Las “Bañaderas”, un medio de transporte de otros tiempos
A partir del segundo quinquenio de la década 1920-1930 se conocieron como “bañaderas” a los ómnibus sin techo que se utilizaban para hacer recorridos comerciales y turísticos. El nombre fue una de esas metáforas irónicas porteñas, identificando la forma del vehículo con el de las bañeras de ese tiempo: el vehículo era una especie de bañera colectiva, con ruedas.
A éste peculiar ómnibus no le cupo mejor apodo que el referido. Desde las primeras décadas del siglo XX las bañaderas circulaban por las calles de Buenos Aires, llamado la atención de todos por su condición de ser el vehículo automotor de mayor longitud hasta entonces conocido y también por su ancho, con carrocería para filas de cuatro asientos separados por un pasillo. Sus dimensiones eran notables; aunque, en realidad, había bañaderas con distintas longitudes de chasis: cortas y largas.
La bañadera a motor y rodante tenía generalmente dos filas laterales de 20 asientos dobles cada una; pudiendo armarse –en caso necesario- una tercera fila de asientos individuales removibles, que apoyaban sobre los apoyabrazos de los asientos de las filas laterales. Así, la capacidad llegaba a los 50 pasajeros sentados; no se permitía que viajaran de pie.
No tenía techo, tan sólo una capota (cubierta desmontable) capaz de proteger a los viajantes en invierno, que se retiraba prontamente cuando comenzaba el verano. En la bañadera colectiva veraniega lucían bien los pelos al viento; el aire acondicionado aún no había llegado a los medios de transporte automotor.
Entre los historiadores de los transportes urbanos se discute si las primeras “bañaderas” se utilizaron para hacer recorridos turísticos, visitando y mostrando distintos lugares o si lo fueron para llevar público interesado a los remates de tierras, entonces frecuentes, sobre todo, en el Gran Buenos Aires, donde comenzaban a desarrollarse los barrios en lugares donde hasta entonces habían existido grandes superficies de tierra de campo, sin construcciones ni urbanización, que entonces se loteaban (se dividían en lotes de terreno). Las empresas de remates acostumbraban a contratar “bañaderas” para transportar, gratuitamente, a los interesados en adquirir un terreno. Un servicio integral: promoción, venta del solar y transporte incluido.
Algunos recordarán haber escuchado a sus padres y abuelos hablar sobre las “bañaderas” que salían de distintos puntos de la ciudad hacia los sitios del conurbano bonaerense donde se realizaban remates sobre los mismos loteos: Castelar, Ituzaingó, Berazategui, Plátanos, Villa Elisa, San Martín, Caseros, Munro…, entre otros; hoy convertidos en localidades urbanas importantes y densamente pobladas. En los remates se adquirían terrenos a largo plazo, en muchísimas cuotas (llegaban a superar el centenar), haciéndose los pagos mensuales con constancias en una libreta integrada con hojas, con casilleros –uno para cada cuota pactada-, en las que la empresa de remates asentaba los pagos.
En los días de carreras de caballos, el hipódromo de Palermo era una de sus destinos habituales. En los años '30, también llevaban a los hinchas de equipos de fútbol hasta los estadios, a ver los partidos.
Había paradas oficiales en las cercanías de las estaciones de ferrocarril (Plaza Once, Constitución o Retiro) y otros puntos de referencia en la ciudad, como el Congreso de la Nación.
La “bañadera” fue precursora en materia de paseos. Un importante antecedente de los actuales autobuses de turismo que hoy se encuentran en las grandes ciudades del mundo.
Entre los recorridos programados había uno que partía desde la Plaza del Congreso, mostrando los edificios más suntuosos de la ciudad. Había otro que los fines de semana llevaba a los trabajadores y a sus familias a disfrutar del día en el popular balneario de La Salada (que, por cierto, no estaba contaminado). También se hacían viajes nocturnos a la Cervecería Munich, en la Costanera Sur.
