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La Patagonia Trágica: Matanza de trabajadores en Santa Cruz

En julio de 1920 una huelga que se desarrollara en el sur chileno fue aplastada y sus dirigentes buscaron refugio cruzando la frontera con la República Argentina. En agosto del mismo año comenzaron a estallar huelgas en la gobernación de Santa Cruz, iniciándose el ciclo que se conoce históricamente como la "Patagonia Trágica" o la "Patagonia Rebelde".


A fines de noviembre de 1920, comienza la huelga general de peones rurales en el entonces territorio nacional de Santa Cruz, episodio histórico que se recuerda como la Patagonia Rebelde; el sector dominante de los latifundios, con el apoyo de la Liga Patriótica Argentina, comenzó a prepararse para dominar el paro.

El pedido de los trabajadores sobre mejoras en las condiciones de vida y de trabajo en las estancias patagónicas incluía puntos como:

1) Que la luz fuera por cuenta del patrón, entregando un paquete de velas, por mes, a cada trabajador.

2) Que la comida se compusiera de tres platos

3) Que se instalara un botiquín de auxilio con instrucciones en castellano (los que hasta entonces había en algunos establecimientos, tenían instrucciones en inglés). 4) Eliminación de los camarotes remplazándolos por piezas de cuatro metros cuadrados en las que no durmieran más de tres hombres. Que las mismas tuvieran lavatorio para higienizarse después del trabajo, agua y que fueran desinfectadas cada 8 días.

4) Que los sábados por la tarde fueran para que los peones pudieran lavar su ropa.

5) Que se diera trabajo a quienes tuvieran familia para fomentar el aumento de la población y el engrandecimiento del país.

Por ello se los llamó individuos de ideas extranjerizantes, forajidos y enemigos de la Patria… y se los hizo matar.

Enormes extensiones de tierra formaban entonces latifundios, en su mayor parte en manos de extranjeros, sobre todo, de súbditos británicos. Gran Bretaña también había amenazado con enviar buques desde las Islas Malvinas para defender las propiedades de los estancieros.

La tarea de “pacificación” encomendada al Ejército Argentino, se ejecutó despachándose la unidad al mando del TCnel Héctor Benigno Varela, del regimiento 10 de Caballería ‘Húsares de Pueyrredón’, que contó con el apoyo de grupos de estancieros formados detrás de la Liga Patriótica Argentina, que en Santa Cruz estaba presidida por un estanciero extranjero. En realidad, la represión fue ordenada en el más alto nivel por el gobierno radical de Hipólito Yrigoyen.

Más tarde, en el Congreso Nacional, la bancada radical votó contra la investigación de los crímenes de perpetrados desde el terrorismo de Estado, usando al ejército. Fue entonces el equivalente de la obediencia debida y el punto final que, en el Legislativo, repetiría la bancada radical en los ochenta, con relación al accionar delictivo perpetrado durante la dictadura establecida bajo la de nominación del "Proceso", que encabezara Jorge Rafael Videla .

El teniente coronel Héctor Benigno Varela, del ejército argentino, fue comisionado por el entonces presidente Hipólito Yrigoyen para superar las diferencias entre las partes.

Contemporáneamente se organizaba la Liga Patriótica Argentina que reunía a los propietarios y empleados de confianza, entre otros y era un organismo de autodefensa dirigido contra los trabajadores. En noviembre de 1920, entre los patrones, hijos de patrones y altos empleados, se constituye una guardia ciudadana que como primera medida prestó servicios en la cárcel local “por el orden y el afianzamiento de los valores morales”, como sostuviera el periódico “La Unión”.

En el verano, el 22 de febrero de 1921 los peones y la patronal de los estancieros llegaron a un acuerdo, finalizando así esa primera huelga; retornando Varela a Buenos Aires en el mes de mayo.

Pero la patronal, haciendo caso omiso del acuerdo, comenzó las represalias contra los que participaran en el movimiento obrero.

En esta línea de acción, el 10 de julio de 1921 se reunieron en el Hotel Argentino de Río Gallegos las personalidades de la ciudad, decidiendo la forma de llevar a la práctica la represión. En la misma se resolvió constituir una brigada local de la Liga Patriótica Argentina.

Volvió a desatarse la huelga. Varela fue enviado nuevamente a Río Gallegos, arribando el 10 de noviembre de 1921, al frente del Regimiento 10 de Caballería.

Inmediatamente, “manu militari” impuso la pena de muerte por fusilamiento contra huelguistas.

