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Manuel Dorrego

NACIMIENTO Y FAMILIA

Manuel Críspulo Bernabé Dorrego Salas nació en Buenos Aires, el 11 de junio de 1787, en la casa familiar que antiguamente llevara el número 252, en la calle de Cangallo (ahora Tte.Gral Juan Domingo Perón); siendo el séptimo de nueve hermanos.


Fue su padre José Antonio do Rego da Silva, comerciante portugués descendiente de una familia de Barcelos (Braga), donde naciera en 1746; radicado en el Río de la Plata hacia el año 1770, se estableció en Buenos Aires, dedicándose a actividades comerciales. Castellanizó su apellido portugués en Dorrego y así fueron inscritos sus descendientes rioplatenses.

Su madre fue la porteña doña María de la Ascensión Salas y Díaz Adorno.

Contrajeron matrimonio el 22 de agosto de 1771 en la iglesia de San Nicolás de Bari, de Buenos Aires.


Tuvieron nueve hijos:

1. Miguel Antonio Dorrego Salas, c. 11 May 1772, Buenos Aires

2. Salvador Gervasio Dorrego Salas, c. 30 Jun 1774, Buenos Aires

3. María de las Nieves Dorrego Salas, n. Buenos Aires, f. 8 Dic 1814, Buenos Aires

4. Dominga Dorrego Salas, n. 5 Ago 1778, Buenos Aires, f. 24 Oct 1852, Buenos Aires (Edad 74 años)

5. Agustina Dorrego Salas

6. Magdalena Dorrego Salas, c. 2 Jul 1780, Buenos Aires, f. Desp. Jun 1827, Buenos Aires (Edad ~ 47 años)

7. Manuel Críspulo Bernabé Dorrego Salas, n. 11 Jun 1787, Buenos Aires, f. 13 Dic 1828, Navarro, Buenos Aires (Edad 41 años)

8. Luis Dorrego Salas, n. 18 Nov 1789, Buenos Aires, f. 22 Jul 1852, Buenos Aires (Edad 62 años)

9. Vicente Isidoro Dorrego Salas, c. 5 Abr 1791, Buenos Aires


FORMACIÓN INICIAL. ESTUDIOS

En 1803 ingresó en el Real Colegio de San Carlos, el más antiguo de la ciudad de Buenos Aires, fundado en la época colonial para atender la educación juvenil por los primeros jesuitas en acuerdo con la administración española, como Colegio de San Ignacio; en el sector que ahora se conoce como Manzana de las Luces (entre las calles Bolívar, Moreno, Perú y Alsina), donde los jesuitas se establecieran en 1661.



Expulsados de América en 1767 los jesuitas, el gobernador Juan José de Vértiz y Salcedo inauguró el 10 de febrero de 1772 el Real Colegio de San Carlos. Elevado al nivel de virrey, Vértiz estableció el 3 de noviembre de 1783 el Real Convictorio Carolino o Real Colegio de San Carlos bajo la protección de San Carlos Borromeo y del Real Patronato que ejercía en nombre del Rey de España; antecedente del actual Colegio Nacional de Buenos Aires.

“Grande fue el mérito de los padres de Dorrego, que en vez de rendir culto á las ideas reinantes en aquellos tiempos, desdeñando el oropel y ‘amantes en sumo grado del mérito real y verdadero’, consagraron sus mayores desvelos y dedicaron, ante todo, sus bienes á dar á sus hijos la mejor educación que podía recibirse en el país, y, al efecto, colocaron á los dos varones, Don Luis y Don Manuel, en el Colegio de San Carlos, el más notable plantel de educación de la Capital.

Corrían los años de 1804 y 1805 y ya los jóvenes alumnos cursaban los últimos de teología y filosofía. Años eran esos de agitación para los habitantes del Vireynato…” (“Don Manuel Dorrego”, ensayo histórico-Alberto del Solar, Félix Lajouane, editor. Calle Perú 85, Buenos Aires, 1889-Pag. 19).



Desde el año de 1773 el estudio de la jurisprudencia había quedado excluido del plan general de la enseñanza pública en el Virreinato del Río de la Plata, hasta que el Colegio Carolino no fuese levantado a la Categoría de Universidad.

“Por no haber Cátedra de Jurisprudencia—dice Don Juan M. Gutiérrez — en nuestros establecimientos, aquellos jóvenes que concluían su aprendizaje en Buenos Aires y se sentían con vocación por la carrera del foro emprendían inmediatamente un viaje incómodo -a Charcas o a Santiago de Chile para graduarse y obtener el título de abogado.

En Chile existía, desde fines del siglo (XVIII), no solo una Universidad Jurídica, sino que también, como en Charcas, una Academia a la cual asistían por tres años consecutivos los aspirantes a la abogacía, quienes debían concurrir, además, al estudio de algún letrado de nota.”


Comenzaba el año de 1810 con Manuel Dorrego con su equipaje preparado para hacer el viaje que, cruzando la Cordillera, llevaba a muchos de los argentinos que se dedicaban á la carrera forense a Santiago de Chile, cuando sobrevino en Buenos Aires la asonada del 1 de enero de 1809 (la conocida Asonada de Álzaga) en la cual su primo político, el catalán Salvador Cornet, estaba entre los más comprometidos.

El equipaje de Dorrego ya había sido despachado hacia Chile, pero decidido a acompañar a su primo. Llegó antes del amanecer al pueblo de San Fernando dónde, en una enramada, se había escondido Cornet. Con baqueanos de la zona, en una barca a vela, navegaron por uno de los tributarios del Uruguay hasta la opuesta costa oriental, abandonaron la embarcación y se internaron en los bosques de la zona para evitar caer en manos del enemigo, que a la sazón hostilizaba a Montevideo; escondiéndose en los montes, consiguieron caballos y así lograron llegar a la capital oriental, donde Cornet quedó a salvo. Dorrego pudo encontrar la forma de retornar y emprender el viaje a Chile, que se demorara por éstos hechos.


DORREGO EN CHILE

A la época de la Revolución de Mayo (1810) en Buenos Aires, Manuel Dorrego ya estaba cursando estudios de jurisprudencia en la Real Universidad de San Felipe, en Santiago de Chile, donde lo hacían otros coterráneos suyos. Entre ellos, su hermano Luis José, matriculado el 21 de febrero de 1805 (“La afluencia de estudiantes transandinos a la Real Universidad de San Felipe y colegios universitarios de Santiago de Chile 1747-1816”, por Luis Lira Montt, en el Boletín de la Academia Chilena de la Historia nro. 116, enero-junio de 2007, paginas 83 y siguientes).



En Santiago, Dorrego estuvo junto a los sectores independentistas que lograran la destitución del último gobernador español antes de las acciones emancipadoras de Chile: el ceutí Francisco Antonio García Carrasco Díaz y fue uno de los que gritará “¡Junta queremos!” durante la asamblea en la que los santiaguinos lo destituyeran; aún cuando el marco popular mayoritario de la época, en Santiago, era indiferente a la idea de la Independencia de España.

Llegaban las noticias de agitación social en Buenos Aires que, sumadas a las inquietudes de los virreyes, más simples sospechas y delaciones, impulsaron a García Carrasco a hacer apresar al procurador de Santiago, Juan Antonio Ovalle, a José Antonio de Rojas, patriota de rica familia y al abogado Bernardo Vera y Pintado, enviándolos a Valparaíso donde se los embarcaría hacia el Callao (Perú), para ponerlos a disposición del virrey José Fernando de Abascal y Sousa. Corría el 25 de mayo de 1810.

Este hecho provocó alarma en Santiago y violenta reacción en la aristocracia criolla; además de haber llegado a Santiago la noticia de que la Junta de Gobierno de Buenos Aires había depuesto al virrey Cisneros, exacerbándose los ánimos en Chile.

Las noticias del traslado de Ovalle, Rojas y Vera al Perú fue causa de tumultos populares llevando a que el pueblo de la capital, incentivado por criollos de alta posición, se armase para lograr que García Carrasco renunciara, remplazándolo por una Junta de Gobierno.

Intervino la Real Audiencia para evitar la constitución de la Junta y propuso a los cabildantes obtener la renuncia de García Carrasco y su reemplazo por el militar de más alta graduación. A petición del Tribunal, García Carrasco entregó el mando al brigadier Mateo de Toro Zambrano ante una asamblea de los miembros del cabildo y los altos jefes del ejército y de las milicias, el 16 de julio de 1810.

Diego Barros Arana, diplomático e historiador chileno, en su obra “Historia Jeneral de Chile”, refiere el hecho en los siguientes términos:


“…La alarma popular en vez de debilitarse, parecía aumentar a cada hora, i junto con ella la inquietud de la real audiencia que llegó a temer que la arrogancia de los patriotas no le diera tiempo de poner en ejecución el plan en que se había empeñado. El día 16, a pesar de ser festivo por el aniversario de la virjen del Cármen, los oidores se reunieron a primera hora en el tribunal. Después de una corta deliberación, determinaron apersonarse sin tardanza al presidente y pedirle que renunciara ese mismo día, ántes que los patriotas hubieran concentrado sus recursos para el movimiento que tenían preparado…” (pags. 162/163)


Más adelante, Barros Arana escribe: “…Un jóven orijinario de Buenos Aires llamado don Manuel Dorrego, que había venido a Chile a terminar sus estudios en la universidad de San Felipe, i que se contaba entre los más fogosos agitadores de aquellos dias, gritó repetidas veces en el mismo patio del palacio estas palabras: ‘Junta queremos!’. Sin embargo, su voz no encontró grande eco entre la concurrencia, que, tomada de improviso, no había recibido la palabra de órden para proclamar este cambio en esa reunion…:” (pags. 164/165)

(“Historia Jeneral de Chile”- Diego Barros Arana, Tomo VIII, 1887-Rafael Jover, editor, calle del Puente núm. 15-D, Santiago)


Compenetrado con los ideales de la revolución, Manuel Dorrego dejo los estudios de Derecho, pasando a la carrera de las armas. De temperamento exaltado y espíritu turbulento, siempre demostró gran valentía en el combate.

Por su actitud, lucida y patriótica, el gobierno chileno le otorgó una medalla con esta inscripción: “Chile a su primer defensor”.

