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"Proeza", de Arturo Barea y las bombas sobre Vallecas durante la Guerra Civil española

El 17 de Julio de 1936 se produjo el alzamiento militar franquista Melilla (norte de África), desde donde se extendió por la toda España peninsular, Canarias y Baleares.

En Madrid la República se mantuvo presente prácticamente durante toda la guerra. En el barrio de Vallecas se organizaron milicias obreras a fin de coordinar el abastecimiento y organizar la defensa.


El cerco continuo sobre Madrid por parte de las tropas de Franco se sintió con fuerza en Vallecas, centro de numerosos bombardeos aéreos, que agravaron la situación de la población civil, ya marcadamente mala por el miedo y la escasez de alimentos que se sufriera durante años enteros; aún con posterioridad al fin de las acciones de guerra, en 1939


Sobre todo, resultaron afectadas las zonas de El Pozo, Entrevías y Villa de Vallecas, ya que el ejército nacional (que comandaba Franco) trataba de cortar la carretera de Valencia (Av. de la Albufera), principal vía de comunicación entre Madrid y Valencia, donde en la etapa final estuviera instalado el Gobierno republicano siendo, además, una importante ruta de abastecimiento desde el Mediterráneo hacia el centro de Madrid.


Arturo Barea Ogazón (extremeño, de Badajoz, nacido en 1897, fallecido en el exilio, en Faringdon, Inglaterra, el 24 de diciembre de 1957), fue un escritor español que vivió de cerca los hechos de la guerra civil y las etapas previas y los transmite en su trilogía "La forja de un rebelde", su obra más conocida, que se popularizara en una serie de la TVE (Televisión Española).

Proeza” es un relato basado en hechos reales, en el caso, el criminal bombardeo perpetrado contra la población civil del madrileño barrio de Vallecas, el 20 de enero de 1937. Integra el primer libro de cuentos de Arturo Barea, titulado Valor y miedo, publicado en Barcelona en 1938, por la editorial Publicaciones Antifascistas de Cataluña.


La redacción de las historias se inició a mediados de 1937 con “La mosca”, que sería publicada en octubre del mismo año por el Daily Express, de Londres, a instancias del periodista Sefton Delmer.

Barea, que alternaba su trabajo en las oficinas del edificio de la Telefónica de Madrid, como censor de Prensa y Propaganda del Gobierno de la República, con el de “charlista” radiofónico de La Voz de Madrid, daría a conocer en sus charlas nocturnas varias de las historias de su futura colección, entre ellas: “Los chichones”, “Sol” y “Servicio de noche”.

El 30 de enero de 1938 “Valor y miedo” estaba totalmente terminado.

Aparecería unos meses más tarde en Barcelona, ya con Barea en el forzoso trance del exilio parisino. Algunas traducciones de estos cuentos, debidas a Ilse Kulcsar, segunda esposa de Barea, fueron publicadas paralelamente en “La Nouvelle Revue Française” y en periódicos suizos socialistas.



"PROEZA"

El 20 de enero de 1937, aproximadamente a las once de la mañana, volaba sobre Vallecas una escuadrilla de trimotores fascistas. Bombardearon el pueblo al pasar.

Ya fuera del núcleo de la población, sobre as casitas sueltas, diseminadas por los campos baldíos, un junker se destacó de los otros y descendió rápidamente sobre una explanada soleada.



Las mujeres toman el sol sentadas en sillas bajas de paja, formando un semicírculo irregular. Cosen y charlan, y de vez en cuando, una de ellas se levanta, penetra en una de las casitas cercanas y da una ojeada a la comida. Alrededor de ellas un enjambre de chiquillos que juegan sobre la tierra dura.