Varela ordenó desplegar las fuerzas represivas del Regimiento 10 de Caballería en tres zonas bajo su mando:


1-Zona Sur: teniente coronel Héctor B. Varela, secundado por el capitán Pedro Viñas Ibarra (alias "La hiena") y el capitán Campos, subteniente Frugoni Miranda y el teniente primero Anello.

2-Zona Central: el teniente coronel Héctor B. Varela, secundado por el capitán Elbio C. Anaya (alias "El chacal") y el sargento Enrique Espíndola, subteniente Rafael A. Loza, capitán Campos, sargento Celestino Dapozo del 2 de Caballería, teniente primero Correa Morales y el comisario Juan Albornoz.

3-Zona Norte: el teniente coronel Héctor B. Varela y entre otros, el subteniente Federico S. Jonas y el teniente 1° Schweizer.

EN EL CENTRO-NORTE DEL TERRITORIO

El ejército se dedicó a perseguir y “cazar” a los obreros durante más de un mes, fusilando informalmente a la mayoría de los apresados.

El hecho que mejor grafica los métodos criminales utilizados por Varela fue el asesinato de José Font “Facón Grande”, un gaucho entrerriano, originario de Concepción del Uruguay, domador, que por esa época era “carrero”, transportista de mercaderías por cuenta propia, a quienes los huelguistas habían elegido como delegado en la zona de Puerto Deseado.

“Facón Grande” aceptó el “arreglo” propuesto por un mediador y se entregó al ejército con toda su gente, sus armas y sus caballadas.

Al entregarse “Facón Grande” ante el teniente coronel Varela, le extendió la mano presentándose. Varela despreció el saludo y lo hizo llevar a un galpón donde lo golpearon y manearon con alambre.

Atado, fue arrojado a la caja de un camión y trasladado por un corto trayecto, siendo fusilado sin más trámite. Con el fin de humillarlo y rebajarlo ante su propia gente, le quitaron la faja para que, al fusilarlo, se le cayeran las bombachas que aún con las manos atadas trataba de sostener.

El hecho infame se desarrolló el 22 de diciembre de 1921 en el paraje que hoy se conoce como Cañadón de los Muertos que, hasta ahora sigue siendo una hondonada que se presenta como un tajo en la desolada tierra de la Meseta Patagónica sur, dentro de los límites del establecimiento ganadero “Bella Vista”, situado a unos 7 kilómetros al sur de Gobernador Gregores, por la ruta provincial 27, a unos 800 metros de ésta, por la hondonada del río Chico.

No solo cayó “Facón Grande” en ese lugar. Unos 200 peones rurales más fueron llevados hasta ese sitio por efectivos del Regimiento 10 de Caballería, a las órdenes de Varela, que les hicieron cavar una fosa de grandes dimensiones y juntar mata negra (también conocida como “Yuyo moro”, “Romerillo” o “Mata mora”), un arbusto abundante en la zona, los asesinaron y cremaron usando la mata negra para el fuego y allí enterraron sus cenizas.

Los policías en Puerto Deseado se repartieron las ropas y el dinero de Font. El entonces comisario del pueblo, Juan Albornoz, se quedó bienes del mismo, entre ellos cuatro chatas cargueras y ochenta caballos. Para ello, el 15 de marzo de 1922 realizó una presentación ante el Juez letrado de Río Gallegos, que hizo lugar a la designación del mismo como “administrador” de los bienes de Jaime Font.

Nunca se devolvieron pertenencias de los muertos bajo acción del ejército y policía.

Finalizada la huelga, Varela fue homenajeado por la Liga, que también tuviera destacada actuación en el conflicto, finalizado en enero de 1922 con centenares de trabajadores muertos.

En la fiesta realizada en la sede de la Sociedad Rural de Río Gallegos, en reconocimiento a Varela, los estancieros le cantaron (en inglés, lengua predominante esa noche) el “for he is a jolly good fellow” (“porque es un buen camarada”)…

El 7 de ese mes (enero de 1922), a bordo del vapor “Asturiano” arribaba a Río gallegos Manuel Carlés, para homenajear y condecorar a Varela y sus hombres.



ESTANCIA “ANITA”, AL SUR DEL LAGO ARGENTINO

Anochecía en el sur de la Meseta Patagónica, al este del lago Roca y al sur del lago Argentino,a unos 40 kilómetros hacia el este del majestuoso glaciar Perito Moreno. Era martes, día 6 de diciembre de 1921, cuando en el área del casco y galpones de la estancia “Anita” se concentraban peones rurales de varios establecimientos ganaderos de la región, en huelga por las condiciones de trabajo, reclamando el cumplimiento de las condiciones del convenio firmado con el sector patronal de estancias y demandando la libertad de sus compañeros detenidos en Río Gallegos.

