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20 de febrero de 1827: Batalla de Ituzaingó

La Batalla de Ituzaingó (por deformación de Cutizaingó, nombre del arroyo en cuyas márgenes se desarrollara el combate, frente al Paso del Rosario) o Batalha do Passo do Rosário para los brasileños, tuvo lugar en el Vado del Rosario, cruce del río Santa María, cerca de la localidad de Rosário do Sul (en el camino Porto Alegre-Uruguaiana, actual BR-290, en el sudoeste del estado de Río Grande del Sur (Brasil); batalla que culminara con el aplastante triunfo de las armas argentinas sobre las tropas del Imperio del Brasil, en guerra por el control de la Banda Oriental que había caído en manos brasileñas y así quedara desde 1820.

Fue siete días después del triunfo en la batalla de Bacacay, en territorio riograndense, por parte de las tropas argentinas del general Juan Lavalle sobre las fuerzas brasileñas del general Bento Manuel Ribeiro y cuatro después del triunfo del general de la Patria, Lucio Norberto Mansilla, cuando en la batalla del Ombú, con 350 hombres a caballo y 1800 efectivos de infantería, dispersara a la caballería de Bento Ribeiro, elite de la tropa imperial brasileña.

En ese marco, el general argentino Carlos María de Alvear, comandante en jefe de las Provincias Unidas del Río de la Plata, atrajo al grueso de las fuerzas del Imperio del Brasil, mandadas por Felisberto Caldeira Brant Pontes de Oliveira e Horta, marqués de Barbacena, enfrentándolas a orillas del río Santa María, en el curso alto del río Ibicuí, antiguo límite entre Uruguay y Brasil.



El general Alvear (Carlos Antonio del Santo Ángel Guardián de Alvear y Balbastro), era originario de esa región, ya que había nacido en Santo Ángel Guardián, Misiones Orientales, Virreinato del Río de la Plata, el 25 de octubre de 1789. Santo Ángel Guardián, en los llamados Siete Pueblos de las Misiones que poblaran los jesuitas españoles (siglos XVII y XVIII), es hoy Santo Ângelo, cabecera del municipio de su nombre en el estado brasileño de Río Grande do Sul, a unos 8 kms. al norte de la BR-285 (antes de llegar a Ijuí), que es la ruta que se toma viajando desde la Argentina hacia el litoral atlántico del sur brasileño, cuando se cruza el río Uruguay (frontera), por el Puente de la Integración, para ingresar al Brasil por São Borja.

La Batalla de Ituzaingó sorprendió a los brasileños, ya que hasta el día anterior ellos eran quienes perseguían a las fuerzas conjuntas argentino-orientales.

El Ejército Imperial brasileño se integraba con mercenarios alemanes, entre cuyos oficiales estaba el mariscal de campo Gustav Heinrich von Braun, jefe de estado mayor. Otros alemanes en el cuartel general brasileño eran el ayudante del jefe de estado mayor, capitán Samuel Gottfried Kerst y el ingeniero capitán Anton Adolf Friedrich von Seweloh (que como cadete había estado en Waterloo).

El 27º Batallón de Cazadores / Batalhão de Caçadores (también mercenarios) estaba íntegramente formado con soldados alemanes a las órdenes del teniente coronel inglés William W. Yeats.

El Escuadrón de Lanceros Imperiales (también de alemanes) estaba a las órdenes del capitán Ludwig von Quast.

Ambas unidades alemanas eran parte de la 1ª División de Infantería, comandada por el brigadier Sebastião Barreto Pereira Pinto.



Otro contingente de alemanes formaba la “Compañía de Voluntarios de São Leopoldo”, enviados por la colonia alemana de São Leopoldo (Rio Grande do Sul), con su jefe Daniel Hillebrand.

El 19 de febrero de 1827, cerca del mediodía, cuando los argentinos iban a cruzar el río Santa María por el Paso del Rosario fueron vistos por el enemigo imperial.

El Escuadrón de Coraceros de la Guardia al mando del teniente coronel Anacleto Medina pasó el río crecido; el brigadier general Miguel Estanislao Soler ordenó al coronel Tomás de Iriarte que cruzase el río con la artillería, aunque la operación era casi imposible con el enemigo encima.