Todavía en Chile, participó en la represión de la reacción realista del coronel realista malagueño Tomás de Figueroa y Caravaca, alzado en rebelión contra la Primera Junta de Gobierno de Chile para restablecer el orden colonial en el llamado Motín de Figueroa (1 de abril de 1811). Por su actuación frente a éste hecho, Dorrego fue distinguido con el grado de capitán del batallón de “Granaderos de Chile”.

En ésta época, Dorrego cruzó en no menos de cuatro oportunidades la Cordillera de los Andes, llevando cerca de 400 soldados chilenos voluntarios para reforzar las tropas argentinas que iniciaban la guerra revolucionaria; medida solicitada por la Junta de Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata y apoyada por el líder de la Junta de Gobierno en Chile, Juan Martínez de Rosas.


REGRESO. EN EL EJÉRCITO DEL NORTE

De vuelta, en Buenos Aires, el coronel Cornelio Saavedra integró a Dorrego en el Ejército del Norte (citado en documentos de su época como Ejército Auxiliar del Perú o Ejército del Perú) con el grado de mayor.



Partió hacia el noroeste, con las tropas de Saavedra que salieran después del desastre de Guaqui o Huaqui (20 de junio de 1811), en la que las fuerzas realistas al mando de José Manuel de Goyeneche se impusieran a los patriotas de Antonio González Balcarce, integradas al Ejército del Norte que comandaba Juan José Castelli, deteniendo a la Primera expedición auxiliadora al Alto Perú, produciendo la pérdida momentánea de las provincias altoperuanas.

En la Batalla de Sipe Sipe (o Amiraya), librada el 13 de agosto de 1811, Dorrego recibió dos heridas, sin abandonar el combate, en éste enfrentamiento entre el Ejército Real del Perú, al mando del brigadier José Manuel de Goyeneche, por una parte y las milicias de la Intendencia de Cochabamba (brigadier Francisco del Rivero) y fuerzas del Ejército del Norte, comandadas Eustoquio Díaz Vélez, por la otra. El triunfo realista hizo posible que Goyeneche pudiera ocupar la ciudad de Cochabamba y avanzar con su ejército hacia el sur del Alto Perú.

Por su actuación en ésta acción de guerra, Dorrego ganó el ascenso a teniente coronel.

En el marco de las acciones para el avance tras la derrota de Huaqui, el nuevo comandante del Ejército del Norte, Juan Martín de Pueyrredón, decidió avanzar sobre el Alto Perú, en apoyo a la nueva insurrección de Cochabamba. Para ello envió a su segundo, el mayor general Eustoquio Díaz Vélez con un regimiento de caballería y un batallón de infantería hacia la villa de Yavi.

Manuel Dorrego se ofreció para el avance con Díaz Vélez. Las fuerzas patriotas se internaron en Chichas (en el actual departamento boliviano de Potosí). El comandante realista José Manuel de Goyeneche envió 400 soldados a enfrentarlos, llegando a estar frente a frente; pero las fuerzas realistas se retiraron en busca de apoyo, que se dio con 600 soldados de refuerzo enviados por Goyeneche, al mando de Francisco Picoaga.

Las fuerzas de Díaz Vélez empujaron a las de Picoaga, en retirada hacia Tupiza (actual capital de la provincia boliviana Sud Chichas), al sur del actual departamento Potosí, donde incorporaron los 400 hombres que allí tenía, tomando posiciones en la margen norte del río Suipacha. Díaz Vélez recibió el refuerzo de 200 hombres de caballería al mando de Martín Miguel de Güemes, pasando por Cangrejos y acampando el 15 de diciembre de 1811 en Los Colorados, con 700 hombres, a la espera de las órdenes de Pueyrredón.

El 16 de diciembre de 1811, la avanzada de Díaz Vélez en Pumahuasi (departamento de Yavi, provincia de Jujuy) informó que en Sansana (a 4 leguas de Pumahuasi), se hallaba una partida realista custodiando una provisión de harina. Con el objetivo de incautar la harina Díaz Vélez, desde su posición en Los Colorados, envió a Dorrego al frente de 40 hombres a atacar la partida realista.

Sobre esta acción, dice el parte oficial


“Paso á poner en noticia de V. S. como mi avanzada del punto de Pumaguasí en la noche del 16 á la una y media de la mañana tubo noticia que el enemigo tenía de allí quatro leguas del pueblito de Sansana unas cargas de harina. Inmediatamente salieron 40 hombres al cargo de mi ayudante de campo D. Manuel Dorrego, llevando por subalternos á los tenientes de dragones D. Luis Garcia, y de infanteria D. Antonio Basán: al estar próximos al punto de la denuncia, supieron hallarse en unos ranchos la partida enemiga á la que acometieron al aclarar.

Como los enemigos se hallasen atrincherados parte dentro del rancho, parte detras de los tapiales, y los nuestros á cuerpo descubierto, se trabó un fuego vivisimo, que duró cerca de una hora, hasta que acometiendo al rancho por diferentes puntos consiguieron matar al que los comandaba. La pérdida del enemigo fue de 14 muertos 2 heridos mortalmente y 6 prisioneros: al principio de la acción se huyeron 4 á caballo y 3 á pie por una quebrada inmediata. De nuestra parte hemos tenido 3 muertos y un herido levemente.

Se les tomaron 27 mulas, 13 fusiles útiles y 6 que hicieron pedazos en el acto de la acción; pero el mas feliz resultado fue que en los dichos ranchos existian los equipajes de los soldados, y aun de varios oficiales de lo que tubo nuestra tropa un quantioso botin; pero como en estas circunstancias se aparecieron tres partidas enemigas en número de 150 hombres en un cerro muy inmediato hizo el capitan Dorrego que se pegase fuego á los ranchos para que se quemase el resto del equipage que no había podido tomar la tropa, el que según el gran incremento que había tomado el fuego quando se retiraron juzga se reduxo todo á cenizas.”


Fue así que las fuerzas al mando de Manuel Dorrego, con tres bajas propias, se impusieron a los realistas, que tuvieron 14 muertos; retirándose ante la llegada de unos 150 efectivos enemigos, integrados en tres partidas.



Posteriormente, la división que comandaba Eustoquio Díaz Vélez, aún acampando en Los Colorados, fue reforzada con 860 hombres más: 300 fusileros montados; los demás de infantería, junto con 150 honderos indígenas adicionales y 5 piezas de artillería. Las fuerzas de Picoaga fueron perseguidas hasta la margen sur del río Suipacha, intercambiándose descargas de artillería a través del río.

Hubo negociaciones frustradas y el 11 de enero de 1812 Díaz Vélez envió a Manuel Dorrego con 100 hombres a ocupar el pueblo de Nazareno, ubicado en la quebrada del mismo nombre.

Con apoyo de artillería, el 12 de enero de 1812, Díaz Vélez ordenó vadear el río, desarrollándose el combate de Nazareno cuando la vanguardia realista que se hallaba en la cercana aldea de Suipacha (a 3 kms.) fue sorprendida, poniéndola en fuga. Dorrego fue herido, recibiendo un balazo en el brazo derecho y una contusión en un pie, herida que no le impidió tomar parte con singular valentía en la acción del día siguiente sobre el río Suipacha.

Las fuerzas patriotas fueron divididas en tres columnas de ataque y una de reserva. Cuando parte de la caballería cruzaba el río Suipacha, una repentina creciente dejó aisladas a las tropas que comandaba Dorrego, parte de cuyos efectivos de caballería ya lo había cruzado, impidiendo el paso de la infantería y el resto de la caballería.

Los realistas dispersos se rehicieron y derrotaron a las tropas que habían cruzado el río. En el enfrentamiento, Dorrego recibió una grave herida de bala en el cuello. Por su destacada actuación en estos hechos, posteriormente fue promovido a teniente coronel.


“...No dudo que si no hubiera sobrevenido la rápida creciente en el acto de transitar el rio nuestras tropas habrían dado un dia de gloria á la América, derrotando completamente al enemigo; pues este, cuyo estilo de batirse es parapetado, aunque sea de ramas ó yerbas, y esparcido abandonó uno de los dos cañones que tenía en batería frente de sus tiendas, con que batian nuestro centro y ala izquierda. por haber llegado nuestras tropas, habiendo pasado quatro brazos del río con el agua hasta los pechos á lo ultimo de este, que no fue practicable por hallarse á nado...” (Eustoquio Díaz Vélez: Parte oficial)


Pueyrredón no encontró otro medio que el de una retirada para salir del apuro. ​Así fue que ordenó a Díaz Vélez emprender la retirada, ante el avance del ejército realista que seis días después del combate ocupaba las alturas en la margen sur.

Picoaga, que había desperdiciado la oportunidad de atacar a Díaz Vélez al bajar el río el mismo día del combate, se aprestaba a pasar a la ofensiva, pero llegó el general Pío Tristán y ordenó la espera del batallón Abancay que avanzaba como refuerzo. Este retraso permitió que la división de Díaz Vélez se retirara durante la noche hasta la quebrada de Humahuaca.

Por estas acciones Dorrego fue ascendido a teniente coronel, quedando con la cabeza inclinada hacia un hombro por el resto de sus días a causa las heridas recibidas en acción de guerra.



Manuel Belgrano fue nombrado como jefe del Ejército del Perú el 27 de febrero de 1812. Fue en la sala de la Posta de Yatasto – situada en el camino real, cerca de Metán (Salta), de los Toledo Pimentel- donde Juan Martín de Pueyrredón le entregó el mando de las tropas al general Belgrano, el 26 de marzo de 1812. También estuvieron en Yatasto, en otras ocasiones, Manuel Dorrego y Eustoquio Díaz Vélez, entre otros oficiales del Ejército del Norte.

Ya como nuevo comandante del Ejército del Norte, Manuel Belgrano, ascendió a Dorrego al grado de coronel. Llevaría este grado durante diecisiete años, rechazando toda oferta de ascenso que no estuviera justificada en acciones de guerra.

Dorrego fue uno de los oficiales jóvenes que como José María Paz o Gregorio Aráoz de Lamadrid secundaron a Belgrano; incorporándose a sus fuerzas, ya en Salta, el barón Eduardo Ladislao Kaunitz de Holmberg , artillero veterano de las guerras en Europa, que tendría a su cargo la escasa artillería y sobre todo la planificación estratégica



Dorregó participó como jefe de la infantería de reserva en la batalla de Tucumán, el 24 de septiembre de 1812 y en la batalla de Salta, el 20 de febrero de 1813; en esta última fue uno de los primeros jefes en llegar al centro de la ciudad.