El agotamiento pesaba sobre casi todos ellos, tras meses de desplazarse por el duro y vasto territorio de la inmensa Meseta Patagónica, convocando a los trabajadores de las estancias ovejeras, sin más alimento que carne de capón, descansando (porque ni siquiera podían dormir) echados sobre la tierra, a cielo abierto, sin más cama que los elementos que pudieran integrar sus recado; en muchos casos, apenas un cojinillo.

El Ejército estaba tras ellos, cerca y se debía decidir sobre el camino a seguir, imponiéndose hacerlo en asamblea obrera, donde cada uno de ellos tenían derecho a dar su opinión y a ser escuchados por los demás con el debido respeto.

La asamblea se extendió a lo largo de la noche, resultando tres posiciones:


1-La del “gallego Soto” (Antonio Gonzalo Soto Canalejo, originario de El Ferrol, La Coruña, donde naciera el 8 de octubre de 1897) secretario general de la Sociedad Obrera, proponiendo continuar con el método aplicado hasta entonces: seguir en movimiento, ocupar estancias, apoderarse de armas y víveres y marcharse, para desaparecer, al advertir el acercamiento de tropas del Ejército.

2-El chileno Pablo Schulz, descendiente de alemanes, cuya familia tenía un hotel en calle Bories, de Punta Arenas, se opuso opinando que había que enfrentar decididamente a las tropas regulares, atrincherándose en la estancia Anita y resistir hasta vencer.

3-Pero la que predominó fue la posición de otro chileno, Juan Farina, quien expresara que ellos “… no habían hecho la huelga para enfrentarse al ejército ni para apoderarse de la tierra; que lo único que querían era que se los tratara bien y se les pagara lo que corresponda” y que había que parlamentar con los militares.


El día siguiente, miércoles 7, llegaron las tropas, ofreciendo respetar las vidas de los trabajadores a cambio de la rendición incondicional.

La asamblea decidió rendirse. Antonio Soto no compartió esta postura y resolvió escapar hacia la cordillera, diciendo al partir “No soy carne para tirar a los perros”.

Luego, comenzó el calvario. Logró cruzar la frontera y vivió en el sur de Chile, falleciendo a los 65 años, el 11 de mayo de 1963 en Punta Arenas, a causa de una trombosis cerebral. Una multitud lo acompañó hasta el cementerio, encabezando el cortejo las banderas de la Cruz Roja, del Centro Republicano y la bandera de Galicia, que llevara el Centro Gallego.

El oficial que comandaba las tropas era el capitán Pedro Viñas Ibarra, conocido como “La hiena”, quien hizo formar en dos filas a los peones que se entregaran sin resistencia alguna; inmediatamente ordenó llamar a los estancieros, a quienes hizo señalar a los cabecillas del movimiento. Se formó un grupo de siete hombres marcados, entre ellos, Pablo Schulz (quien decidiera acatar la decisión de la asamblea diciendo “Están equivocados. Pero yo prefiero equivocarme con los compañeros a tener razón solo”) y un alemán de nombre Otto.

Esa noche, mientras gran número de prisioneros seguía retenido en galpones de la estancia, un pelotón de cinco soldados, al mando del subteniente Juan C. Frugoni Miranda, llevó al grupo señalado a un sitio situado aproximadamente a medio kilómetro del casco de la estancia “Anita”.

El ex soldado Juan Faure, miembro del pelotón, relató que “Dos prisioneros de origen alemán pidieron permiso al subteniente para abrazarse antes de morir”, agregando que “El disparo que le efectué a este alemán lo hirió en el costado del pecho, por lo que abriéndose la camisa y señalándose el corazón, dijo: ‘Pégueme otro tiro pronto así me matan enseguida’ ”. Pero Frugoni Miranda le ordenó: “Hacelo sufrir un rato, para que pague lo que hizo”. Al dispararle por segunda vez, murió. En la zona de los galpones de la estancia se siguió “seleccionando”. La “selección” significaba, de hecho, la condena a muerte. A los que iban a morir se los encerraba en el galpón de esquila, con velas encendidas en las manos para asegurar y facilitar la vigilancia.

Fueron sacando uno por uno a los chilenos, llevándolos hasta el lugar donde los mataban, obligándoles previamente a cavar una fosa de grandes dimensiones, para hacerlos formar sobre el borde de ella y dispararles.