No hay hombres. Unos se fueron al frente, otros al trabajo en Madrid. Ahorrando duro, todos ellos, habían llegado a ser dueños de las casitas humildes que rodean la explanada. Algunas fueron construidas por la propia mano del hombre en los domingos y las horas libres. Se destacan de las demás por las líneas algo abombadas de los muros y este defecto se convierte en orgullo para sus dueños. Casi todos emigraron de las tierras áridas de la Mancha y habían venido, años hacía, a conquistar Madrid. De esta corriente emigratoria nació Vallecas. No se puede saltar de un pueblo de barro, perdido en la meseta, a la capital. Los emigrantes se paraban en las puertas de Madrid y allí acampaban, tomaban fuerzas y planeaban el asalto. Así, Vallecas, en principio, fue un grupo de ventas de arrieros. Después, un grupo de barracas de latas y maderas viejas. Más tarde, a la vez que Madrid se extendía y se aproximaba al arroyo Abroñigal, sucia frontera sobre la que había un puente mísero, Vallecas creció, edificó calles sólidas, cegó el arroyo y se convirtió en uno de los barrios obreros más populosos de Madrid. Aquellas casitas de las afueras eran patente de independencia. Sus dueños eran modestos comerciantes y obreros especializados.



"Las explosiones recientes y el rápido descenso del avión sobre la explanada proyectaron a las mujeres y los chicos en todas direcciones. Algunos se tiraban al suelo. Otros buscaron el cobijo de sus casitas. De una de aquellas salió una mujer con un niño de pecho en brazos, llamando a sus hijos. Los cinco hijos venían ya corriendo hacia la casita, cogidos a su hermana mayor.

En aquel momento el avión vació su carga sobre la explanada y las casitas.

Tomó nuevamente altura y desapareció del horizonte.

Quedaron en la explanada veintitrés cadáveres y tres heridos. La mujer cayó muerta en la puerta de su casa. Los trozos de la carne del niño1 mezclados con los trozos de la carne de la madre. La hija mayor2 _dieciséis años_ cayó muerta sobre el cadáver de su hermana de doce3. Uno de los niños, de seis años, quedó tendido en el suelo, vivo, falto de un pie y la espalda abierta4, Otro de diez años5, ileso, pero echando sangre por sus orejas, reventados sus oídos por las explosiones, salió corriendo, llevando a través del campo el cuerpo de su hermanita menor6 de cuatro años. Lo llevó él mismo hasta la casa de socorro: había recibido el polvo de la metralla y tenía más de cien heridas diminutas en su cuerpecito.

La niña estaba en la sala cuatro del Hospital Infantil del Niño Jesús. El niño cojo estaba en la cama cuatro de la sala treinta y uno del Hospital Provincial de Madrid.

El padre, como todas las mañanas, se había ido con un carro tirado por un borriquillo al mercado central de Madrid. Allí, compraba cajas de pescado que después revendía en Vallecas. Así, mantenía a sus seis hijos y levantó la casita, ladrillo a ladrillo.

Él mismo me ha contado la historia, sentado a la cabecera de la cama del niño que me miraba con los ojos oscuros muy abiertos.

El padre se llama: Raimundo Malanda Ruiz.

La madre se llamaba: Librada García del Pozo.

Las ruinas de la casita herida por siete bombas conserva aún el número veintiuno de la calle de Carlos Orioles7 en Vallecas.

El avión era un trimotor Junker alemán

Los asesinos no tienen nombre".

Referencias (como notas de edición):

1 En realidad, era una niña, llamada Raimunda Malanda García, con poco más de dos meses de edad.

2 Llamada Cristina Malanda García. El 9 de febrero hubiera cumplido 16 años.

3 Llamada Felisa Malanda García. El 9 de diciembre hubiera cumplido 11 años.

4 Llamado Ciriaco Malanda García. Cumplía siete años el 29 de mayo.

5 Llamado Gregorio Malanda García. Tenía 11 años. Cumplía los 12 el 19 de febrero.

6 Llamada María Malanda García. Tenía tres años. Cumplía los cuatro el 19 de abril.

7 Las ediciones consultadas recogen el nombre de la calle como Carlos Orioles, pero el correcto es Carlos Auríoles.


AUDIO

“PROEZA”, cuento que integra el libro “Valor y miedo”, de Arturo Barea, narrando el episodio perpetrado por la aviación fascista el 20 de enero de 1937, bombardeando y ametrallando a la población civil en el barrio madrileño de Vallecas, se puede escuchar en la narración que hace César Gómez; musicalizado por Txema Cariñena, con efectos de Rubén Otero.

Para escucharlo, cliquear sobre la imagen siguiente:







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