Aunque Manuel Belgrano reconocía su valor y capacidad, tuvo que sancionarlo por su indisciplina. Dorrego era de temperamento apasionado, burlón, transgresor, soberbio y, además, un idealista, algo que suele ser peligroso. Fue arrestado por su comportamiento. Por ello, no pudo participar en la segunda expedición auxiliadora al Alto Perú, quedando las fuerzas patriotas sin un meritorio y valiente oficial. El mismo Belgrano comentó que no habría perdido en Vilcapugio (1 de octubre de 1813) y Ayohúma (14 de noviembre de 1813) si hubiera contado con Dorrego.



Tras las derrotas y repliegue de las fuerzas que conducía Belgrano, Martín Miguel de Güemes ― quien había sido enviado a Buenos Aires por diferencias con el general Belgrano― fue ascendido a teniente coronel y designado como jefe de las fuerzas de caballería del Ejército del Norte, que desde el 30 de enero de 1814 estaba bajo el mando de don José de San Martín, quien sucediera a Belgrano.

San Martín había emplazado una avanzada de su ejército en las inmediaciones de Salta, pero el coronel Manuel Dorrego lo convenció de establecer en la frontera un pequeño contingente de paisanos, suficientes para impedir avances del ejército realista hasta que el Ejército del Norte fuera reorganizado. San Martín nombró jefe de su vanguardia a Dorrego, reincorporado al Ejército del Norte, haciéndolo al mando de partidas de guerrillas integradas con gauchos.



Gregorio Aráoz de La Madrid (1795-1857) fue amigo y compadre del coronel Manuel Dorrego. De hecho, estuvo a su lado hasta minutos antes de su fusilamiento en Navarro, el 13 de diciembre de 1828. La Madrid refiere en sus memorias algunas anécdotas sobre Dorrego. Ambos eran oficiales del Ejército del Norte y estaban en Tucumán, en enero de 1814, cuando José de San Martín relevó a Belgrano en el mando de esa fuerza. A poco de asumir, San Martín "ordenó concurriesen a su casa por las noches todos los jefes de cuerpos, para uniformar las voces de mando".

Agrega que "el brigadier general Manuel Belgrano, después de haber entregado el mando al coronel San Martín, dio el ejemplo de quedar bajo las órdenes de éste a la cabeza de su regimiento y concurría como los demás jefes a casa del general a uniformar las voces de mando". Una de esas noches, "intentó burlarse del general Belgrano, el entonces comandante del Cuerpo de Cazadores Manuel Dorrego, a consecuencia de haber repetido aquel la voz de mando que dio San Martín".

(Versiones que se transmiten y mantienen en el tiempo, dice que la voz de Belgrano era aguda y no demasiado varonil).

El jefe del Ejército, "así que notó la risa del comandante Dorrego, empuñó uno de los candeleros que había en la mesa, y dando en ella con él, dijo a Dorrego en alta voz: ‘Señor comandante, hemos venido aquí a uniformar las voces de mando y no a reír’, con lo que le impuso silencio".

Sigue contando La Madrid que a los pocos días San Martín confinó a Dorrego en Santiago del Estero, hacia donde marchó cuando terminaba el mes de febrero de 1814.

Poco después, Belgrano partió rumbo a Buenos Aires. Al pasar por Santiago, tuvo que soportar una segunda broma de Dorrego. Este "mandó a felicitarlo con un loco vestido de brigadier".


REGRESO A BUENOS AIRES. CAMPAÑA EN LA BANDA ORIENTAL

Más tarde retornó a Buenos Aires. Corría el año 1814 y el Director Supremo, Gervasio Antonio de Posadas (31 enero 1814 - 9 enero 1815) había nombrado a Carlos María de Alvear comandante del ejército que sitiaba a los realistas en Montevideo, reemplazando a José Rondeau.



Dorrego se incorporó al ejército en operaciones en la Banda Oriental, que comandaba el general Alvear, quien lo puso en el mando de una de las divisiones.

A mediados de septiembre de 1814, el caudillo oriental Fernando Otorgués se encontraba operando en el este, sobre las serranías de Minas, con una fuerza de 8.000 hombres; el Directorio dispuso que Manuel Dorrego saliera en persecución de éstas para ubicarlas y batirlas. Otorgues se encontraba acampado en las faldas del arroyo Marmarajá (al pie del cerro de ese nombre, que significa “Cerro frío”), donde sorpresivamente fue atacado por las fuerzas de Dorrego, unos 3.000 hombres, que avanzaron en la madrugada del día 6 y en rápida acción dispersaron a las divisiones del ejército de Vanguardia, produciéndole 28 muertos y 43 prisioneros. Las fuerzas de Dorrego tomaron toda la artillería enemiga, municiones, una caballada flor, un cargamento de paños, dinero e incluso el sombrero, uniformes y espada de Otorgues; además de carruajes y carretas. Entre los prisioneros Entre los prisioneros cabe mencionar al secretario presbítero Domingo Sánchez, al consejero Antonio José del Tejo y a Félix Artigas, primo de Gervasio Artigas; también estaba la familia del caudillo oriental. El ejército oriental de Vanguardia, bajo el mando de Otorgues, comenzó la retirada, perseguido por las fuerzas de Dorrego, hasta que logró cruzar la frontera e internarse en el Brasil.



Posteriormente, Dorrego tuvo un traspié frente al caudillo Fructuoso Rivera, quien lo derrotó en Salsipuedes, el 26 de diciembre de 1814. El 10 de enero de 1815 Dorrego sufrió otra derrota en el combate de del arroyo Guayabos, afluente del Arerunguá (que atraviesa el departamento oriental de Salto), entre sus 800 hombres y unos 1500 de Artigas, a cuyo frente estaba Fructuoso Rivera.


ACTUACIÓN EN BUENOS AIRES. CASAMIENTO

De regreso a Buenos Aires, Dorrego fue designado jefe del Regimiento 8 de Infantería, que se incorporaría al Ejército de los Andes.



En agosto de 1815 contrajo enlace en San Isidro con la porteña Ángela Francisca Baudrix Martínez de Ochagavía (hija del español José Manuel Baudriz y Serafína Martínez Ochagavía) nacida en Buenos Aires, 2 oct 1799-fallecida en 25 de Mayo, pcia. de Buenos Aires, 16 may 1873), unión de la que nacieran dos hijas y un hijo:

1. Isabel Inés Dorrego Baudrix (nac. 5 jun 1816, en Buenos Aires - fall. 3 mar 1888, en Buenos Aires [71 años]);

2. Ángela Severina Isabel Dorrego Baudrix (nac. en 1821, Buenos Aires- fall. 29 ene 1879, Buenos Aires [58 años]) y

3. Manuel Cecilio José Dorrego Baudrix (nac. 22 nov 1824, Buenos Aires; bautizado el 9 dic 1824 en San Nicolás de Bari/Buenos Aires- fall. fecha y lugar desconocidos).

También en Buenos Aires, se vinculó al grupo más exaltado de patriotas, vinculado al diario “La Crónica Argentina”; grupo que, siguiendo el ideario morenista, reclamaba que la revolución recuperare su origen democrático e igualitario, apoyando la posición republicana, oponiéndose a las tratativas monárquicas que negociaban los directoriales, pretendiendo llamar a un príncipe europeo para coronarlo rey del Río de la Plata. Entre los demócratas republicanos, además de Dorrego, estaban Domingo French, Pedro José Agrelo, Manuel Moreno, Vicente Pazos Kanki y los coroneles Manuel Pagola y Valdenegro.

Dorrego tuvo reiteradas diferencias con el auditor de Guerra Esteban Agustín Gascón, a quien se resistía a subordinarse. En diversas oportunidades se negó a cumplir la órdenes de éste, lo que motivó el cruce de hirientes oficios entre ambos e informes y quejas del primero a Pueyrredón, quejándose de la conducta de Dorrego: “Manuel Dorrego, tan conocido por su altanería e insubordinación ...” En una oportunidad, Gascón le recriminó por nota que negase al pase del cabo Fernández y “le previene sobre su modo de escribir y la falta de respeto a su representación y persona”, citando los artículos de las ordenanzas; en otra oportunidad le reclamó informe sobre el estado de sus tropas, número de desertores, dispersos o prisioneros, estado del arma y rendición de cuentas de los fondos recibido. Dorrego le contestó por oficio que “Cuando la Inspección oficiase al coronel del N° 8 con el decoro que su clase y servicios le hacen acreedor (pues se halla en la clase de coronel en premio a sus continuas campañas, no como otros, que han llegado a la misma sin haber visto al enemigo) entonces será contestado y cumplido lo que quiso prevenirle en los oficios de fecha siete”

Además, Dorrego se oponía a política del Director Juan Martín de Pueyrredón de acercarse a Portugal para atacar juntos a los federales de la Banda Oriental.

El Director Pueyrredón, al tiempo que se practicaban las negociaciones monárquicas, mantenía sospechosa indiferencia frente a la ocupación de la Banda Oriental por los portugueses, en perjuicio de Artigas. La protesta contra su gobierno se incrementaba y en noviembre de 1816, comienza la persecución.



Estos enfrentamientos, entre otros motivos, motivaron a Pueyrredón a invitar a Dorrego, con quien formalmente mantenía buena relación, a reunirse.

Por otra parte, el día 13 de noviembre de 1816 la “Crónica Argentina” publicó un artículo que atacaba acerbamente a Pueyrredón creyéndose, con fundamento, que sería de la autoría de Dorrego.

Se reunieron en dos oportunidades. Al cabo de ellas, Dorrego terminaría en el destierro.

Según Vicente Fidel López, (por referencias de su padre Vicente López), en la primera reunión Pueyrredón intentó convencer a Dorrego de su incorporación al ejército de San Martín. Dorrego, que sospechaba una maniobra para alejarlo del escenario, se negó, manteniéndose ambos en posición irreductible.

