La grieta
Cuando se intenta denigrar y descalificar a más de media población por alguna característica que le es propia (negro, pobre, “cabeza” [arrastre del antiguo "cabecita negra"], peronista, kirchnerista…) o por varias de ellas, se está institucionalizando la violencia, marcando y profundizando “la grieta”.
A un lado, quedan los “selectos ciudadanos” autotitulados defensores de la democracia, de la legalidad y del Estado de Derecho, los de “éste país”, para quienes "desaparecieron los que tenían que desaparecer"; en el otro, los demás, alcanzados por alguno de los calificativos del primer párrafo, populistas (término que se usa despectivamente, aunque por cierto, enaltece por su identificación con el pueblo) sostenidos por “planes” y alimentados a base de choripán, en el mejor de los casos con salsa criolla o chimichurri (nótese que aún para esto, son bien criollos y nacionalistas, los de “mi país”; a diferencia de los primeros, siempre dispuestos a servir como cipayos a las transnacionales del “mundo de los negocios y la libertad de empresa”).
Es consecuencia de la “Zoncera madre”, que bien tratara don Arturo Jauretche. Esa “Zoncera madre” que viene de “Civilización y barbarie” (escrito en 1845), cuyo padre fuera Domingo Faustino Sarmiento, incorporándola a las primeras páginas de “Facundo”, aunque a esa altura del siglo XIX ya reconocía vigencia previa y hasta hoy sigue rigiendo a la “intelligentzia”.
"La idea no fue desarrollar América según América, incorporando los elementos de la civilización moderna; enriquecer la cultura propia con el aporte externo asimilado, como quien abona el terreno donde crece el árbol. Se intentó crear Europa en América trasplantando el árbol y destruyendo lo indígena que podía ser obstáculo al mismo para su crecimiento según Europa y no según América". (“Los profetas del odio y la yapa. La colonización pedagógica”-Arturo Jauretche; A. Peña Lillo Editor. Marzo 1975).
"La incomprensión de lo nuestro preexistente como hecho cultural o mejor dicho, el entenderlo como hecho anticultural, llevó al inevitable dilema: Todo hecho propio, por serlo, era bárbaro, y todo hecho ajeno, importado, por serlo, era civilizado. Civilizar, pues, consistió en desnacionalizar —si Nación y realidad son inseparables—." (“Manual de Zonceras Argentinas” “Zoncera Nº1: Civilización y barbarie” –Arturo Jauretche; A. Peña Lillo Editor. 1980).
Esencialmente, esa es la grieta: Civilización o Barbarie; el identificar como Barbarie a la americanización de los argentinos.
La grieta y la violencia de género
De la violencia del planteo surgen los resultados que incitan a la violencia y en la violencia, las mujeres son las más vulnerables. Porque son las que están más alejadas del poder económico y financiero. Pero, a la vez, las que suelen estar están más cerca de la gente, como Laura Zaracho, la cocinera del comedor de los Cartoneritos, que perdió a su primer bebé, consecuencia de la acción de la policía del régimen.
Incluso, de la pretendida justificación desde el mismo sector de “elegidos” de la muerte de Micaela García que tenía ideas peronistas y las llevaba a la práctica. Tenía 21 años y cada fin de semana colaboraba en un comedor de la Villa Mandarina, un barrio pobre de Concepción del Uruguay, la ciudad entrerriana donde naciera. Los viernes, sábados y domingos la esperaban los chiquitos para comer y jugar; a "La Negra" la querían como una madre. Ella era el motor del comedor, le había dado forma y contenido bajo la obsesión de sacar a los chicos de las esquinas.
Hija del decano de la Universidad Tecnológica Nacional Regional Uruguay y de una madre profesora universitaria, Micaela integraba desde 2013 la JP Evita de Gualeguay y militaba socialmente la ciudad donde naciera. Su vocación era el Otro.
Parece que, para algunos, esto justifica la muerte: asesinada por su calidad de peronista, según algunas voces del sector PRO.
Grieta y la adhesión del servil cipayo
La mentada “grieta” no es un foso que separa dos territorios, ni la marca física del impacto de un meteorito en la tierra, ni tampoco el cauce de un río seco...
Se trata de una simple línea imaginaria. Hace más de un siglo escribió el “ilustrado” Domingo Faustino Sarmiento su obra literaria “Civilización o barbarie”; algo así como una descripción dramatizada con refinamiento, para describir con desprecio a diversos personajes del campo popular: caudillos, indígenas, mestizos, criollos, gauchos… contraponiéndolos a personajes, figuras, hechos y descripciones de un mundo ajeno, lejano, dado bajo otras condiciones geográficas, culturales, políticas y económicas, que Sarmiento identifica con la “civilización”.
Hábilmente, Sarmiento lleva al lector desprevenido a una sensación de admiración hacia esa “civilización” que se enaltece.
En otros, más atentos y con sentido crítico, provoca una sensación de vacío interior consecuencia de las emociones de esa invitación velada a traicionar lo propio, para no verse señalado, acusado e identificado con esos obscuros e ignorantes personajes desaliñados y brutales de la barbarie.
La barbarie, para Sarmiento, se identifica con lo americano, con lo nacido de abajo, del fondo de la tierra; porque ser “civilizado” es aceptar y tomar como ejemplo lo bueno que viene del otro lado del océano o del norte del continente, aunque sea algo que no es nuestro ni lo deseamos. Menos aún cuando lo que se ofrece veladamente es la posibilidad de servirles, como si de vasallos se tratara y así, transformados en cipayos (único marco que cabe para el falto de identidad y de amor por lo propio) graciosamente puedan atravesar esa fisura que separa del “otro lado”, llevando al territorio “civilizado” o en su versión actualizada, a estar “entre los elegidos” y “los más capaces”; vale decir, al grupo de quienes carecen de identidad propia, del no ser.
Eso si, al otro lado de la llamada grieta.