Tuvieron que retroceder, llegando a destruir equipos, para situarse en posición favorable.



El coronel Félix de Olazábal, al mando de tropas de infantería, recibió órdenes de ocupar las alturas que bordean el valle de Santa María; el 20 de febrero de 1827, poco después de medianoche, se puso en movimiento el ejército imperial, avistándosele desplegado en formación de batalla. Al aclarar, el marqués de Barbacena supo que el ejército republicano se encontraba al este del río Santa María dispuesto a combatir.



A las 7 de la mañana se inició el enfrentamiento, con cargas sucesivas de los hombres al mando del general Laguna contra la caballería imperial del ala norte. Tan efectivas fueron que la infantería enemiga se vio obligada a detener la marcha contra la posición republicana, que con el quinto de Cazadores y la artillería de Chilavert les causaban estragos, desde esa posición.

El marqués de Barbacena intentó maniobrar para hacer retirar a la vanguardia de Olazábal de las alturas que ocupaba. Alvear ordenó a Olazábal retener la posición y hacerse matar antes que abandonarla.



Mientras, la caballería republicana fue llegando al centro de la acción. Los Regimientos 1 (al mando del coronel Federico de Brandsen) y 2 (con el coronel José María Paz como jefe) se situaron a la izquierda del batallón número 5 al mando del teniente coronel Antonio Díaz, cargando contra los batallones imperiales que avanzaban hacia la altura ocupada por Olazábal. Las tropas imperiales resistieron el choque.

Poco después llegaron el Regimiento 3 de Caballería encabezado por el teniente coronel Ángel Pacheco y el Regimiento 4 de Caballería al mando del coronel Juan Galo Lavalle; la línea de combate se extendió hacia el norte con el primero, asegurándose el ala y el flanco norte republicano con el segundo; el Regimiento 16 de Caballería al mando del coronel José de Olavarría y el Escuadrón de Coraceros de la Guardia del teniente coronel Anacleto Medina reforzaron a los orientales.



Se produjeron momentos de vacilación en las filas imperiales; Alvear ordenó al primer cuerpo del brigadier general Juan Antonio de Lavalleja que atacase a la vanguardia del mariscal José de Abreu, que resultó exitosa, con la intervención del Regimiento 8 de caballería al mando del coronel Juan Zufriategui. La vanguardia de José de Abreu, barón de Cerro Largo fue dispersada y los jinetes republicanos llegaron hasta las bases de la infantería, que formó rápidamente el cuadro. El mariscal José de Abreu, Barão do Cerro Largo, murió en combate, cayendo herido por fuego brasileño cuando su tropa fue confundida como enemiga.

La primera división imperial intento avanzar. Alvear ordenó al coronel Carlos Luis Federico de Brandsen que con el 1 de Caballería cargara contra la infantería enemiga.

El coronel de Brandsen (Charles Louis Frédéric de Brandzen, nacido en París el 28 de noviembre de 1785), fue un militar de origen francés, antiguo soldado de Napoleón, que combatiera por la causa revolucionaria en las guerras de la independencia hispanoamericana, haciéndolo bajo la bandera argentina en la Guerra del Brasil.



Difícil misión, en la que Brandsen y sus jinetes se exponían abiertamente al fuego enemigo. Con su edecán Ignacio Lavalle, hermano del general, a su lado, ordenó la carga. Las balas brasileñas lo alcanzaron y, como muchos de sus soldados de la primera fila, cayó en combate. También se rechazó la carga del 2 de Caballería, al mando del coronel Paz. Pese a ello, se cambió la estrategia, probando por el ala de la extrema izquierda lo que no había logrado en el ala derecha; para ello, el coronel Juan Galo Lavalle con el 4 de caballería y el Regimiento Colorados de las Conchas, del coronel José María Vilela, aguardaban órdenes e impartidas que fueron los jinetes argentinos y orientales cargaron a fondo, Lavalle se lanzó contra la brigada ligera de Bento Gonçalvez, que fue dispersada y arrojada del campo, perseguida por la caballería republicana, que luego cambió de rumbo y atacó a la retaguardia imperial. Los infantes imperiales se vieron obligados a formar en cuadro.