En la segunda entrevista, con Pueyrredón que sospechaba de una rebelión por parte de Dorrego, insistió en convencerlo para que se incorporare al ejército de San Martín, negándose terminantemente Dorrego:

- “La alternativa en que estamos es cruel, yo declaro, señor, que nunca he de hacer armas contra el gobierno con los soldados que el gobierno ha puesto bajo mis órdenes. Pero declaro también que si V.E. insiste en que marche hacia Mendoza, puede nombrar desde luego otro gefe para el batallón N° 8, porque yo no iré con él.” - “Le he oido á Vd. con suma atención, señor coronel; y lamento que un oficial tan importante esté sugeto á estos delirios. Le he llamado porque el gobierno y el general San Martin deseamos que Ud. coopere.”

- "¡Gracias! ¡Gracias!" dijo Dorrego con tono de mofa: – Yo no aceptaré, señor, tanto favor…" -"Vd. se olvida, coronel, de que habla con el Jefe del Estado; y que tiene también el deber de recordar de que habla con un hombre que ha sido su gefe al frente de los enemigos." "Dorrego tuvo la malhadada ocurrencia de hacer un gesto de menosprecio y de asombro y dijo

- No recuerdo en cual campo de batalla habrá sido eso, señor Director. Mis charreteras no son sino las de un coronel; pero no las he ganado convoyando cargas, sino grado á grado en acciones de guerra en que no recuerdo haber tenido jamás el honor de ver a V.E.”.

"Pueyrredón, con una sonrisa de disimulo, terminó la entrevista: - El coronel Dorrego puede retirarse.”

Con la colaboración de dos testigos ocultos, como era su costumbre, Pueyrredón reconstruyó el diálogo que derivaría en el destierro de Dorrego."



(Bonifacio del Carril. “El destierro de Dorrego”. “Entrevista del coronel Dorrego con el director supremo general Pueyrredón. Versión de Vicente López, ministro de Pueyrredón”. Publicado por Vicente Fidel López, en “La Revolución Argentina”. Revista del Río de La Plata Nro. 23 t.VI. Buenos Aires, 1873., pags. 438/439


PRISIÓN Y DESTIERRO

Poco después, el 15 de noviembre de 1816, Pueyrredón ordenaba el arresto, prisión e incomunicación de Dorrego en un buque de guerra, para su destierro.

Comunicó su decisión al Soberano Congreso reunido en San Miguel de Tucumán, por oficio del día 17, adjuntando copia de su resolución;

Arrestado, fue confinado en el bergantín “Veinticinco de Mayo”, totalmente incomunicado y cinco días más tarde trasladado a la goleta “Congreso”, al mando del capitán José Joaquín Almeida, un corsario de origen portugués con ciudadanía estadounidense, que rápidamente se hizo a la vela rumbo a las islas del Caribe y a los Estados Unidos. Recién al tercer día de viaje Dorrego supo cuál era su destino.

La goleta “Congreso” era la ex “Orb” de 165 toneladas de porte y casco forrado en cobre, armada con 7 cañones largos de a 9, uno de ellos giratorio, y tripulada con 75 hombres.

Había zarpado en Baltimore, el 14 de mayo de 1816, al mando de Almeida quien, frente a las costas de Virginia, alzara el pabellón argentino al que saludó con una salva de cañones iniciando su primer crucero. Tras algunos meses como corsario con patente estadounidense en aguas del Atlántico y el Caribe, Almeida puso rumbo a Buenos Aires. Almeida solicito la nacionalidad argentina y junto con socios, patente de corso; pero Pueyrredón le negó la nacionalidad el 25 de octubre de 1816 afirmando que la patente de corso era suficiente a los efectos de acreditar que actuaba al servicio de la nación y no como mero pirata.

El 7 de noviembre de 1816 el gobierno le expidió la patente de corso N° 67 con fianza de Juan Pedro de Aguirre, también propietario de un 20% de la goleta. Dicha "patente de corso contra la bandera española" fue autorizada por el "Director Supremo de las Provincias Unidas de Sudamérica" a "la goleta de guerra del Estado, nombrada el Congreso, su capitán don José Almeida…”, con las firmas de Juan Martín de Pueyrredón y Juan Florencio Terrada, secretario interino.



La goleta, al mando de Almeida partió hacia el 20 de noviembre para realizar una segunda campaña en el mar de las Antillas, sobre todo, alrededor de la isla de Cuba, que mantenía entonces un activo comercio con España.

Como parte de su misión llevaba deportado, por orden de Pueyrredón, al coronel Manuel Dorrego, a Estados Unidos. Hallándose éste enfermo y a su pedido, en las inmediaciones de Cuba lo trasladó a otra goleta apresada, la “San Antonio”, al mando de un cabo de presa, con órdenes de llevarlo a los Estados Unidos.



Pero éste, en lugar de cumplir las órdenes recibidas, se puso a contrabandear en las costas de Jamaica, siendo apresado por un crucero inglés. Dorrego, el cabo de presa y tripulantes fueron a dar a prisión en la villa de Montego, acusados de piratería. El cabo de presa logró huir con los papeles del buque. Tras diecinueve días de encierro en una fortaleza, con algunos votos para ser ahorcado -explicaba Dorrego en carta dirigida al general González Balcarce- insistiendo ante los ingleses acerca de cual era su condición a bordo del buque apresado, fue liberado por los británicos y expulsado en la primera goletilla que dio la vela para los Estados Unidos en medio de las borrascas del mes de marzo de 1817, llegando a la costa estadounidense en abril de ese año, después de una accidentada travesía, para fondear en Baltimore (Maryland).



Enfermo y sin recursos, logró reunirse con otros opositores a Pueyrredón, que también habían sido desterrados. La observación de la vida norteamericana reafirmó sus convicciones federalistas, conociendo entonces el federalismo en acción. Analizó el sistema político y jurídico vigente en los Estados Unidos y su organización federal. Leyó los periódicos locales e incluso editó uno en castellano. Se entrevistó con varios políticos y quedó convencido de su posición republicana y federal.

El programa federalista aplicado en esa unión de estados fue admirado por Dorrego. Entonces, los Estados Unidos comenzaban a germinar como potencia. Más allá de lo que se pueda decir sobre éste país, cierto es que el programa federal aplicado fue fecundo para su desarrollo económico y social. No se desarrolló una economía pastoril sino un proyecto industrial e independiente.

No hacía mucho que Estados Unidos se había independizado de la Corona británica y no se subordinó a ningún otro imperio.

Dorrego enriqueció su conocimiento sobre esta forma de gobierno, leyendo a los teóricos norteamericanos como Madison y Hamilton. Su intención era aplicar en su patria esas ideas, adaptándolas a la idiosincrasia criolla.

Fue la gran diferencia con el unitarismo. Mientras Dorrego buscó adaptar lo que viera a la cultura local, Domingo F. Sarmiento planteó como necesario el fomento de la inmigración norteamericana y el aniquilamiento de la población autóctona. Esa es la marcada diferencia entre el caudillo fiel a su pueblo y un hombre con ideas, pero sin pueblo: la dicotomía entre un líder de las masas humildes y un asesino de gauchos.

En los EE.UU. Dorrego redactó sus “Cartas Apologéticas”, refutando los cargos que se le hicieran en Buenos Aires. El destierro duró tres años al cabo de los cuales, en 1820, regresó a Buenos Aires, convencido de la conveniencia de implantar un sistema semejante al estadounidense en su país.


NUEVAMENTE EN BUENOS AIRES

Todo pasa, tiempo y personas. También pasó el tiempo de Juan Martín de Pueyrredón y O'Dogan como Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, cesando el 11 de junio de 1819, cuando lo remplazara José Rondeau (11 junio 1819 al 1 de febrero de 1820), a quien sucediera Juan Pedro Julián Aguirre y López de Anaya (entre el 1 y el 11 de febrero de 1820), último Director Supremo. En esta fecha (11 de febrero) el Congreso de Tucumán se consideró disuelto y sus diputados retornaron sus respectivas provincias.

Se había iniciado la etapa que se conocería como Anarquía del Año XX, proceso político y militar ocurrido entre los años 1819 y 1823, que va desde la descomposición del Directorio hasta -una vez desaparecido el gobierno nacional- la estabilización de los gobiernos de las provincias argentinas.

Ya iniciado este proceso, Dorrego pudo reintegrarse a su tierra, el 6 de abril de 1820.

Contemporáneamente también retornaba José de Moldes, quien debido a su enfrentamiento con varios miembros del Congreso y sus ácidas críticas a las ideas monárquicas del general Belgrano, había sido fue encarcelado y deportado a Valparaíso (Chile), donde se lo mantuvo en prisión, logrando escapar en 1819. Moldes, personaje de férrea disciplina, partidario de un marcado sentido republicano y de un antiporteñismo sincero, fue uno de los que apoyaran a Dorrego en esos años.

Don Manuel de Sarratea, cuarto gobernador de Buenos Aires desde la caída del Directorio (entre el 11 de marzo y el 2 de mayo de 1820; había sido también el segundo, entre el 18 de febrero y el 6 de marzo de 1820), exoneró de culpa y cargo a Dorrego, rehabilitando sus títulos y honores y el pago de los sueldos correspondientes.

El 17 de abril Dorrego asumió la comandancia general de la tercera sección de campaña, en tanto Miguel Estanislao Soler, comandante de armas de la provincia de Buenos Aires, lo designaba comandante militar de Buenos Aires.

El 28 de junio de 1820 Soler enfrentó al gobernador de Santa Fe, Estanislao López, en Cañada de la Cruz (Capilla del Señor, pcia. de Buenos Aires) siendo derrotado. Mientras se combatía, Dorrego salía en dirección a Perdriel, pero al llegar a Caseros fue alcanzado por un mensajero del Cabildo invitándole a regresar.

Manuel Vicente Pagola, militar criollo de origen oriental (originario de Canelones) que había luchado como jefe de Infantería a órdenes de Soler en la batalla de Cañada de la Cruz, pudo escapar con parte de sus tropas de la matanza, regresando a la capital. Una vez en ella, ocupó el Fuerte y se autoproclamó comandante de armas de la ciudad. Amenazó con disolver el Cabildo si no se le concedía esa autoridad. Pero fue abandonado por todos. Pocos días duró el gobierno de este militar aventurero, porque el 3 de julio de 1820 entraban a Buenos Aires dos mil hombres, con Dorrego al frente, poco antes nombrado gobernador provisorio, el 29 de junio.

En aquellas horas de convulsión y confusión Dorrego fue vitoreado como un héroe en Buenos Aires mientras Pagola había entrado como un dictador triunfante.

Dorrego convenció a Pagola de entregarle el mando.