El ex soldado Vallejos relató: “A mí me tocó tirar en este y otros pelotones de fusilamiento. Por lo general a los obreros los poníamos en fila codo a codo frente a una zanja, algunos caían dentro, otros quedaban arriba en el borde o colgando mitad dentro y mitad fuera”.

El soldado Radrizzani, que se había escondido para no asesinar en esa forma, fue descubierto por sus superiores y obligado a hacerlo. Dijo “Fue una cosa muy desgraciada. Yo tenía mucho miedo. Cuando ordenaron apuntar, a mí el Mauser me oscilaba veinte centímetros, tanto me temblaban los brazos. Hubo que tirar y yo recuerdo que le pegué a un chileno en la ingle, el pobre hombre se dobló...”.

Un caso especialmente dramático fue el fusilamiento del joven Juan Esteban, de 17 años de edad, sobre cuya muerte habló Vallejos diciendo: “Fue fusilado con otros dos. Me llamó la atención la guapeza de este niño, pues cuando se vio ante el pelotón, le gritó: ‘¡Asesino!’ al jefe. Luego cayó; uno de los balazos le había roto la lengua”. El relato de Walter Knoll tiene otra lectura, además del horror, porque pone en evidencia, además de la vocación asesina, la relación de dependencia servil de los mandos militares usados.

Dijo Knoll: “Nos llevaban dos suboficiales y nos obligaron a llevar dos palas, a mí y a un peón chileno. Nos dijeron: ‘No se aflijan, no los vamos a fusilar; van a tener que enterrar a unos que ya fusilamos’. Pero, por las instrucciones que había dado el capitán Viñas Ibarra, me di cuenta que estaba perdido. Ya había mucha claridad.

”Cuando caminamos unos cuatrocientos metros, nos indicaron que empezáramos a cavar, que hiciéramos rápido, así después nos podíamos ir para nuestras estancias. Mi desazón era total, pero no podía intentar nada. El sargento y el cabo estaban decididos a todo. Aunque cavábamos despacio no podíamos demorar mucho, porque temíamos irritarlos y que nos balearan allí mismo. Era algo indescriptible; sabíamos que íbamos a morir, pero todavía queríamos demorar algunos minutos más, hasta que se produjo el milagro. Vino un soldado a caballo y habló con el sargento. Me miraron y éste me dijo: ‘Te salvaste, alemán, llegó tu patrón’. Así era, había llegado el señor Clark, quien se había interesado inmediatamente por mí. La casualidad me salvó la vida”.

Entre el 7 y el 10 de diciembre de 1921 fueron asesinados en la estancia “Anita” entre 120 y 150 trabajadores, según los resultados de la investigación de Osvaldo Bayer, reflejados en su obra “La Patagonia rebelde”, de la que se han tomado algunas de las referencias precedentes.

Un humilde cenotafio a un lado de la ruta provincial 15 (antiguo camino a Los Glaciares) frente a la estancia “Anita”, en el sur de Santa Cruz, recuerda a las víctimas de los trágicos hechos consumados por las tropas al mando del TCnel Héctor Benigno Varela, del regimiento 10 de Caballería ‘Húsares de Pueyrredón’, enviadas por el gobierno del entonces presidente Hipólito Yrigoyen para reprimir a los trabajadores de campo que, en huelga en tiempo de esquila, reclamaban un sueldo mínimo de 100 pesos, comida en buen estado, dignas condiciones de higiene, velas para alumbrar en la noche y que las instrucciones de los botiquines sanitarios estuvieran en español en lugar de inglés.

Desde El Calafate, por la Avenida 17 de Octubre, hacia el sudoeste, se sale a la Ruta Provincial 15. Tras cruzar el río Centinela, a poco más de 5 kilómetros aparece la tranquera que marca el acceso a la estancia “Anita”. A unos 300 metros más adelante, a la vera de la ruta, a unos 35 kms. del centro de El Calafate, está el monumento levantado en memoria de quienes perdieran sus vidas en los trágicos hechos de la huelga patagónica de 1921-1922. Las banderas pintadas sobre pequeñas bases metálicas (argentina, chilena, uruguaya, española y alemana) son las de los países de origen de las víctimas.

Allí, en la estancia “Anita”, al sur del lago Argentino y al este del lago Roca, de la familia Braun Menéndez, cuyos descendientes directos son hoy los propietarios de la empresa La Anónima se perpetró una de las matanzas de prisioneros en las “operaciones militares”. En esa estancia está la tumba masiva de peones fusilados más grande de toda esa campaña militar, llevada a cabo para favorecer los intereses de latifundistas foráneos de diversos orígenes allí establecidos para medrar con los recursos de la Patagonia.