Siguió el combate generalizado y a las dos de la tarde la situación fue ya francamente favorable a los republicanos; la caballería dominaba los flancos enemigos; el centro fue reforzado y la artillería de Iriarte llegó intacta al lugar de la lucha.

Replegada la caballería, la artillería comenzó el hostigamiento con fuego intenso sobre los cuadros de la infantería imperial.

Fue entonces que el marqués de Barbacena, juzgando peligrosa la situación, procuró desprender la totalidad de sus fuerzas de infantería y retirarse hacia el este, débilmente perseguido por los republicanos.

Lamentablemente, los brasileños lograron retirarse, dado que la caballada republicana estaba agotada. Sin embargo, se pudo destruir la mayor parte de la fuerza enemiga y se capturaron el parque y trofeos.

Los triunfadores –como escribiría Paz- fueron los jefes de cuerpo, que siguieron sus “inspiraciones del momento”. Paz agrega que Ituzaingó “puede llamarse la batalla de las desobediencias pues allí todos mandamos, todos combatimos y todos vencimos guiados por nuestras propias inspiraciones”.



Posteriormente tuvieron lugar otros dos encuentros parciales, pues el triunfo de Ituzaingó no aniquiló al ejército imperial.

En abril, en Camacuá, el general Paz triunfó de manera tan rotunda que el marqués de Barbacena fue destituido.



En mayo, en Yerbal, Lavalle también logró la victoria, aunque debió ser reemplazado por Olavarría a causa de sus heridas.

Al comenzar la estación lluviosa, el Ejército Republicano dejó el territorio de Río Grande y se estacionó en Cerro Largo. El estado de las caballadas era tan lamentable que para llegar a destino los jinetes debían andar a pie a razón de un día de marcha por dos de descanso.

La ofensiva desplegada por Alvear, forzó al ejército imperial del Brasil a alejarse del territorio oriental, retirándose hacia Río Grande. Posiblemente, si las fuerzas de las Provincias Unidas del Río de la Plata al mando de Alvear hubieran contado con oportuno reaprovisionamiento, hubieran podido asestar un golpe decisivo a las tropas imperiales.



La victoria republicana de Ituzaingó, una humillación para el ejército imperial, no favoreció la posición argentina en la negociación. El Ministro Plenipotenciario de la República de las Provincias Unidas del Río de la Plata ante el Imperio del Brasil, Manuel José García, terminó cediendo todo con la firma de la Convención Preliminar de Paz de 1827, incluyendo la renuncia de las Provincias Unidas a la soberanía sobre la Provincia Oriental, ocupada por la fuerza por el Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve durante la década anterior a la batalla.




LA SAGA DE LOS BULLRICH

La guerra con el Brasil también dejó secuelas.

Se sabe que el primer Bullrich en el Río de la Plata fue un alemán, de nombre August Wilhelm Adolf Bullrich Reiche (hispanizado como Augusto Guillermo Adolfo Bullrich Reije), nacido el 31 de julio de 1803, en Teupitz, Dahme-Spreewald, Brandenburg (lindero con Berlín).

Mercenario al servicio del ejército imperial del Brasil, siendo suboficial, con el grado de sargento fue hecho prisionero en la batalla de Ituzaingó.

Llegó preso a la Argentina, durante la guerra con el Imperio.

Después de su liberación, gracias a la generosidad argentina (una vez más) se quedó por acá, afincándose en Buenos Aires, contrayendo matrimonio el 26 de febrero de 1833 con la criolla Baldomera Eufemia María Rejas Negrón, hija de Simón de Rejas Díaz de Rábago y María Josefa Negrón de la Torre, nacida en Buenos Aires el 26 de febrero de 1811; fallecida a los 56 años en el Puerto de Las Conchas (Tigre, prov. de Buenos Aires), el 27 de enero de 1868.