La desorientación era la característica entre los porteños en esos días. De hecho, al llegar a la plaza de Monserrat, Dorrego topó con un fuerte contingente armado de partidarios de Pagola y, con gesto altivo, solo, se adelantó ante el presunto enemigo circunstancial, exhortándolo a deponer rencores y sumarse al esfuerzo de la concordia nacional. Los milicianos pagolistas rompieron la formación y se agregaron a las fuerzas de Dorrego.

Bartolomé Mitre escribió, con relación a estos sucesos que "El Cabildo, de acuerdo con Dorrego, enarboló en su torre la bandera de alarma y de conflicto, destituyendo a Pagola y nombrando a Dorrego comandante militar de la plaza, y convocó al pueblo a reunirse en torno de su autoridad".

El mismo día, sin embargo, Dorrego desafiaba otro peligro: el sitio de los vencedores de Soler.

Investido por la Junta Electoral con los poderes de gobernador interino, se aprestó a la lucha, obligando a retroceder a sus adversarios hasta Morón.

Publicó entonces una inspirada proclama que, en lo fundamental, así se concibe:

"Los patriotas, decididos a conservar su dignidad, defender sus fortunas, y asegurar sus personas y las de sus mujeres e hijas, que injustamente son atacados por esa gavilla de vándalos y asesinos, que roban y talan el suelo que pisan, asesinan hombres desarmados, violan mujeres y no dejan con vida ni aun a los niños inocentes como lo han ejecutado en la Villa de Luján; esos patriotas han empezado hoy a escarmentar a los infames traidores de tantos crímenes. El entusiasmo corre como un fuego eléctrico, y muy pronto verá esa gavilla de bandidos cuánto les cuesta su atrevida y temeraria empresa de envolver en sangre un país inocente por la ambición de quererlo mandar con Alvear".

La retirada definitiva de los revoltosos se produjo el 12 de julio, dividiéndose en dos grupos; uno, a cuyo frente marchaba Estanislao López, en dirección a Pilar y otro, mandado por sus oficiales Carlos María de Alvear y el chileno José Miguel de la Carrera y Verdugo, hacia Luján.



En su marcha, Carrera atacó y asoló salvajemente la prácticamente indefensa población de San Isidro. El 18 Dorrego se puso en marcha al frente de un millar de hombres bien equipados; sumándose a ellos don Juan Manuel de Rosas y Martín Rodríguez con 400 paisanos. Quedó en Buenos Aires Marcos Balcarce, como gobernador sustituto.

El 2 de agosto de 1820 la fuerza combinada llegó a San Nicolás de los Arroyos. Dorrego, al frente de la infantería; Rosas, el coronel Gregorio Aráoz de Lamadrid y Martín Rodríguez, conduciendo la caballería.



Toman la villa por asalto y sus defensores se rinden, salvo Alvear y Carrera, que huyen hacia Santa Fe. Los sublevados sufren fuertes bajas, un centenar de muertos y heridos; 46 oficiales y 400 soldados fueron hechos prisioneros. Se incautaron 5 cañones, 3.000 caballos y numeroso armamento. Es destacable la corrección y disciplina de los Colorados de Rosas, la fuerza de paisanos que había reunido entre su gente de la estancia Los Cerrillos y alrededores, conducta ejemplar casi desconocida en nuestros ejércitos, donde el saqueo fue siempre la norma.

Dorrego actuó noblemente al devolver a la esposa de Carrera al campo enemigo convenientemente escoltada.

Pocos días después del combate de San Nicolás, se concertó un armisticio, sin efectos positivos. Dorrego era federal, como López; pero de un federalismo semejante al que viera en los Estados Unidos y López no le tenía simpatía.

Tras el fracaso de las conversaciones de paz, días más tarde, el 12 de agosto, Dorrego atacaba a Estanislao López en Pavón, luego de pasar el Arroyo del Medio al frente de una fuerza considerable. Fue una victoria brillante.

López huyó, tenazmente perseguido por Dorrego. El 14 de agosto el vencedor quiso entablar negociaciones pacíficas pero López exigió arrogantemente que repasara el Arroyo del Medio, operación que naturalmente no podía ni debía ejecutar.

Al seguir avanzando, Dorrego cayó vencido en el Gamonal (sur de la provincia de Santa Fe) el 2 de setiembre. Pidió entonces refuerzos al Cabildo, que no se le otorgaron por la negativa de Rosas y Martín Rodríguez, empeñados en lograr la pacificación.

El 20 de setiembre de 1820 Rodríguez fue designado gobernador. Poco después, volvía a levantarse Pagola. La mañana del 4 de octubre los rebeldes fueron atacados por las tropas que al mando de don Juan Manuel de Rosas se habían desplazado a Buenos Aires, a pedido del Gobernador, para sofocar esta insurrección. Los milicianos de Rosas, bien equipados y con experiencia, terminaron con la resistencia de los partidarios de Pagola. Rápidamente Rosas ocupó las plazas de Monserrat y de la Concepción y, tras intercambios de oficios entre ambos bandos, para finalizar la contienda, la Junta de Representantes accedió a restablecer en el cargo al gobernador que se pretendía deponer; concediendo la amnistía a los insurrectos y mandando las tropas a cuarteles.

El día 5 de octubre, notificado el Cabildo y los jefes rebeldes de la decisión, éstos se negaron a prestar obediencia. Se volvió a la lucha armada, con pérdidas para ambos bandos, desarrollándose una sangrienta represión, resultando vencidos los insurgentes. Según testimonios de los hechos, se mataban unos a otros, luchando cuerpo a cuerpo sin compasión. Muchos de los facciosos, ocultos detrás de los pilares de la recova nueva, prefirieron morir a rendirse. Numerosos heridos yacían en las calzadas esperando el turno de las camillas para ser llevados a los hospitales o de morir allí sin socorro. En uno de los costados de la Pirámide de Mayo, se veía una pila de cadáveres, como testimonio de la bárbara matanza resultante de la lucha. Se considera a este suceso como uno de los más crueles que registra la ciudad de Buenos Aires.

Finalmente, se impusieron los defensores del orden y Rosas tomó la Plaza de la Victoria, frente a un pueblo que admiró la valiente y arrojada actitud de los Colorados del Monte y el ejemplar comportamiento y disciplina demostrados por éstos después de la lucha.

En Luján, Dorrego obedeció la orden de retroceder, permaneciendo en su estancia de Areco.

Desde allí comisionó al mayor Miguel Planes en misión de saludo al gobernador Rodríguez y tras ello dimitió su mando, entregándolo al coronel Blas José Pico. A continuación, se retiró a San Isidro.

En un noble gesto, Martín Rodríguez le ofreció el grado de brigadier, que Dorrego prefirió rehusar.


DEPORTADO A LA BANDA ORIENTAL

En el mes de octubre, superada la revolución de su antiguo aliado Manuel Pagola (en la que Dorrego no participara) fue deportado a la Banda Oriental.

Convocado por el gobernador Martín Rodríguez, Bernardino Rivadavia, fue nombrado en el cargo de ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores el 19 de julio de 1821. Dejó en segundo plano a sus compañeros de gabinete, Manuel José García y Francisco Fernández de la Cruz, e incluso al propio gobernador. Fue Rivadavia quien llevara adelante casi todas las decisiones políticas del gobierno que encabezaba el general Martín Rodríguez. Las políticas de gobierno de entonces se conocen como “reformas rivadavianas”, muchas de ellas orientadas al ordenamiento económico.

También se dictaron normas de carácter político. En noviembre de 1821, con el fin de pacificar la provincia, se sancionó la ley de amnistía (conocida como Ley del Olvido) para todos los opositores políticos que reglamentada el 13 de noviembre por Rodríguez seguía impidiendo el retorno de Dorrego. Esta norma hizo posible el regreso de muchos exiliados, como Miguel Estanislao Soler, Manuel de Sarratea, Carlos María de Alvear, Manuel Vicente Pagola y otros. Finalmente, el 7 de mayo de 1822 Manuel Dorrego también pudo acogerse a los beneficios de la ley y retornar a Buenos Aires donde se enteró que debía su regreso al hábil ministro de Gobierno de la administración que encabezaba Martín Rodríguez: Bernardino Rivadavia, quien llegaría a ser enemigo directo de Dorrego.


TRAS EL RETORNO, CON LA LEY DEL OLVIDO

En julio obtuvo la reposición de su estado y jerarquía militar. Eran momentos críticos los que se vivían en Buenos Aires. Juan Gregorio García de Tagle o Gregorio Tagle, que había sido varias veces ministro del Directorio Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, también había vuelto de su exilio en Montevideo (ocupado por los portugueses) en agosto de 1822; poco después encabezó la primera conspiración contra las reformas eclesiásticas que impulsaba Bernardino Rivadavia. El movimiento fue sofocado inmediatamente y Tagle pasó un breve tiempo en la cárcel, hasta que su esposa, doña Máxima Olmos prestó por él voz y caución, consiguiendo su liberación.​

En 1823, Tagle lideró una conspiración mayor, que abarcaba la Iglesia y los movimientos de católicos laicos que se oponían a las reformas. El motín por él encabezado se inició el 19 de marzo de 1823. Rivadavia le dio inmediatamente el mando de 200 hombres a Dorrego, quien persiguió a los sublevados hasta Cañuelas, donde logró apresar a Tagle, pero facilitó su huida. Un generoso acto de Dorrego, teniendo en consideración que había sido Tagle el ministro que refrendara el documento suscrito por el Director Supremo Pueyrredón ordenando su destierro, en 1816.


DORREGO LEGISLADOR

En setiembre de 1823 fue electo diputado, incorporándose poco después a la legislatura provincial, poniéndose al frente de la oposición federal contra el gobierno de Martín Rodríguez y su ministro Bernardino Rivadavia. Era notorio un cambio importante en su personalidad. No era ya un hombre arrebatado, aunque conservaba el "genio inquieto y valor fogoso", según Mitre, que lo definió como "tribuno bullicioso, carácter inquieto, caudillo populachero, republicano ardiente, militar valeroso, con bastante inteligencia y mucha audacia". Tenía ya la seguridad de la experiencia.

Fue un legislador consciente, vigoroso, permanente custodio de las libertades republicanas.