Hasta los años ‘50 en las noches veraniegas salían unas “bañaderas” blancas, recorriendo la avenida Callao, Avda. Costanera y la actual Libertador (a la que se la denominara así a partir de ese año, 1950, el del Centenario de la muerte del Libertador Gral. don José de San Martín), para llegar al puerto de Olivos, donde había un puesto de sándwiches de chorizo (aún no se denominaban “choripanes”), muy demandados por los excursionistas.
Otro uso frecuente fue el de transporte para las excursiones de escolares y estudiantes en general. E incluso, una opción para paseos veraniegos nocturnos. Como los que se ofrecían en diciembre de 1935: “Para los que no pueden darse el lujo de un paseo en auto se han inventado las ‘bañaderas’, especie de 'alfombra maravillosa', a un peso por barba y con derecho a mirar para todos los lados…” (“Caras y caretas" nro. 1942, de 21 de diciembre de 1935).
Una de las empresas porteñas era la de Autos de Excursión Pullman, con oficinas en la avenida Callao 11 (teléfono UT 38 Mayo 1964), a pocos metros del Congreso Nacional. Fue ésta empresa la que en febrero de 1930 realizara una excursión para numerosos niños de los establecimientos de la Asociación Bibliotecas y Recreos Infantiles, que hicieron un paseo por la ciudad; ocasión en la que se utilizaron catorce “bañaderas”; publicándose la información en medios gráficos de la época, entre ellos, la conocida y popular revista “Caras y caretas”, edición nro. 1639, de 1 de marzo de 1930.
En los años '40 / '50 una de las empresas que transportaba pasajeros en bañaderas en Buenos Aires, era la de Excursiones-Tourings Montdor.
Otro servicio de transportes en “bañaderas” tenía su administración en Larrea 132. Los vehículos se guardaban en un garaje situado en la calle Larrea.
También estuvieron vinculadas al turismo en ciudades como Mar del Plata y Rosario, además de Buenos Aires.
En Resistencia (Chaco), la "bañadera El Picaflor" era un transporte colectivo urbano de pasajeros, que hacía un recorrido similar al de actual línea nº 5, con destino final en el ex Balneario Municipal, actual Paseo Costanero y el Domo del Centenario (Avenida de los Inmigrantes, a orillas del río Negro).
En la otra banda del Plata, las “bañaderas” también tuvieron presencia en Montevideo, capital de la República Oriental del Uruguay.
Una de las prestadoras uruguayas era el Servicio de Excursión de Plaza Independencia, con parada en Juncal, esquina a Sarandí (frente a la Puerta de la Ciudadela), cuyos servicios se publicitaban en el folleto de Turismo 1938-1939, editado por la Oficina Municipal de Propaganda e Informaciones de la Intendencia Municipal de Montevideo, impreso en los Talleres Gráficos “Alfa”, de la calle Paysandú al 800.
EN EL CINE ARGENTINO
En 1952, el célebre actor Luis Sandrini, en las escenas iniciales de la película argentina “Payaso”, interpretó el rol de conductor de una “bañadera” que lleva turistas, mostrando y haciendo comentarios sobre distintos lugares de Buenos Aires.
"Payaso” es una película del cine argentino, que fuera estrenada el 29 de abril de 1952. La dirigió Lucas Demare, para la productora Interamericana; siendo autor del guión el mismo Demare, en colaboración con Carlos Alberto Orlando, basado en la obra teatral “Teddy and Partner”, de Yvan Noé.
Tuvo como protagonistas a Luis Sandrini, Malvina Pastorino y José Maurer; integrando también el reparto Manuel Alcón, Héctor Calcaño, Carlos Castro, Lea Conti, Francisco Pablo Donadío, Héctor Méndez, Ángel Prío, Nélida Romero y Pablo Cumo.
Se filmó en los Estudios Mapol con duración (editada) de 93 minutos.
Puede verse cliqueando sobre el póster que sigue:
© Enrique F. Widmann-Miguel (IberInfo-Buenos Aires)
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