Augusto Guillermo Adolfo Bullrich murió a los 78 años, el 22 de marzo de 1882.

Tuvieron diez hijos:

01- Adolfo Jacobo Bullrich Rejas (1833-1904)

02- Baldomera Eufemia Bullrich Rejas (1835-1881)

03- Josefa Saturnina Bullrich Rejas (nac. 1836)

04- Flora Guillermina Paula Bullrich Rejas (1838-1910)

05- Máxima Bullrich Rejas (1839-1921)

06- Rodolfo José Marcos Bullrich Rejas (1840-1893)

07- Carlos Augusto Jacinto Bullrich Rejas (nac. 1841)

08- Pascuala Rafaela Bullrich Rejas (1843-1844)

09- Augusto José Emeterio Bullrich Rejas y

10- Ernesto Máximo Bullrich Rejas (nac. 1850).

De éste mercenario contrario a la Nación Argentina, descienden -entre otros, Patricia (bisnieta del sexto, Rodolfo José Marcos) y Esteban Bullrich (tataranieto de Adolfo Jacobo, el primer hijo).




CONSECUENCIAS

La victoria argentina fue antecedente para la Convención Preliminar de Paz, suscrita el 27 de agosto de 1828 en Río de Janeiro, acordándose el reconocimiento del Estado Oriental del Uruguay (luego R.O. del Uruguay) como estado libre, independiente y soberano.

De la Batalla de Ituzaingó, de 20 de febrero de 1827, el general José María Paz en sus “Memorias” rescata interesantes testimonios que reflejan no solo el esforzado derrotero de aquellas campañas, sino el mejor de los conceptos y su agradecimiento hacia los patriotas salteños que lo acompañaron.

Sobre aquellos salteños, se ha encontrado un valioso documento fechado el 2 de octubre de 1825, donde se lee que al mando del entonces capitán don José Remigio de Lea y Plaza un importante contingente de hombres que levantara a su costa, constituyó la “Segunda Compañía del Primer Escuadrón de las Milicias de Caballería de los Valles”, que don José Remigio y su primo, el coronel Luis Borja Díaz de Lea y Plaza pusieron a disposición, siendo aprobada por el entonces coronel José María Paz.

En dicho listado se individualiza a muchos anónimos soldados de la Independencia que participaron en la campaña de 1825 y fueron también, según Paz, los que formaron el contingente de la provincia de Salta para el Ejército Nacional que se organizaba en la Banda Oriental para la guerra del Brasil. Fueron los que el 2 de diciembre del mismo año, partieron con el coronel Paz atravesando cuatrocientas leguas, para tomar parte en la nueva lucha que iba comenzar y con las que Paz combatiera en la batalla de Ituzaingó el 20 de febrero de 1827, “…adquiriendo ellos un nuevo y poderoso título a la gratitud de la Patria.”



CASEROS, LA REVANCHA BRASILEÑA Y EL “APORTE” DE URQUIZA

Años más tarde, el imperio de Brasil, que se caía a pedazos por sus propias luchas internas (abolición de la esclavitud entre otras), estaba comprometido en una declaración de guerra con la Confederación y en una guerra perdida antes de iniciarse.

La unidad del Plata bajo el “sistema americano”, con gobiernos populares, identidad de propósitos e ideales patrióticos, era mortal para el Brasil aristocrático de Pedro II.

En setiembre de 1848 se afirma en Brasil la política de represión contra la ola revolucionaria social que llegaba desde Europa. Se hacía evidente que la consecuencia internacional de esa represión podría llevar a una guerra contra Rosas.

La intuición política del ministro de Negocios Extranjeros brasileño, Paulino Soares de Souza hacía temer el completo abandono de Francia a toda otra aventura en el Plata después de la lección severa recibida en la Vuelta de Obligado.

Estratégicamente, en 1848 Rosas no podía ir a un conflicto bélico contra Brasil, sin terminar las cuestiones pendientes con Inglaterra y Francia. Pero no se descuidaba en ese frente, adiestrando y equipando con armamento los dos fuertes cuerpos militares de los Estados del Plata: el Ejército de Operaciones de la Confederación Argentina acantonado en Entre Ríos y Corrientes bajo el mando del general Urquiza, con potencial de 15 a 16 mil hombres en armas y el Aliado de Vanguardia, con un número similar de combatientes argentinos y orientales, comandado por el general Oribe, presidente de la República Oriental.