A diferencia de los unitarios porteños, representaba los intereses de la población de gauchos de la campaña y los de la gente pobre de los barrios de la ciudad. También, aunque en menor medida, se hacía eco de los intereses de los hacendados bonaerenses. Su hermano Luis era, entonces, socio de don Juan Manuel de Rosas.

A la vez, respaldaba sus ideas desde su propio periódico, “El Argentino", con inspiración federalista, posición que le hiciera ganar prestigio en las provincias.

Alternó la labor parlamentaria con la tribuna periodística, defendiendo enérgicamente los derechos orientales conculcados por la invasión brasileña y preconizando la intervención argentina.

Hizo una fuerte campaña presionando al gobierno a declarar la guerra al Imperio del Brasil para liberar la Banda Oriental; sin éxito, ante la cerrada defensa del partido del gobierno, que incluso lo excluyó de la reelección.

El 2 de abril de 1824 cesaba Martín Rodríguez como gobernador de Buenos Aires, asumiendo el cargo Juan Gregorio de Las Heras, que estaría en él hasta el 7 de febrero de 1826.

Junto con su hermano Luis, Manuel Dorrego apoyó la campaña libertadora de los Treinta y Tres Orientales, hombres liderados por Juan Antonio Lavalleja y Manuel Oribe que, el 1 de abril de 1825 emprendieron la insurrección, partiendo en dos lanchas desde San Isidro, para recuperar la independencia de la Provincia Oriental (territorio que comprendía lo que hoy es Uruguay y parte del actual estado brasileño de Río Grande del Sur), en ese momento bajo dominio brasileño.


HACIA EL NOROESTE

Desvinculado de la legislatura provincial, incursionó en un negocio de minería por el que tuvo que viajar al Alto Perú. Si bien como negocio fue malo, pudo desarrollar otras actividades. Allá fue partícipe de las entrevistas que tuvieran lugar entre el Libertador Simón Bolívar, por un lado y el general Carlos María de Alvear y el doctor José Miguel Díaz Vélez, como representantes de las Provincias Unidas del Río de la Plata, por el otro, durante las cuales se logró que el territorio de Tarija se reincorporara a las Provincias Unidas. Se identificó con los planes de Bolívar para crear una Federación Americana y solicitó su ayuda para expulsar a los portugueses de la Banda Oriental.

En su viaje de regreso, en contacto con el caudillo santiagueño Juan Felipe Ibarra, éste le puso en contacto con los federales del interior, siendo elegido como diputado por la Provincia de Santiago del Estero al Congreso Nacional en 1824.


EN EL CONGRESO NACIONAL. RIVADAVIA Y SU CAIDA

Con la defensa doctrinaria de las instituciones republicanas, se opuso a la filosofía unitaria; mostrándose contrario a la política centralista del presidente Rivadavia, quien había nacionalizado la aduana y el puerto, como así también federalizado la ciudad de Buenos Aires.

En la discusión sobre la Constitución de 1826 se explayó sobre la forma de gobierno y el derecho al sufragio.

El 6 de febrero de 1826, el Congreso Constituyente determinó la urgente instalación del poder ejecutivo nacional,​ nombramiento que recaería en quien fuera nombrado mediante el voto mayoritario de los diputados. Al día siguiente se realizó la votación mencionada y el cargo fue ocupado por Bernardino Rivadavia, primer presidente de la República de las Provincias Unidas del Río de la Plata y de la Nación Argentina.



La Constitución de 1826 incorporó la denominación "República Argentina".

Bernardino Rivadavia, al llegar a la presidencia declaró propiedades nacionales a las minas de todas las provincias

Desde el periódico "El Tribuno" atacó las medidas centralizadoras de Rivadavia, ganando prestigio en las provincias, en donde se lo consideraba un dirigente federalista de Buenos Aires que buscaba la restitución de la provincia, afectada por la política nacionalizadora de Rivadavia.

Influyó con su prédica en la crisis que culminó con la renuncia de Rivadavia a la Presidencia de la Nación.

Rivadavia era el presidente del directorio de la Río de la Plata Minning Association, una empresa inglesa creada para la explotación de minas en Argentina.

Dorrego también publicó en su periódico “El Tribuno” comprometedoras cartas de Rivadavia a la Banca Hullet, principal accionista de la Minning Asociation. Pocos días después Rivadavia renunció al cargo de presidente.


Al respecto, dice Norberto Galasso: “En diciembre de 1824 se constituye la Minning Association en Londres para explotar minas en la Argentina, según autorización otorgada por el gobernador Martín Rodríguez y su ministro Rivadavia.

En esa sociedad, su principal accionista es la banca inglesa Hullet y el presidente del directorio es Don Bernardino.

En 1825, la empresa envía al capitán Head al Río de la Plata con un equipo de técnicos para iniciar la explotación, pero este se encuentra con que en las provincias -salvo San Juan- le aducen que la riqueza minera es propiedad provincial ya que no existe, desde 1820 –al caer el directorio– un gobierno nacional.

La banca Hullet le protesta a Rivadavia y este contesta: 'El negocio que más me ha ocupado, que me ha afectado y sobre el cual la prudencia no ha permitido llegar a una solución es el de la sociedad de minas. Con respecto a las de La Rioja (el Famatina), cuya importancia es superior a las de las otras provincias, en el corto plazo, con el establecimiento de un gobierno nacional, todo cuanto debe desearse se obtendrá… Me veo obligado a emplear la mayor circunspección para no comprometer inútilmente mi influencia y no debo decir más por el momento (enero 1826)'.

Curiosamente, un mes después, Rivadavia es elegido presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

El 15 de febrero sanciona la ley que declara propiedades nacionales a las minas de todas las provincias. El 14 de marzo, Rivadavia le escribe a Hullet: 'Las minas son ya por ley de propiedad nacional y están exclusivamente bajo la administración del presidente de la República'.

Sin embargo, en La Rioja, Facundo Quiroga se niega a que la Minning explote el Famatina. La compañía quiebra.

Entonces, Head publica en Londres un folleto donde incorpora las cartas transcriptas, titulado: 'Informe sobre la quiebra de la Río de la Plata Association constituida bajo la autorización otorgada por su excelencia don Bernardino Rivadavia'. Y aquí entra a jugar Dorrego. Porque desde su periódico El Tribuno, Dorrego publica ese informe, con las comprometedoras cartas de Rivadavia a la Banca Hullet y le agrega estos versos definitorios: 'Dicen que el móvil más grande / de establecer la Unidad/ es que repare su quiebra / de Minas, la Sociedad' (El Tribuno, de 23 de junio de 1827).

Tres días después, Rivadavia renuncia a su cargo de presidente. Se quiebra nuevamente la unidad nacional y pocos meses después, asume Dorrego como gobernador de la Provincia de Buenos Aires…” (Norberto Galasso, en “Tiempo Argentino”, 15 de diciembre de 2011)


El Partido Unitario —que representaba la clase media ilustrada de la ciudad—consideraba a Dorrego un enemigo, un líder partidario del llamado “bajo fondo” cercano a los intereses de los estancieros bonaerenses. Los ganaderos, es decir las clases media y alta del campo —afectados por la intervención del gobierno nacional en el provincial y por la pretensión de Rivadavia de dividir la provincia en tres— se apoyaron en Dorrego y abandonaron al presidente.

Se le objetó que el federalismo era imposible dada la pobreza de las provincias, respondiendo Dorrego que estas podían ser económica y administrativamente viables si se agruparan uniendo fuerzas y recursos.

También defendió el derecho a voto de los "criados a sueldo, peones jornaleros y soldados de línea", argumentando:

"¿Es posible esto en un país republicano? ¿Es posible que los asalariados sean buenos para lo que es penoso y odioso en la sociedad, pero que no puedan tomar parte en las elecciones?... Yo no concibo cómo pueda tener parte en la sociedad, ni como pueda considerarse miembro de ella a un hombre que, ni en la organización del gobierno ni en las leyes, tiene una intervención..."

La decisión de la Provincia Oriental de reincorporarse a las Provincias Unidas del Río de la Plata llevó al comienzo de la Guerra del Brasil, en la que los ejércitos y escuadra argentinos lograron triunfos destacados, pero no pudieron obligar a los imperiales a abandonar Montevideo ni a levantar el bloqueo impuesto en el río de la Plata.

Apremiado por la situación económica y la negativa de la mayor parte de las provincias a someterse a su autoridad, el presidente Rivadavia envió a negociar la paz con el Imperio del Brasil a su ministro Manuel José García, una de las personas menos indicadas para tal misión, ya que había sido uno de los rioplatenses que en 1816 había incitado al Rey de Portugal a invadir la Banda Oriental.

García firmó la Convención Preliminar de Paz de 1827 sobre la base de la cesión de la provincia al Imperio. La indignación por el tratado estalló en Buenos Aires el mismo día en que se supo la noticia, contemporáneamente con el escándalo de la participación de Rivadavia en la Río de la Plata Minning Association y, pese a que rechazó de plano el acuerdo, se vio obligado a renunciar el 26 de junio de 1827.

El Congreso eligió presidente provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata a Vicente López y Planes, encargándole llamar a elecciones para una nueva Sala de Representantes porteña. Acto seguido, se declaró disuelto.

En 1827 el presidente provisional Vicente López nombró a Dorrego para ocupar la cartera de marina y relaciones exteriores.


DORREGO GOBERNADOR

En las elecciones de la provincia de Buenos Aires no participó ninguna lista unitaria, de modo que el Partido Federal obtuvo todas las bancas y nombró gobernador provincial a Dorrego; éste asumió el cargo el 17 agosto de 1827 acumulando las carteras de Relaciones Exteriores y Guerra Nacional. En ese momento cumbre se le ofreció el grado de general; Dorrego declinó tal honor, explicando que sólo lo aceptaría cuando se considerara digno de tal grado, es decir, cuando lo ganara en el campo de batalla.



Su gobierno comenzó a encaminar al país hacia una organización federal. La mayor parte de los gobernadores, confiando en su persona y en su gestión, delegaron en Dorrego el manejo de las relaciones exteriores y la guerra, como lo habían hecho antes algunas provincias delegando en el gobernador Juan Gregorio de Las Heras y volverían hacer después con don Juan Manuel de Rosas.

Como primer magistrado tuvo aciertos, como la firma de tratado secreto con Federico Bawer, delegado de las tropas mercenarias alemanas al servicio del Brasil, que se obligó a incorporarlas al mando argentino.