UN AÑO DESPUÉS

Había pasado un año desde el fin de las operaciones militares contra los trabajadores en huelga. El 25 de enero de 1923, Héctor Benigno Varela salió de su casa, en la calle Fitz Roy, barrio porteño de Palermo, a eso de las 7 de la mañana. Lo esperaba el alemán Kurt Gustav Wilckens, pacifista y vegetariano, profundamente afectado por la matanza perpetrada en Santa Cruz, llevando una bomba de mano que le fuera proporcionada por un tercero (Wilckens no tenía conocimientos para fabricarla) y un revólver Colt. Estaba a punto de lanzarle la bomba de mano, cuando una niña de 10 años, María Antonia Palazzo, atravesó la calle y Wilckens detuvo su acción, alertando a la niña para que huyera. Varela lo escuchó, obligando a Wilckens a actuar sin dilación, arrojándole la bomba sin protegerse a si mismo, resultando herido en una pierna. Varela no llegó a desenvainar su sable, recibiendo doce heridas causadas por la explosión de la bomba y cinco balas de otros tantos disparos que hiciera Wilckens contra él, con su revólver, matando al verdugo.

Aún herido, Wilckens intentó llegar a la avenida Santa Fe, a pocos metros del lugar. Los curiosos y vecinos atinaron a hacer nada, ya que aún llevaba el revólver. Dos vigilantes de la policía de la Capital, Díaz y Serrano, se acercaron y le apuntaron con sus armas reglamentarias. Wilckens entregó el Colt mientras decía haber vengado a sus hermanos.

El agente Nicasio C. Serrano lo golpeó ante todos, mientras que desde el regimiento militar situado a pocos metros se acercaron oficiales y soldados con la intención de lincharlo. Un oficial de policía los freno, señalando firmemente que el detenido era responsabilidad suya. Wilckens sólo atinó a decir: “Yo no soy necesario en la vida, he cumplido con mi deber, pueden matarme.”

Preso, fue alojado en la Penitenciaria Nacional. En una carta fechada el 21 de mayo de 1923, Wilckens dio sus razones sobre el hecho:

“No fue venganza; yo no vi en Varela al insignificante oficial. No, él era todo en la Patagonia: gobierno, juez, verdugo y sepulturero. Intenté herir en él al ídolo desnudo de un sistema criminal. ¡Pero la venganza es indigna de un anarquista! El mañana, nuestro mañana, no afirma rencillas, ni crímenes, ni mentiras; afirma vida, amor, ciencias; trabajemos para apresurar ese día. Kurt Gustav Wilckens”.

Al sepelio del militar asesino fueron el presidente Alvear, el ex presidente Yrigoyen y todos sus ex ministros y, por supuesto, miembros de la Sociedad Rural. Luego, nadie se atrevió a hacerle homenajes, ni siquiera a recordarlo.

En su tumba en el panteón militar, hasta hace poco tiempo sólo había una placa que decía: “Los británicos en el territorio de Santa Cruz a la memoria del teniente coronel Varela, ejemplo de honor y disciplina en el cumplimiento del deber”.

Así las cosas, el 15 de junio de 1923, con indudable apoyo de funcionarios penitenciarios, se facilitó el ingreso a la penitenciario (y el posterior desplazamiento interno) a Jorge Ernesto Pérez Millán Témperley, integrante de la Liga Patriótica Argentina a quien, además, se le facilitó un fusil Mauser. Así armado ingresó en la celda donde dormía Wilckens y le disparó varias veces, muriendo como consecuencia de ello.

Millán Temperley, sometido a proceso, fue trasladado en abril de 1925 al hospicio de la calle Vieytes, creyendo que allí estaría seguro y que los hechos de Santa Cruz pasarían al olvido, para no volver.

En el hospicio también estaba alojado un "loquito bueno", el yugoeslavo Esteban Lucich, un individuo de estatura pequeña, algo jorobado que lustraba los zapatos, tendía las camas, barría los pisos y así ganaba unas monedas, pudiendo circular libremente por el hospicio

El 9 de noviembre de 1925, Pérez Millán leía una carta de su jefe en la Liga Patriótica y amigo personal, Manuel Carlés, mientras esperaba que Lucich le trajera el desayuno. Al rato entró el yugoslavo con el servicio. Cuando Pérez Millán tomó la bandeja, Lucich extrajo un revólver de entre sus ropas y le dijo: “Esto te lo manda Wilckens”, disparando certeramente en el pecho. El balazo interesó el pulmón izquierdo; se tiró al piso para evitar ser alcanzado por un segundo disparo, alcanzando a forcejear con Lucich, que volvió a disparar impactando en el muslo. Llegando entonces un enfermero que redujo a Lucich, siendo inmovilizado con un chaleco de fuerza.