El 31 de agosto de 1850 se firmaba el tratado Lepredour-Arana que ponía fin a la intervención francesa en el Río de la Plata.

El 30 de septiembre de 1850 quedaron rotas las relaciones entre la Confederación Argentina y el Imperio de Brasil. Ese día el ministro de Negocios Extranjeros brasileño, Paulino Soares de Souza, entregaba –a su pedido- los pasaportes al ministro plenipotenciario argentino, general Tomás Guido. Dos días después, Guido y el personal de la Legación abandonaban Río de Janeiro. En la misma fecha, Paulino Soares de Souza escribía al Encargado de Negocios de Brasil en Francia, José María de Amaral, las siguientes palabras: “O pobre Brasil, tendo em si tantos elementos de disolução, tal vez não podesse resistir a uma guerra no rio da Prata...” / "El pobre Brasil, teniendo tantos elementos de disolución en él, tal vez no pudiese resistir una guerra en el Río de la Plata..."

En momentos en que a Pedro II del Brasil su pariente Francisco José de Austria le aconsejaba –en una carta del canciller Schwarzenberg al canciller Paulino- rehuir a cualquier sacrificio la guerra con la Confederación Argentina “pues, según la opinión de oficiales franceses informados in locum, la balanza se inclinaría a favor de Rosas”, el 21 de febrero de 1851, en el buque brasileño “Paquete do Sul” llega a Rio de Janeiro, procedente de Montevideo, una carta reservada y confidencial del Encargado de Negocios brasileños en Montevideo, Rodrigo de Sousa da Silva Pontes (Salvador, Bahía, 27 de octubre de 1799 —fall. Buenos Aires, 30 de enero de 1855) informándole que un agente del Comandante en Jefe del Ejército de Operaciones argentino lo había visitado para hablarle de la posibilidad de “neutralizar” a ese ejército.

Fue tan alevosa la traición, que ni los brasileros lo podían creer y Rodrigo de Sousa da Silva Pontes, el diplomático brasileño, preguntaba:

O general dos exercitos de Confederacao Argentina...!!! Com pretençoes que podería ter un Governante independiente e reconhecido como tal!!!” / "¡El general de los ejércitos de la Confederación Argentina...!!! ¡Con pretensiones que podría tener un gobernador independiente y reconocido como tal!!!”

Ese agente era el comerciante catalán Antonio Cuyás y Sampere, socio y amigo de Urquiza, en cuyo nombre trabó contacto con Manuel Herrera y Obes (ministro de exteriores del Gobierno de Montevideo) y con el representante brasileño en la capital oriental, Rodrigo de Souza da Silva Pontes.

El canciller Paulino Soares de Souza envió a su representante da Silva Pontes las bases de un convenio secreto, que muestra a través de sus cláusulas la extraordinaria destreza y capacidad propia de la diplomacia brasileña, que hasta hoy es característica de Itamaraty; convenio concebido para desplegar el plan de la coalición internacional que derribaría a Rosas.

El pacto fue firmado el 29 de mayo de 1851, acordando la alianza ofensiva y defensiva en la que los firmantes “aliados” se obligaban a mantener la independencia y pacificar el territorio oriental obligando a salir al general Manuel Oribe y a las fuerzas argentinas que lo secundaban.

El convenio fue firmado por el catalán Cuyas y Sampere en carácter de “Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario del Estado Libre de Entre Ríos” (No hay nada nuevo bajo el sol; así llegamos a algún presidente autoproclamado y embajadoras que no lo son, en pleno siglo XXI).

Poco después, y con algún interesante estímulo económico, Urquiza asume su rol de traidor (algo propio en él) y se pasó al enemigo con todas las fuerzas a su mando del ejército de la Confederación, dándole así una victoria al Brasil que, sin imaginarlo, tenía la revancha de Ituzaingó, ganando por medio de la “diplomacia” y las armas argentinas en una guerra ya perdida.