Formalizada la paz con el Imperio, Dorrego comisionó a Azcuénaga, Guido y Brown para ratificar el tratado en Montevideo, que el 25 de noviembre de 1828 fue aprobado en Santa Fe por la convención nacional. El 10 de octubre el gobernador se presentó ente la Legislatura "para expresar su gratitud por el apoyo parlamentario prestado al esfuerzo bélico".

Dorrego había ganado un sólido prestigio como gobernante.

Fue en ese tiempo que algunos hombres y las circunstancias se aliaron contra él.

El 26 de noviembre entraba a Buenos Aires la división de Juan Galo Lavalle, descontentos por la resolución del conflicto argentino-brasileño, que significaba la pérdida de la Banda Oriental. Los unitarios decidieron actuar para eliminar a Dorrego. El generalato, que integraban ex camaradas de exilio: Alvear, Soler, junto con Martín Rodríguez, Juan Lavalle y José María Paz decidieron dar el golpe. Dorrego lo supo. Cuando le informaron que el general Lavalle —antiguo compañero de armas en el ejército y a quien Dorrego había recomendado en su momento para un ascenso— iba a intentar derrocarlo, rechazó esa posibilidad.


LEVANTAMIENTO DE LAVALLE Y FUSILAMIENTO DE DORREGO

El 1 de diciembre Lavalle se sublevó y el alzamiento se propagó por la ciudad.



Dorrego entregó el mando a los generales Balcarce y Guido con la misión de resistir dentro del Fuerte de Buenos Aires, sede del gobierno; pero éstos entregaron la fortaleza. Se dirigió a la campaña con el propósito de concentrar hombres adictos a su persona o, cuando menos, fieles a las instituciones republicanas que él trataba de representar con dignidad.

Con Dorrego retirándose hacia el sur de la provincia, los unitarios celebraron una elección, en el atrio de una iglesia con custodia del regimiento golpista de Lavalle y la sola participación de los unitarios, nombrándose gobernador a Lavalle.

Se disolvió la legislatura y los unitarios anunciaron en la prensa que los sirvientes “volverán a la cocina”.

También alzado el cuerpo de Húsares, al mando del coronel Bernardino Escribano, se desvanecieron las esperanzas de Dorrego.

Pidió apoyo a Juan Manuel de Rosas, comandante de campaña. Este le aconsejó que fuese a Santa Fe y le solicitase respaldo a Estanislao López, pero Dorrego decidió enfrentar a Lavalle dirigiéndose a Navarro.

Imprudentemente, esperó allí a Lavalle y sus hombres, siendo vencido el 9 de diciembre en la batalla de Navarro. Trató de escapar hacia el norte, donde podría obtener el apoyo de Ángel Pacheco, pero Bernardino Escribano y Mariano Acha, dos oficiales a los que suponía leales, lo hicieron prisionero en el Salto Argentino, entregándolo a Lavalle.

Éste se negó enfrentar cara a cara a Manuel Dorrego, ante el pedido expreso de éste e inmediatamente ordenó que se lo fusilara por traición, presionado por bastardos y oscuros intereses, tal como fuera instigado en la reunión del 30 de noviembre de la que participaran Julián Segundo de Agüero, Salvador María del Carril, los hermanos Florencio y Juan Cruz Varela, Martín Rodríguez, Ignacio Álvarez Thomas y Valentín Alsina, entre otros.

La decisión de fusilarlo fue política, estaba tomada y no podía ser revertida. Dejar a Dorrego con vida hubiese sido peligroso para los intereses de los Unitarios que estaban acorralados por irregularidades y denuncias. Este terrible hecho cometido desde el poder de facto contra el gobernante legítimo inauguró para muchos la violencia política en la historia argentina.

Al enterarse Dorrego por un mensajero de la negativa de Lavalle, hízole contestar por medio del mismo que le llevara la negativa:

“Dígale que el gobernador y capitán general de la provincia de Buenos Aires, el encargado de los negocios generales de la república, queda enterado de la orden del señor general. A un desertor al frente del enemigo, a un enemigo, a un bandido, se le da más término y no se lo condena sin permitirle su defensa ¿Dónde estamos? ¿Quién ha dado esa facultad a un general sublevado? Hágase de mí lo que se quiera, pero cuidado con las consecuencias.”

Dorrego fue condenado por los unitarios. Los únicos dos dirigentes de ésta tendencia que pidieron por su vida fueron el ministro José Miguel Díaz Vélez y el gobernador delegado Guillermo Brown.

Aunque no pidió clemencia, el coronel Gregorio Aráoz de Lamadrid permaneció a su lado hasta momentos antes de su fusilamiento, porque no quiso verlo morir; entregándole su propia chaqueta militar para la ejecución.

Aráoz de Lamadrid posteriormente entregaría a Ángela, viuda de Dorrego, la que éste había usado hasta ese momento, con dos emotivas cartas (ver Dossier de Documentos, página 24) y algunos recuerdos para ella y sus hijas.

En forma sumaria y extrajudicialmente, Dorrego fue fusilado por orden de Lavalle en un corral detrás de la iglesia del pueblo de Navarro, el 13 de diciembre de 1828. Su cadáver fue enterrado por el religioso Juan José Castañer.



Salvador María del Carril, uno de los que había empujado a Lavalle al crimen, le escribía unos días después:

“...fragüe el acta de un consejo de guerra para disimular el fusilamiento de Dorrego porque si es necesario envolver la impostura con los pasaportes de la verdad, se embrolla; y si es necesario mentir a la posteridad, se miente y se engaña a los vivos y a los muertos.”


SU VIUDA E HIJAS

Ángela Baudrix, viuda de Dorrego quedó en la pobreza, con dos hijas de 6 y 12 años de edad. Tiempo después se vieron obligadas a trabajar de costureras en el taller de Simón Pereyra, un proveedor de uniformes para el ejército y especulador en la compra-venta de tierras (en una de sus extensas propiedades, ubicada en El Palomar, en 1925 se inició la construcción del Colegio Militar de la Nación, del que egresarían varios discípulos de Lavalle; por ejemplo, Pedro Eugenio Aramburu, fusilador de camaradas como el general Valle, entre muchos otros argentinos).


LOS RESTOS DE DORREGO. HONRANDO SU MEMORIA



El 20 de febrero de 1829, en la ciudad de Santa Fe, la Representación Nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata sancionó un decreto de cinco artículos. Por el artículo 1, se declaró anárquica, sediciosa y atentatoria contra la libertad, honor y tranquilidad de la nación, la sublevación militar del 1 de diciembre de 1828 en Buenos Aires. El artículo 2 declara que el asesinato cometido en la persona de don Manuel Dorrego, es un crimen de alta traición contra el Estado y por el artículo 3 se dispone que la Nación, por su honor y seguridad y también por los de la provincia de Buenos Aires, oprimida por los facciosos, ésta debe someterse a la autoridad de la Nación, debiendo cada provincia dedicar las fuerzas que su situación permita. El artículo 4 dispone que las fuerzas serán dirigidas por un general, nombrándose a tal fin al gobernador de Santa Fe, brigadier don Estanislao López. El artículo 5 es de forma. Este decreto se publicó transcribiéndolo en el diario "El Lucero", de Buenos Aires, de 13 de diciembre de 1830, cuando se conmemoraba el segundo aniversario de la muerte de Dorrego (ver en el Dossier de Documentos, páginas 28 a 30).

Tras el fusilamiento de Dorrego, gobernador de Buenos Aires, don Juan Manuel de Rosas dirigió sus fuerzas contra Lavalle, derrotándolo en Puente de Márquez el 26 de abril de 1829, negociando en junio una tregua con su vencido, en Cañuelas; por ella, se comprometieron a concurrir a elecciones bonaerenses con una lista conjunta conciliadora. Pese a ello, los unitarios presentaron una lista propia y vencieron en unas elecciones violentas. Lavalle las anuló y pactó en Barracas la designación de Juan José Viamonte como gobernador provisorio. El 29 de octubre de 1829 Viamonte dictó un decreto disponiendo la exhumación de los restos de Dorrego, en Navarro, para su traslado a Buenos Aires. Una nota sobre el documento oficial disponiendo la exhumación, traslado y honras fúnebres, se publicó en el diario "El Lucero", de Buenos Aires, de 14 de diciembre de 1829, cuando llevara a cabo lo ordenado (ver en el Dossier de Documentos, páginas 26 y 27).

El 1 de diciembre de 1829 se reunió la Legislatura, eligiendo a Juan Manuel de Rosas como gobernador.

El 14 de diciembre de 1829, un año después de su fusilamiento, cumpliendo lo dispuesto en el artículo 9 del Decreto de 29 de octubre de 1829, la comisión que se trasladara a la villa de Navarro procedió a la exhumación de los restos de Manuel Dorrego. El doctor Cosme Francisco Argerich (1787-1846) tuvo a su cargo la penosa tarea, que detallare en los siguientes términos: “En presencia del camarista designado por el gobierno, doctor Miguel Villegas, se comenzó a cavar la fosa a las doce y media de la mañana. Pronto aparecieron las botas del pie izquierdo y derecho, después las piernas con los pantalones de paño mezcla color oscuro, el cuello cubierto con una corbata de seda negra y un pañuelo de seda amarillo con el que le fueron vendados los ojos al tiempo de su ejecución. La chaqueta de tela de lana escocesa cubría el pecho y el brazo derecho. Se sacó el cadáver de la fosa y se limpió. El cráneo estaba deshecho y sus huesos divididos en fragmentos muy considerables. En el pecho del lado izquierdo existe la entrada de una bala sin salida por la espalda. Las manos las tenía cerradas…”Sigue refiriendo los procedimientos seguidos para la preparación de los restos, hasta colocarlos en una urna, en la que fueron trasladados hasta San José de Flores, de donde partieron al día siguiente hasta la iglesia de la Piedad, celebrándose una misa de réquiem. A las cinco de la tarde, el gobierno se hizo cargo de la caja mortuoria para su traslado a la Fortaleza, con una compañía de Granaderos a la retaguardia. Allí fue velado con honores militares y al día siguiente trasladado a la Catedral, devuelto a la Fortaleza y posteriormente trasladado al cementerio del Norte (ahora de la Recoleta), para su inhumación, siendo la urna llevada hasta la fosa por cuatro generales, con tropas formadas; haciéndose una descarga general al ser depositada la urna en la fosa.



