Serenata a Cafayate y Festival de la Chicha, entre otros.
Ha grabado con su conjunto varios LP.
Compuso numerosas obras de raíz folclórica como "Salta en septiembre", zamba; "Cuando el gallo canta" y "Carnaval en las carpas", zambas, éstas dos últimas con Alma García.
EL BANDONEÓN CARPERO
Ese sonido particular del bandoneón salteño, nacido en las carpas durante el carnaval, que diera lugar a las “zambas carperas”, ha caracterizado desde hace décadas al folclore popular salteño.
Donde haya un bandoneón en el interior provincial, se impone el baile y las chacareras, zambas y gatos tienen otro sabor. Este sonido que se resiste a desaparecer en Salta, ha sido rescatado por folcloristas de la talla del Chaqueño Palavecino que ha puesto un nuevo en valor a un instrumento tan arraigado en nuestra cultura.
Algunos de los recordados cultores del bandoneón: el "Payo" Solá, Marco y Ángel Tames, Domingo Spezzi, Felipe Antonio Contreras, Cayetano y Dino Saluzzi, Pedro Rioja, Luis Anachuri, el "Cara i’mula", Manolo Fernán, Carlos Abán, Martín Moya, Miguel Simón, entre otros.
“La respiración de su bandoneón
me llenó de duendes,
me enseñó a tantear y a tomar de más
sin perder el fuelle…”
expresa el Yuyo Montes en una zamba dedicada al Cara`I Mula.
"El que toca nunca baila", así se tituló la zamba que escribiera Hugo Alarcón, a la que le puso música Horacio Aguirre.
Evocando al fuellista, dice en una de sus estrofas:
"Esta zamba del fuellista
no me la quieras bailar.
El que toca nunca baila
me dijo el Payo Solá."
Agregado en otra:
"Ese fuelle de Anachuri
se machó en el Carnaval,
si le piden otra cueca
ya no quiere botonear..."
Recuerda a don Raúl Nicolás Anachuri, con más de seis décadas haciendo sonar el bandoneón en Salta. Nacido y criado en la capital salteña, su casa familiar estuvo en la calle San Martín 1170 (actual edificio del cine Rex, uno de los más antiguos de la ciudad); calle que antes se denominaba Corrientes. Otros tiempos, cuando el canal de Balderrama era de palo y cuando el asfalto llegaba hasta la calle Jujuy.
¡Salta, bien carpera!
AUDIO:
Cliqueando sobre cada título de la selección de zambas y ritmos carperos tradicionales éstos podrán ser escuchados. Con varios intérpretes: El Cara i Mula, Carlos Abán, El Chañarcito, El Fuelle de Anachuri, Dino Saluzzi, Los Chalchaleros y Los Cantores del Alba
VIDEO:
Corte de la película "Argentinísima I", en el que se puede ver al grupo folclórico Los Chalchaleros, interpretando la zamba "La cerrillana", con escenas de las carpas salteñas y paisajes.
© Enrique F. Widmann-Miguel_/IberInfo_Buenos Aires)