João Pandiá Calógeras (Rio de Janeiro, 19 de junio de 1870— Petrópolis, 21 de abril de 1934) ingeniero, geólogo, político e historiador brasileño, se refiere a Urquiza en su obra “Formaçao Histórica do Brasil”, Volúmen 42 de la Serie 5ª. Brasiliana, de la Bibliotheca Pedagogica Brasileira. 3ra. edición, 1938, Companhia Editora Nacional:

…Não existia em Urquiza o estofo de um homem de Estado: não passava de um condottiere, o ultimo que figurou na historia da Argentina. Não pensava elle em traír a Confederação, e sim desempenhar um papel isolado, no decorrer do qual a luta lhe permittiria derrotar e conquistar Buenos Aires e o Poder Executivo da Republica…” / ”…No había en Urquiza pasta para un hombre de Estado: no era más que un condottiere, la última figura en la historia argentina. No pensó en traicionar a la Confederación, sino en jugar un papel aislado, en el curso del cual la lucha le permitiría derrotar y conquistar Buenos Aires y el Poder Ejecutivo de la República…” (página 281).

…Cuidou o Brasil de o tornar inoffensivo. Urquiza, embora immensamente rico, tinha pela fortuna amor immoderado; o general Osorio, o futuro marquês do Herval, conhecia-lhe o fraco e deliberou se servir delle: o Exercito brasileiro necessitava urgentemente de cavalhada, e Osorio offereceu ao chefe de Entre-Rios comprar quantos animaes fosse passivei adquirir nessa Província. Assim foi que cerca de 30.000 foram comprados por preço altamente remunerador, praticamente todos quantos Entre-Rios podia fornecer; correspondia tal acquisição ao desarmamento do possivel adversario, pois os entre-rianos, optimos e admiraveis cavallarianos, não constituíam senão fraca infantaria. E por esta forma, Urquiza foi annullado como valor combatente…” / “…Se ocupó Brasil de hacerlo inofensivo. Urquiza, aunque inmensamente rico, tenía un amor desmesurado por la fortuna; el general Osorio, futuro marqués de Herval, conocía su debilidad y decidió servirse de ella: el Ejército brasileño necesitaba urgentemente caballadas, y Osorio ofreció al jefe de Entre-Ríos comprar tantos animales como fuese posible adquirir en esa provincia. Así fue que se compraron alrededor de 30.000 a un precio altamente remunerativo, prácticamente tantos como Entre Ríos podía suministrar; esta adquisición correspondía al desarme del posible adversario, desde los entrerrianos, óptimos y admirables jinetes, no eran así más que débil infantería débil. Y de esta forma, Urquiza fue anulado como un valor combatiente...” (página 285).


Tras la batalla de Caseros y el asesinato de numerosos soldados federales (entre ellos Martiniano Chilavert, fusilado por la espalda, cumpliendo una orden personal de Urquiza, éste se instala en la casa de Rosas, en San Benito de Palermo, donde hace ahorcar y mantener colgados de los árboles a los federales.

El Brasil fue la segunda potencia, después de los ingleses, que desfiló triunfante por Buenos Aires.

Después de “a Batalha de Monte-Caseros”, las tropas de Dom Pedro II demoraron su desfile por las calles de Buenos Aires desde el día 3 hasta el 20 de febrero para poder conmemorar así con la derrota de la Confederación lo que se llamó “el desquite de Ituzaingó” a los 25 años de la derrota imperial.

Caxias remitió el 12 de febrero de 1852 el parte de batalla a su ministro de Guerra, Souza e Mello: “... Cúmpleme comunicar a V. E., para que lo haga llegar a S.M. el emperador, que la citada 1a. División, formando parte del Ejército Aliado que marchó sobre Buenos Aires, hizo prodigios de valor recuperando el honor de las armas brasileñas perdido el 20 de febrero de 1827.”