Pérez Millán murió tras un día de agonía.

Esteban Lucich (nacido en Dubrovnik, Dalmacia, actual República de Croacia en 1883), murió en 1955 en el Hospicio de las Mercedes (ahora Hospital Borda, donde estaba internado), cuando contaba 72 años.


LA ANÓNIMA

En 1908 las empresas de José Menéndez y Mauricio Braun se unieron, surgiendo la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia, que comenzara con almacenes de ramos generales, estancias y flota naviera propia. Desde sus orígenes, los pobladores de la Patagonia redujeron el nombre a La Anónima, simplemente. La misma empresa que hace algunos años implementara subas de precios sobre los artículos de primera necesidad durante los desastres provocados por inundaciones en Comodoro Rivadavia; la misma, también, que ofrecía artículos con un precio en las góndolas de su sucursal en Ushuaia y resultaba ser uno notablemente superior al pasar por los lectores de códigos de barra electrónicos de las cajas de pago.

El crecimiento de “La Anónima” fue constante llegando a contar 159 sucursales distribuidas en 80 ciudades, 9 centros de distribución y 1 base de transferencias.

En 1957 La Anónima, con otros socios, creó la compañía aérea Austral Líneas Aéreas, segunda aerolínea comercial del país, tras Aerolíneas Argentinas.

Es una de las cadenas de supermercados con mayor número de sucursales en el territorio argentino, ahora desde la Mesopotamia hasta Tierra del Fuego desde Goya a Ushuaia y hacia el año 2009 se mostraba con 117 locales en 62 localidades, paseos de compras, patios de comidas, depósitos regionales y base de transferencia en Buenos Aires.

Actualmente la preside el ingeniero Federico Braun Seeber, nieto del fundador de su apellido.

Los Braun no se quedaron solamente en los “negocios”. Durante el período de la admnistración financiera neocolonial que encabezara el semi argentino Maurizio Macri, el "jefe de gabinete del gobierno nacional" (gerente) era Marcos Peña Braun.

El secretario de Comercio, en el mismo período, era Miguel Braun Cortés.

La estancia “Anita”, donde fueran asesinados numerosos trabajadores rurales patagónicos, está a cargo de Federico Braun, ingeniero industrial por la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires. Prestó servicios en el Grupo Financiero Galicia (1984-2002). Presidente de Patagonia Logística S.A., Campos de la Patagonia S.A., Estancia Anita S.A., Club de Polo Los Pingüinos S.A. y S.A. Importadora y Exportadora de la Patagonia. Vicepresidente del Club de Campo Los Pingüinos S.A., Pampa Natural S.A. y de la Asociación de Supermercados Unidos. Es asimismo Director Titular de Inmobiliaria y Financiera “La Josefina” S.A.; Director Suplente de Martseb S.A. Vocal de la Asociación Empresaria Argentina y Consejero Vitalicio de la Fundación. Integra el Directorio del Grupo Galicia

En Buenos Aires, en pleno Barrio Norte, está situada la Capilla del Patrocinio de San José (Ayacucho 1064, entre Santa Fe y Marcelo T. de Alvear). Allí son recordados José Menéndez y Mauricio Braun, descendiente de la familia de judía Braun-Hamburger que, originaria de Talsi (o Talsen, en alemán), en la región histórica de Curlandia, en el noroeste de Letonia, emigrara hacia Sudamérica.


LA LIGA PATRIÓTICA ARGENTINA

El 19 de enero de 1919 se constituía la "Liga Patriótica Argentina" bajo el lema "Patria y Orden"; el contraalmirante Manuel Domecq García fue su presidente provisional hasta que el 18 de abril de 1919, Manuel Carlés fue elegido como presidente y Pedro Cristophensen como vice.

Entre sus integrantes estaban Joaquín S. Anchorena, el general Luis Dellepiane, monseñor Miguel D'Andrea, Jorge Mitre, Carlos Tornquist, Miguel Martínez de Hoz, Julio A. Roca (hijo), Félix Bunge, Carlos M. Noel, José A. Cortajarena, Saturnino Unzué, Antonio Lanusse y Pastor S. Obligado.

La Liga estuvo muy activa tras el fin de la Semana Trágica, reclutando miembros en las distintas parroquias (demarcaciones) de la ciudad.


