La Rubia Moreno
Santos Moreno nació en Santiago del Estero, en 1840, siendo bautizada con un nombre poco frecuente para una niña. Sus padres, matrimonio de origen vasco francés, se habían establecido en la zona con un comercio de campo de ramos generales (pulpería, en los términos de la época) y esperaban el nacimiento de un varón. Fuera del ámbito temporal, puede parecer un desacierto, pero en el pensamiento seguramente influía la intención de prolongar la estirpe, asegurar el sostén familiar, cuidar los bienes, saber usar armas y defenderse; en fin, todo ello prácticamente exclusivo entonces en los hombres.
Huérfana de madre siendo adolescente, quedó junto a su padre, quien hacia 1860 decidió que le ayudara en el negocio de la familia. La pulpería estaba situada cerca del río Dulce, al costado del camino de Santiago a La Banda, en la bajada del camino hacia el río Salado (actual autopista Juan Domingo Perón), aproximadamente donde hoy se encuentra el barrio Misky Mayu.
Santos Moreno era entonces una bellísima mujer, rubia, de ojos verdes, una belleza que destacaba en aquél lugar; más allá de su carácter duro, con gestos imperativos y acostumbrada mandar y dar órdenes, posiblemente como consecuencia de la adaptación al ambiente de la pulpería, frecuentada por quienes pasaban por ese frecuentado camino, generalmente soldados, reseros y troperos.
La identificación con el medio llegaba a tal punto que las ropas femeninas usuales en la época las había cambiado por una falda roja, cuyo origen sería un poncho; con los cabellos ceñidos por una vincha, calzada con alpargatas, llevando puñal en la cintura. Se la conocía como “La Rubia Moreno”.
Las continuas revueltas y luchas políticas de la época no le fueron ajenas. Se convirtió en ferviente adherente al partido liberal, que en Santiago del Estero lideraban los unitarios Ramón Antonio ‘Antonino’ y Manuel Baldomero Taboada Ibarra, aliados de Mitre que, por esas cosas de la vida, eran sobrinos del gobernador federal Juan Felipe Ibarra, el Saladino, caudillo que durante muchos años gobernara Santiago del Estero, falleciendo en 1851 y fuera hermano de la madre de los Taboada, Águeda de Ibarra de Paz y Figueroa.
Para entonces, la Rubia Moreno ya era esposa de Juan Manuel Barrionuevo.
En este marco fue ella quien convenciera a su padre, a su hermano y a su esposo a hacer un importante aporte a la causa de los Taboada, con una gruesa parte del patrimonio familiar, incluyendo hacienda vacuna y caballos. Además, los convenció para que se alistaran en sus tropas, llevando también a sus peones.
El 10 de abril de 1867 tuvo lugar uno de los más cruentos enfrentamientos de las guerras civiles argentinas: la batalla del Pozo de Vargas.
En los primeros días de abril de 1867, el ejército “nacional” (mitrista) del Noroeste, al mando de Antonino Taboada, reforzado con veteranos del Paraguay y equipado con cañones Krupp y fusiles Albion y Brodlin que los buques ingleses habían descargado poco antes en el puerto de Buenos Aires, había entrado en la ciudad capital de La Rioja, ocupándola.
Con los unitarios mitristas en La Rioja, el caudillo catamarqueño Felipe Varela, que avanzaba hacia el norte por el oeste de la provincia de Catamarca, recibió aviso haciéndole saber que el general Antonino Taboada había ocupado La Rioja con un ejército de 3.000 hombres. Para no dejarlo a sus espaldas, retrocedió hacia esa ciudad.
Grave error estratégico fue el no haberse asegurado el aprovisionamiento de agua. Durante dos días avanzó hacia el sur, sin que sus hombres y la caballada recibieran una gota del vital elemento.
En dos días de marcha hacia el sur sus hombres y los caballos no pudieron beber nada. Encontraron todos los pozos secos; pero, aún así, siguieron adelante.
El día 9 Varela invitó caballerescamente a Taboada “a decidir la suerte y el derecho de ambos ejércitos” en un combate fuera de la ciudad “a fin de evitar que esa sociedad infeliz sea víctima de los horrores consiguientes a la guerra y el teatro de excesos que ni yo ni V.S. podremos evitar”. Pero Taboada no respondió.
Había un pozo disponible: el de la estancia de Vargas, situado aproximadamente a una legua de La Rioja. Taboada, sabiendo la necesidad de Varela, esperaba allí, con 1.700 hombres que habían tomado posiciones en lugares estratégicos alrededor del pozo, una hondonada de donde se sacaba barro para ladrillos.