Urquiza quiso impedir la entrada en triunfo del Brasil en Buenos Aires el 20 de febrero —tal vez para no verse tan infame, o quizá advertido por alguien a último momento— pero sus jefes imperiales lo echaron con cajas destempladas.

Manuel Marques de Souza, vizconde de Porto Alegre, le respondió a Urquiza con desaire:

A vitoria desta campanha e uma vitoria de Brasil e a Divisão Imperial entrará em Buenos Aires com todas as honras que lhe são devidas, quer V. Ex-cia. ache conveniente o não.” / “La victoria de esta campaña es una victoria para Brasil y la División Imperial ingresará a Buenos Aires con todas las honras que le son debidas, lo encuentre o no conveniente V.E.” (Gustavo Barroso*, “A Guerra do Rosas. Contos e episódios da campanha do Uruguai e Argentina”-Companhia Editora Nacional, São Paulo, 1ª. Ediçao, 1929, pag. 198).

El 20 de febrero, aniversario del triunfo argentino en Ituzaingó, las tropas brasileñas realizan el desfile de la victoria, desplazándose por la calle Perú (actual Florida), con Urquiza al frente, vistiendo poncho blanco y galera de felpa; acompañándolo, a un lado trotando, su perro “Purvis”.

Algunos historiadores sobre Caseros, sonríen con indulgencia al encontrar que en los libros de historia brasileños se llame vencedor de Monte Caseros al brigadier Marques de Souza, vizconde de Porto Alegre.

Gustavo Barroso contestaba:

"…nós estamos no Brasil na doce illusão de que a divisão brasileira de Manoel Marques de Souza foi quem decidio en verdade a batalha de Caseros. Mesmo, porém, que o seu papel não tivesse sido o principal, Porto Alegre fora um dos vencedores da pugna e poderia ser chamado por Jourdan vencedor, sem exagero, como o foi. Sabemos perfeitamente que, não tendo nunca um general argentino derrotado as nossas tropas nos suburbios do Rio de Janeiro e neste com ellas desfilado triunfantemente, bandeiras desfraldadas, musicas tocando, embora ao lado de revolucionarios nossos, não é nada agradavel aos nossos amabilissimos vizinhos que Porto Alegre tenha conseguido essas duas glorias..."/ “…nosotros estamos en el Brasil en la dulce ilusión de que la División brasileña de Manuel Marques de Souza fue la que decidió en verdad la batalla de Caseros. Y aún cuando su papel no hubiera sido el principal, el Vizconde de Porto Alegre fue uno de los vencedores de la guerra y pudo ser llamado por Jourdan vencedor, sin exagerar, como lo hace. Sabemos perfectamente que no habiendo derrotado nunca un general argentino nuestras tropas en los suburbios de Río de Janeiro, y desfilado en ésta triunfalmente con sus tropas a banderas desplegadas, al compás de la música, aunque fuera junto a revolucionarios nuestros, no es nada agradable para nuestros amabilísimos vecinos que el Vizconde de Porto Alegre haya conseguido esas glorias” (A Guerra do Rosas, pags. 177/178)

Urquiza daba así más elementos a los brasileños para cuestionar el triunfo argentino en Ituzaingó.

De hecho, hasta ahora lo vienen haciendo. El 29 de junio de 2013, el “Diário Gaúcho” de Porto Alegre publicaba una reseña bajo el título ”Ituzaingó: a história do hino brasileiro que teria sido roubado por argentinos” “Ituzaingó: la historia del himno brasileño que habría sido robado por argentinos”, para referirse a la Marcha de Ituzaingó.






A mediados de octubre 1870 arribaba a Colón (Entre Ríos) Domingo Monteavaro, joven farmacéutico de Buenos Aires que había estado preso por un par de meses por ser de ideas “jordanistas”. Llevaba consigo una carta de recomendación dirigida a Ricardo Ramón López Jordán y la firmaba “Su amigo”, que al entregar a su destinatario el portador identificaría como “don José Hernández”.