SANTA CRUZ

Santa Cruz es la segunda provincia en extensión territorial de la República Argentina, tras la de Buenos Aires. Santa Cruz, con 243 943 km²; Buenos Aires, con 307 571 km². Prácticamente despoblada, la primera no llega a los 350.000 habitantes, mientras la segunda ronda los 17.000.000.

Santa Cruz es una provincia riquísima en recursos naturales, sobre todo, los minerales, como los del petróleo y otros prácticamente desconocidos, aún en la República Argentina, como los yacimientos de minerales preciosos, entre ellos el de Cerro Vanguardia (oro y plata, con volumen de reservas que permitió su explotación hasta hoy y hace posible prever su continuidad por varios años más); situado al noreste de Gobernador Gregores donde, en silencio, se alza un gran complejo minero que ni siquiera produce en beneficio de la Nación porque, como la mayor parte de los yacimientos de éstas características, están en manos de corporaciones de origen británico con sede en distintos territorios de la Commonwealth. Contando, además, con enormes reservas de agua dulce, de las más importantes en el mundo.

Santa Cruz es una de las provincias que fueran especialmente castigadas y hostigadas con ensañamiento por parte de la administración financiera neocolonial que encabezara el semi argentino Maurizio Macri; dejando sin asignar y entregar a la provincia los recursos nacionales que le correspondían. La provincia tenía asignados recursos para la construcción de 700 viviendas, pero en el tiempo de gestión macrista no llegó ni un peso por este rubro.

La reducción del precio sostén al barril de petróleo crudo significó para Santa Cruz Santa Cruz dejar de recibir cerca de 700 millones de pesos menos en concepto de regalías.

Desde la Nación tampoco se habilitó la Zona Franca en Río Gallegos y, además, se decidió eliminar los reembolsos a las exportaciones del sector pesquero por Puertos Patagónicos, lo que se tradujo en una pérdida adicional de 346 millones de pesos.

La ejecución de obra pública nacional fue paralizada.

El Presupuesto Nacional 2017 contemplaba una inversión en infraestructura de 272 millones de pesos en Santa Cruz, reflejando una disminución del 86 por ciento respecto a lo proyectado en 2015: 1937 millones. Luego del freno impuesto para este tipo de inversión social, ni siquiera esos fondos limitados ingresaron a la provincia, con reflejo directo en la recaudación de ingresos brutos (24,46% menos) y también en la coparticipación a los municipios.

En Santa Cruz se mantienen sin actividad las imprescindibles obras viales, como la de la Ruta Nacional 40, la de mayor longitud en la República Argentina, ya que siguiendo prácticamente la línea de la Cordillera de los Andes, recorre 5301 kilómetros desde el extremo sur, Cabo Vírgenes (Santa Cruz) hasta el norte, en el límite con Bolivia en la ciudad de La Quiaca (Jujuy) siendo, de hecho, el equivalente de la mítica Ruta 66 (U.S. Route 66, The Mother Road of America) de los EE.UU. y es una de las de mayor atracción para los motociclistas del mundo entero. Es habitual encontrar a muchos que, procedentes de Europa, los EE.UU. y Australia, la recorren, sobre todo, en las provincias patagónicas.

En la provincia de Santa Cruz está prácticamente asfaltada en su totalidad, salvo en el tramo que se extiende desde poco después de la salida sur de Gobernador Gregores hasta la altura del lago Cardiel-Estancia La Guillermina, a unos 40 kilómetros hacia el norte de Tres Lagos.

Desde fines del año 2015, cuando tomara impulso la persecución penal contra Lázaro Baéz con relación a la empresa Austral Construcciones, S.A., las obras de pavimentación se encuentran paralizadas, tanto el la ruta nacional 40 como en la 288 que vincula Tres Lagos y la zona cordillerana con Comandante Luis Piedrabuena, Puerto Santa Cruz, el litoral atlántico y la ruta nacional 3, en el este provincial.


La paralización afecta, incluso, aquellos tramos en los que se han realizado capas de pavimentación (muchos kilómetros, sobre todo en la ruta nacional 288), obras para los puentes y otras que se están perdiendo con el avance de la naturaleza sobre ellas.









Inexplicablemente, pese a la existencia de obradores, sin actividad desde hace fines del año 2015; repletos de materiales, vehículos, maquinaria vial y otros elementos. Sin que desde el Estado nacional se haya realizado acción alguna para continuar las obras aprovechando, incluso, materiales y vehículos existentes; elementos que siguen arruinándose sin uso, mantenimiento ni cuidado alguno.