Poco después, se construía un sepulcro en el cementerio del Norte, en el que se depositaron los restos, luego trasladados al mausoleo Dorrego-Ortiz Basualdo, en la calle principal de la Recoleta, a pasos del Cristo central; una construcción monumental realizada a fines del siglo XIX por el arquitecto francés Luis Dubois con esculturas del italiano Giovanni Villa.



En la ciudad de Buenos Aires, se inauguró en 1923 el monumento ecuestre de don Manuel Dorrego, realizado por el escultor Rogelio Yrurtia (1879-1950). Está emplazado en la plazoleta de Viamonte y Suipacha, contigua a la Dirección General de Rentas de la ciudad.




En Navarro, una cruz de ñandubay marcó por muchos años el lugar del fusilamiento y, ciertamente, otras habrán sucedido a ella en la función señal y memoria; hasta que en el año 1925, una delegación de niños y docentes de la Escuela N° 17 a cargo de la maestra Ana Bildostegui y con el niño Poncio Ariet como abanderado, reemplazó la dañada cruz de madera dura por una nueva de hierro forjado realizada en la herrería de Aristía Hnos.

El encargado de la Estancia El Talar de entonces, alambró un pequeño perímetro para protegerla del daño de vacas y caballos, hasta que en el año del centenario del fusilamiento -1928– familiares de Dorrego costearon un monolito de ladrillo que servía de basamento a una cruz de lapacho.

El 13 de diciembre de 1928, la municipalidad de Navarro impuso el nombre de “Dorrego” a la actual calle 111 y se inauguró el busto del prócer en la plaza homónima.




Cuarenta años después, en el mismo sitio donde se levantaran el monolito y la cruz, se construyó el monumento y templete, gestionado por el entonces intendente municipal don Roberto Romeo, que fue inaugurado el 7 de mayo de 1968, con asistencia del entonces gobernador de Buenos Aires, general Francisco Imaz.

El 22 de junio de 2015, el Poder Ejecutivo Nacional propuso al Senado la promoción post mortem del coronel Manuel Dorrego al grado de general de Ejército (Ver Dossier de Documentos, páginas 31 a 35).


OPINIONES SOBRE DORREGO Y SU SUERTE

El general San Martín en una carta a O’Higgins se refirió al hecho:

“...Los autores del movimiento del día primero son Rivadavia y sus satélites y a usted le consta los inmensos males que estos hombres han hecho, no sólo a este país, sino al resto de América con su infernal conducta; si mi alma fuera tan despreciable como las suyas, yo aprovecharía esta ocasión para vengarme de las persecuciones que mi honor ha sufrido de estos hombres, pero es necesario enseñarles la diferencia que hay de un hombre de bien a un malvado”


El periodista e historiador José Manuel de Estrada (1842-1894), considerado uno de los más lúcidos intelectuales de la segunda mitad del siglo XIX, escribió en homenaje a Manuel Dorrego, en los siguientes términos:

"Fue un apóstol y no de los que se alzan en medio de la prosperidad y de las garantías, sino apóstol de las tremendas crisis. Pisó la verde campiña convertida en cadalso, enseñando a sus conciudadanos la clemencia y la fraternidad, y dejando a sus sacrificadores el perdón, en un día de verano ardiente como su alma, y sobre el cual la noche comenzaba a echar su velo de tinieblas, como iba a arrojar sobre él la muerte su velo de misterio. Se dejó matar con la dulzura de un niño, él que había tenido dentro del pecho todos los volcanes de la pasión. Supo vivir como los héroes y morir como los mártires".


Escribió Juan Domingo Perón en “Breve historia de la problemática argentina”:

“Este crimen horrendo es el más atroz e injusto que se haya cometido en toda la historia de la Patria. No tiene justificación alguna, fusilar al gobernador legal de un Estado que ha sido libremente elegido por sus conciudadanos. Y si ese hombre es nada menos que un soldado de la Independencia, oficial de San Martín y de Belgrano, héroe en el campo de batalla, no solamente es un crimen atroz contra un hombre, lo es contra todo un país y contra toda la civilización”.

JUAN LAVALLE Y LOS HONORES A LA “ESPADA SIN CABEZA”

Juan Lavalle nació en Buenos Aires el 17 de octubre de 1797. Desde los 14 años hasta su muerte, a los 44, su vida estuvo consagrada a las armas. Al mando de Dorrego, luchó contra Artigas y combatió en la batalla de Guayabos. El escritor Esteban Echeverría (1805-1851), autor de ‘El matadero’ y ‘La Cautiva’, que también era unitario, lo describió como "una espada sin cabeza".

En 1868, en un amplio solar de la manzana comprendida por Viamonte, Libertad, Córdoba y Talcahuano, entonces frente a la que luego se denominaría Plaza Lavalle y ahora extremo norte de la misma, don Mariano Miró hizo construir por los arquitectos italianos Nicolás y José Canale, padre e hijo, llegados desde Génova, un espléndido palacio que sería su residencia y la de su esposa, doña Felisa Dorrego, sobrina de don Manuel, el ferviente y aguerrido patriota.

El solar había sido parte de la quinta Zamudio (ocho manzanas identificadas con el nro. 37 en el plano catastral de 1782). En el año 1841, el martillero porteño señor Arriola, adjudicó “en pública subasta y en la más leal puja” dicho solar, en una ejecución hipotecaria contra el anterior dueño. El terreno había pertenecido durante muchos años a un señor de apellido Morón, quién había construido allí una casa de pobre aspecto, cercada de tapia (referencia de José Antonio Wilde en su obra “Buenos Aires desde setenta años atrás” [1810-1880])

El frente daba a la calle Viamonte.

Don Mariano falleció en la década 1870-1880.



El 18 de diciembre de 1887, siendo presidente de la Nación Argentina Miguel Juárez Celman (1844-1909 ) e intendente municipal de la ciudad de Buenos Aires Antonio F. Crespo (1851-1893) en la calle Tucumán entre Libertad y Talcahuano, entre dos manzanas de la plaza, se inauguró una gran estatua del general Juan Galo de Lavalle realizada por el escultor italiano Pietro Costa. La plaza, que fuera la del Parque, fue rebautizada Lavalle.

Un detalle que no se quiso ver (como ocurriera con la estatua de Sarmiento, emplazada sobre el solar sobre el solar donde estuviera la residencia de don Juan Manuel de Rosas, en Palermo; inaugurada el 25 de mayo de 1900) fue que Lavalle había sido el responsable del asesinato de Manuel Dorrego.



Ese monumento, sobre una columna a más de 20 metros del suelo, fue interpretado como una ofensa por la viuda de Miró, sobrina del fusilado. Por eso, dispuso que todas las ventanas del palacio que daban hacia Viamonte y más allá hacia Tucumán, a través de la plaza, fueran tapiadas. Nadie volvió a subir al mirador.


En 1937, el palacio fue expropiado y demolido, aumentando así las dimensiones de la plaza Lavalle.


EL FUSILAMIENTO DE DORREGO EN UNA TIRA DE “EL DESCAMISADO”

La revista "El Descamisado" solía publicar historietas de contenido histórico para conocimiento de los compañeros. Es realmente excelente tanto la calidad de los dibujos como el guión que se centra en realizar constantes analogías para reafirmar la identidad peronista-montonera.

Estas historias tituladas "450 años de guerra contra el imperialismo" constituyen una verdadera fuente de análisis cultural, político e historiográfico.

Oscar Terán en el clásico "Nuestros años sesenta" afirmaba que el revisionismo había triunfado constituyéndose como "sentido común" que cruzaba a la sociedad.

La línea que enfatiza a los tebeos militantes tienen una fuerte deuda del revisionismo nacional y popular que emerge pos ‘55 (Fermín Chávez, José María ‘Pepe’ Rosa), como también de la Izquierda Nacional ('el Colorado' Jorge Abelardo Ramos, Hernández Arregui).

De hecho, reconocer como 450 años de lucha constante ante el imperialismo significa reafirmarse como herederos de la lucha de los nativos americanos ante los atropellos y el saqueo español; es una línea indigenista que luego continua con la clásica línea historiográfica nacionalista: San Martín, los caudillos, Rosas, Yrigoyen, Perón.

Por otro lado, lo antinacional se representa en los unitarios que desembocan en esos días como gorilas neoliberales (cabe tener en cuenta la continuidad que establece el guión entre la represión mitrista y sarmientina con la realizada por la "Revolución Libertadora").

Quizá alguien encare y pueda materializar la merecida reedición de todos estos textos. Aquí, digitalizado, el que se dedicara al fusilamiento de Manuel Dorrego, publicado en el nro. 28 de “El Descamisado”, de 27 de noviembre de 1973.

Para leer y/o descargar, cliquear en la imagen siguiente:


DOSSIER DE DOCUMENTOS

Certificados de estudios, oficios, bandos, proclamas; prensa de la época la propuesta del Poder Ejecutivo para el ascenso de don Manuel Dorrego al grado de general post mortem.

Para leer y/o descargar, cliquear en la imagen siguiente:

VIDEO: DON MANUEL DORREGO

Los integrantes del grupo rivadaviano, primeros endeudadores del país, dejaron un Estado nacional en ruinas, con una situación internacional gravísima y una guerra ganada en los campos de batalla pero perdida en los papeles. Así se retiraron del gobierno, pero no del poder.

Los unitarios no podían dejar con vida a Dorrego ya que los pondría al desnudo ante la opinión pública de la época y ante la Historia. Necesitaban acallarlo para siempre.

Un video sobre distintos episodios de la vida y trayectoria de don Manuel Dorrego y las circunstancias de su fusilamiento. Documental para televisión, producción del Canal Encuentro

Para verlo, cliquear en la imagen siguiente:

AUDIO:

Don Manuel Dorrego sigue presente en la música de la Patria, en la que el pueblo recuerda a quienes con él se identificaran, en defensa de la Soberanía nacional, de la República y del Federalismo,entregando la vida en ello.

La selección musical se integra con los siguientes temas:



que se pueden escuchar accediendo a los registros respectivos, cliqueando sobre cada título (individualmente) o sobre la imagen del álbum que a continuación se reproduce (para todos los títulos):




© Enrique F. Widmann-Miguel (IberInfo / Buenos Aires)






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