La carta, fechada el 7 de octubre de 1870. Decía entre otros conceptos: "Urquiza, era el Gobernador Tirano de Entre Ríos, pero era más que todo, el Jefe Traidor del Gran Partido Federal, y su muerte, mil veces merecida, es una justicia tremenda y ejemplar del partido otras tantas veces sacrificado y vendido por él. La reacción del partido debía por lo tanto iniciarse por un acto de moral política, como era el justo castigo del Jefe Traidor". (José Hernández, autor del Martín Fierro). En “José Hernández en los Entreveros Jordanistas”, Aníbal Vázquez, Ed. Paraná, 1953, páginas 26/28).

Poco antes, el 11 de abril de 1870 había estallado un proceso revolucionario en Entre Ríos. Simón Luengo, con una partida de 50 hombres, ingresó al palacio San José, a fin de apresar a Urquiza, quien intentó resistirse, terminando muerto. Ese mismo día también cayeron muertos en Concordia sus hijos Justo Carmelo y Waldino Urquiza, ambos amigos íntimos de López Jordán.


* Gustavo Barroso Gustavo: Adolfo Luiz Guilherme Dodt da Cunha Barroso, nacido en Fortaleza (Ceará-BR), el 29 de diciembre de 1888-Fall. en Río de Janeiro el 3 de diciembre de 1959, fue un abogado, docente universitario, museólogo, político, folclorista, cronista y ensayista brasileño.


LA MARCHA ITUZAINGO, TRIUNFO DE LAS ARMAS ARGENTINAS

La marcha Ituzaingó es uno de los tres atributos inherentes al cargo de Presidente de la Nación Argentina, junto con la Banda Presidencial y el Bastón de Mando.

Evoca el triunfo de las armas argentinas en Ituzaingó (Passo do Rosário para los brasileños), cuando fuera derrotado el ejército imperial brasileño, en gran parte integrado con mercenarios alemanes.

Fue interpretada por primera vez el 25 de mayo de 1827 y se debe ejecutar en todos los actos oficiales señalando la llegada del Jefe de Estado argentino.

Para evitar confusiones: Jefe de Estado argentino es el Presidente de la Nación (que no es lo mismo que un administrador financiero neocolonial).

También se ejecuta en los actos cívico-militares, cuando las Banderas de Guerra de las unidades militares ingresan para ocupar su sitio en la formación; en caso de que no se efectúen desfile, las Banderas de Guerra se retiran con esta marcha.

Entre el 26 de enero de 1946 y el 28 de agosto de 1959 fue remplazada por la Marcha de San Lorenzo.

La marcha Ituzaingó es instrumental, de autor desconocido. Tradicionalmente se adjudica su autoría al emperador Pedro I de Brasil, músico y compositor aficionado, quien habría hecho entrega de ella a Felisberto Caldeira Brant Pontes de Oliveira e Horta, marqués de Barbacena, comandante de sus tropas en la guerra frente a la Argentina del Brasil.

Derrotados los brasileños en la batalla de Ituzaingó el 20 de febrero de 1827, el cofre que la contenía –junto a otras partituras y escritos- fue abandonado en el campo de batalla e incautado por las fuerzas argentinas. El cofre fue llevado a Alvear. En el contenido, se encontró una hoja de papel, con escritura en grandes caracteres, en el que se leía “Para ser tocada después de la primera gran victoria que alcancen las tropas imperiales, debiendo darse a esta marcha, el nombre del campo donde se libre esta batalla”.

Alvear, que tenía conocimientos de música, reconoció la jerarquía musical de dicha composición y decidió cumplir con el propósito del ignoto autor de la escritura: que sirviera para conmemorar una “gran victoria”… Pero de las tropas argentinas.

Adoptada para conmemorar el triunfo militar, fue ejecutada por primera vez por la banda de las fuerzas argentinas el 25 de mayo de 1827, cuando en el campamento argentino fuera celebrado el decimoséptimo aniversario de la Revolución de Mayo del año 1810.


La marcha 'ITUZAINGÓ', interpretada por la Banda Militar del Ejército Argentino, dirigida por el TCnel. de Banda don Luis Enrique Addis.

Para escucharla, cliquear sobre la imagen siguiente:



Enrique F. Widmann-Miguel / IberInfo-Buenos Aires


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