BIBLIOTECA:

LA PATAGONIA REBELDE”, de Osvaldo Bayer

Osvaldo Bayer desarrolló la obra, titulada “Los vengadores de la Patagonia trágica”, retitulada como “La Patagonia rebelde”, en cuatro tomos, publicados entre 1972 y 1974.

Reseña los hechos de la denominada “Patagonia rebelde” y la masacre causada por la represión desarrollada por el ejército argentino, que se saldara con la muerte de centenares de peones rurales y trabajadores laneros, en los años 1921-1922.

Los tres primeros tomos fueron editados en Argentina en los años mencionados y el cuarto fue editado en Alemania Federal en 1978. Tuvo que publicarse en el exterior, ya que tanto el autor como el editor debieron exiliarse cuando la última dictadura cívico-militar usurpara el poder en 1976.

En el año 2001 Bayer sintetizó los cuatro tomos en el libro titulado “La Patagonia rebelde”, en la que compilara y resumiera lo esencial de los cuatro tomos en un solo volumen, haciendo posible la mayor difusión de la obra que, digitalizada, se puede descargar y leer cliqueando sobre la siguiente portada de la misma:



VIDEO:

LA PATAGONIA REBELDE

Basada en el libro de Osvaldo Bayer "Los vengadores de la Patagonia Trágica" refleja los hechos que condujeran a la matanza de cientos de peones rurales y trabajadores laneros, en el entonces territorio nacional de Santa Cruz, en los primeros años de la década 1920-1930: época en la que la República Argentina estaba integrada al orden mundial como un ente de economía primaria, proveedor de materias primas: trigo, maíz, lino, cueros y lana, los que se agregaría más tarde la carne vacuna, remplazando al ganado en pie.

Éste drama llevado al cine se terminó de rodar en 1974, pero el proceso de calificación de la película, sobre la edad mínima para verla, fue demorado durante varios meses, hasta que fue firmado por el entonces presidente don Juan D. Perón, el 13 de junio de 1974, haciendo posible su estreno.

Luego de la muerte del presidente Perón, fue prohibida el 12 de octubre por el gobierno que encabezaba María Estela Martínez (a) “Isabelita”.

Poco después, la mayoría del elenco y realizadores debieron marchar al exilio.

Jorge Cepernic, gobernador peronista de Santa Cruz, fue encarcelado seis años por la última dictadura cívico-militar de Argentina, por haber permitido la filmación de la película en dicha provincia.

En Argentina recién pudo volver a ser exhibida en 1984, con la recuperación de la democracia.​ El film ganó el Oso de Plata en el Festival Internacional de Cine de Berlín de 1974.

Fue dirigida por Héctor Olivera y protagonizada por Héctor Alterio, Luis Brandoni, Federico Luppi y Pepe Soriano. El guion fue escrito por Olivera, Fernando Ayala y Osvaldo Bayer, basado en el libro de éste “Los vengadores de la Patagonia trágica”, aunque con algunos cambios obligados, por fuerza de las circunstancias, como lo cuenta el mismo Bayer:

“La otra decepción es el verdadero final para 'La Patagonia' rebelde. Héctor Olivera respetó el libro, cada escena está basada en testimonios y una documentación científicamente histórica, lo digo así para que se entienda. En el rodaje, recibimos la visita del Ejército, nos informaron que si se mantenía el final del guion, el estreno se suspendía. ¿Cuál era? Tras los fusilamientos a los pobladores y según consta en los archivos policiales, el 17 de febrero de 1922 los soldados fueron al prostíbulo 'La Catalana', de San Julián, en Santa Cruz. Las cinco mujeres de aquella casa de citas se negaron a tener trato con los militares, les gritaron en la cara que eran unos asesinos. ¿Que unas prostitutas se negaran al uniforme de la patria? Ellos no lo iban a aceptar. Me enojé y quise abandonar, aunque se me ocurrió terminar con la fiesta donde los estancieros británicos agradecen al teniente coronel Héctor Benigno Varela el 'haber cumplido con su deber'. Con ese final irónico se aplaudía en el cine. Pero hay que imaginarse lo que hubiese sido la sala con el otro. La gente hubiese vivado por esas pobres mujeres: Consuelo García, Angela Fortunato, Amalia Rodríguez, María Juliache y Maud Foster.” (En “Página 12”, del domingo 25 de septiembre de 2011)

Para ver la película, cliquear sobre el siguiente poster:

Ⓒ Enrique F. Widmann M. (IberInfo / Buenos Aires)




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