Ese 9 de abril de 1867, Felipe Varela llegó a Mesillas (a unos 30 kms. de La Rioja) y dispuso que fueran ejecutados (pasados a degüello) los comandantes Vicente Barros, Fermín Bazán, el teniente Balbino Arias, el mayor Barcala y otros civiles. El día 10, pasado el mediodía se lanzaron, sedientos, sobre el Pozo de Vargas.
Durante 7 horas se sucedieron las cargas de los gauchos, a lanza seca contra la imbatible posición protegida con los cañones y fusiles de Taboada. En una carga el caballo de Varela, siempre al frente de sus hombres, cayó muerto, arrastrando a su jinete. Dolores Díaz, “La Tigra”, una de las mujeres que seguían a las fuerzas de Varela desempeñándose como enfermeras, cocineras del rancho y amantes, pero que también empuñaban la lanza cuando hacía falta, lanzó su caballo al centro de la escena para salvar a su jefe. Así, Varela, enancado en el caballo de “La Tigra” escapó a una muerte segura.
La batalle del Pozo de Vargas se extendió hasta el anochecer de ese otoñal día y con ella se terminaron de hundir las esperanzas de un levantamiento federal del interior en favor de la nación paraguaya de Francisco Solano López y la “guerra de la Unión Americana”.
Con un puñado de sobrevivientes apenas, Felipe Varela dio la orden de retirada.
La retirada se hizo en orden.
Varela tuvo que retirarse, pero Taboada tampoco estaba en condiciones de perseguirlo.
Del heroico ejército de 5.000 gauchos que, al mando de Varela, habían alcanzado sedientos el Pozo de Vargas al mediodía, no quedaban más de 180 hombres al llegar la noche. Los demás murieron, fueron heridos o escaparon para volver a reunirse con Varela en la villa de Jáchal.
Según los nacionales, casi 150 soldados rebeldes (federales) quedaron prisioneros.
Para Taboada, el enfrentamiento también tuvo un costo alto. Informaba a Mitre que “La posición del ejército nacional es muy crítica, después de haber perdido sus caballerías, o la mayor parte de ellas y gastado sus municiones, pues en La Rioja no se encontrará quien facilite cómo reponer sus pérdidas”.
De hecho, como nadie le facilitaba alimentos ni caballos voluntariamente, Taboada saqueó la ciudad durante tres días.
Tiempo después "La Tigra", que siguió acompañando a la montonera de Varela, cayó prisionera de Taboada, siendo trasladada a Brachal, un "campo de concentración" de la época, en Santiago del Estero, donde perdió el rastro.
La Rubia Moreno perdió a su padre en la lucha.
La década siguiente encontró a la Rubia Moreno en la más absoluta soledad… y pobre.
Con la caída del régimen de Taboada, Manuel muere en 1871 y Antonino Taboada queda en la oposición; fue entonces cuando el nuevo poder político la despojó de todos sus bienes.
Sarmiento estaba dispuesto a eliminar a los Taboada (“voy a reventar a los Taboada”, fueron sus propias palabras), así que es posible e incluso probable, que doña Santos Moreno, identificada con los Taboada, haya resultado perjudicada tras la pérdida de influencia de aquellos.
Murió en Santiago del Estero y sus restos descansan en el cementerio de La Misericordia, de la capital provincial.
Perdura en la zamba que por título lleva su nombre, con versos de Cristóforo Juárez, musicalizada por Agustín Carabajal:
Rubia Moreno, pulpera gaucha de falda roja, vincha y puñal. No había viajero que no te nombre por el antiguo camino real.
Hecha entre el bronco bramar del Dulce solo sabía tu voz mandar. Eran tus ojos dos nazarenas bravas espuelas en el mirar.
Rubia Moreno guarda mi pueblo a orillas del río natal. Tu nombre heroico como figura, como figura de cuño real.
Juntito al vado, tu rancho amigo alzaba al cielo su banderín. Por los carriles de cuatro vientos venía el alerta de algún clarín.
¿Tuviste amores?..., ¿tuviste celos?... Rubia pulpera sin corazón. Eras más brava que las leonas de los juncales del Albardón
A U D I O:
En la interpretación del conjunto salteño “Los Cantores del Alba” se puede escuchar desde el reproductor, al pie; donde, además se encuentran y se pueden reproducir otras dos zambas del mismo grupo folclórico, con letras relacionadas con la historia de la Rubia Moreno: la “Zamba de Vargas” y “La Felipe Varela”, alusiva al caudillo salteño que participara en la batalla del Pozo de Vargas.
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Enrique F. Widmann-Miguel - IberInfo-Buenos Aires